donostia - “A pesar de la pobreza, ves que son igual o más felices que nosotros”, cuenta este alumno de Ingeniería Mecánica de 22 años sobre la realidad que se encontró en el país africano.

¿Cómo surgió la posibilidad de acudir como voluntario a Tanzania?

-La propia Universidad de Navarra, Tecnun, mandó un correo sobre la organización Tantaka, en la que los alumnos participan en diferentes acciones sociales a lo largo del curso y en verano las realizan en el extranjero. Como quería desde hace tiempo involucrarme en algún voluntariado, me informé.

¿Y por qué Tanzania? ¿Qué le atraía del país africano?

-Siempre me ha encantado viajar y había proyectos en Perú, Tanzania y uno que no estaba del todo claro que pudiera salir adelante en Kenia. Como nunca había estado en África y me atraía muchísimo conocer su cultura, me decidí por el destino africano que me podían asegurar al cien por cien.

Imagino que la realidad allí es completamente diferente a la de aquí.

-Cuando piensas en África, te viene a la cabeza el desierto, mucho calor y una zona seca y muy pobre. Pero la realidad es que en Tanzania, al estar cerca del Kilimanjaro, no había excesivo sol y la temperatura no era muy alta, en torno a los 25 grados. En cuanto a la gente, puedes ir con la idea de que la mayoría al encontrarse en la pobreza pudieran estar más tristes, pero tampoco es así. Estando ahí ves que con los pocos recursos que tienen, son igual o más felices que nosotros.

¿Cuáles eran sus tareas?

-Íbamos a un colegio todos los días de 9.00 a 14.00 horas en el que los niños, aparte de recibir las clases, también dormían. Allí realizábamos diferentes proyectos, desde pintar mesas hasta hacer murales explicativos para las clases, que servían por ejemplo para que los más pequeños aprendieran a contar o los aparatos digestivos. Luego estaban los talleres de informática, donde les enseñábamos mecanografía; y educación física, en la que principalmente jugábamos a fútbol para que aprendieran deportes colectivos.

Los locales estarían encantados, ¿no?

-El colegio al que íbamos se fundó en 2015 y ya tenía experiencia recibiendo a voluntarios. Los chavales nos acogieron con muchísimas ganas y deseando poder jugar con nosotros. Fueron en todo momento super agradecidos, e incluso el día de la despedida nos quisieron hacer un regalo de agradecimiento.

¿Cómo se comunicaban con los alumnos? ¿Sabían inglés?

-Sí. Allí todas las asignaturas las daban en inglés, excepto la que es suajili, así que desde pequeños ya pueden comunicarse en inglés.

¿Y que tal la convivencia con el resto del grupo?

-La verdad es que hicimos un grupo buenísimo porque todos teníamos edades parecidas. Además, en la parte de arriba del propio hostal donde nos hospedábamos, hicimos muchas migas con otros cinco autóctonos con los que pasábamos muchas de las horas libres. Gracias a ellos conocimos mucho mejor su cultura.

¿Qué le ha supuesto la experiencia?

-Antes de ir estaba deseando hacerlo, y ahora que he vuelto me he quedado súper satisfecho. Tanto por el trato con los alumnos de allí, que eran un encanto, como por los profesores, a pesar del ritmo calmado que llevaban, y a los que cuando les decíamos para quedar a alguna hora y nunca llegaban a presentarse. Sin embargo, en líneas generales se trata de una experiencia muy reconfortante de la que aprendes mucho. Además, aparte de ayudar, conoces otros lugares y tienes tiempo para hacer cosas diferentes como un safari y ver otras perspectivas.

No obstante, también habrán sido testigos de situaciones duras...

-Sí. En las tardes que teníamos libres solíamos hacer excursiones y visitamos unos cuantos orfanatos. Impresiona mucho ver cómo un número tan elevado de chavales viven en lugares muy pequeños. Pero sobre todo nos chocó mucho que allí cada colegio podía decidir si a los chavales se les podía pegar o no. De este modo estaba establecido cuántos golpes podían dar, cómo y por qué motivo. Una voluntaria de allí nos contó que en uno de los orfanatos no nos enviaban porque el director solía pegar a cada chaval. A pesar de esta situación, veías que cada niño era súper feliz y nos recibían con muchísimas ganas de jugar, lo que chocaba muchísimo con su verdadera realidad.

¿Le gustaría repetir como voluntario en otro lugar?

-Por supuesto. Si no tengo prácticas o alguna otra ocupación durante el verano que viene, sin duda me encantaría. Creo que los jóvenes tenemos mucho que aportar, con visiones diferentes. Además, el voluntariado en el extranjero te permite conocer gente nueva que tiene muy pocas cosas en común contigo y ver así diferentes perspectivas.