PAMPLONa - Era un lunes de Pascua. Aquel 31 de marzo de 1997, hace 30 años, el tren Intercity Miguel de Unamuno manchó para siempre las páginas de aquel periódico. Dos vagones de aquel tren, el segundo y el tercero, volcaron en la vía a 140 kilómetros hora y sufrieron el llamado efecto acordeón, con fatal resultado.

Una veintena de personas, diez de ellas guipuzcoanas, además de seis navarros y dos de Zaragoza, murieron en aquel tren siniestrado en el que viajaban 248 pasajeros. Hoy se les brindará un emotivo homenaje a las víctimas en el lugar de los hechos.

El tren cubría el trayecto Barcelona-Hendaya, pero nunca llegó a su destino y el suceso exigió al pueblo de Uharte Arakil una respuesta capitular.

Y no fue menos mayúsculo el esfuerzo de sus vecinos, que acudieron ipso facto al auxilio de aquella desgracia. Se quedaron sin resuello, pero la atención de aquellos voluntarios, a los que enseguida ayudaron personal médico, de Cruz Roja y DYA Navarra, bomberos, personal de Protección Civil y cuerpos policiales, queda enmarcada para el centenar de heridos que dejó el accidente, con graves lesiones físicas y todavía secuelas incluso psicológicas que les acompañarán de por vida. Un monolito queda para el recuerdo de aquel lugar.

El tren, repleto de pasajeros a la vuelta de las vacaciones de Semana Santa, no debía detenerse en Uharte-Arakil y avanzaba a una velocidad de casi 140 kilómetros por hora cuando la señalización ferroviaria le advirtió de un cambio a la vía de servicio para dejar paso a una locomotora que circulaba en sentido contrario. Al entrar en el cambio de agujas, limitado a 30 kilómetros por hora, sobrevino la tragedia: el Miguel de Unamuno se quebró por la mitad.

Los dos vagones de cola volcaron, mientras que un tercero se cruzó sobre la vía. Decenas de pasajeros quedaron enredados entre los amasijos de hierros y a pesar de los esfuerzos de los equipos de rescate, dieciocho de ellos no pudieron sobrevivir al fatal accidente.

dos condenados sin cárcel El asunto fue resuelto judicialmente con las condenas del maquinista y su auxiliar en el Juzgado de lo Penal número uno de Pamplona, que impuso al primero, Juan José García Fernández, la pena dos años y medio de prisión como autor de dieciocho delitos de homicidio por imprudencia, 80 delitos de lesiones por imprudencia grave y cuatro faltas de lesiones.

La condena, sin embargo, no conllevó su encarcelamiento debido a la solicitud de indulto tramitada de oficio por el propio juzgado, que en el mismo fallo consideró que el ingreso en prisión no guardaría proporcionalidad con su culpabilidad en lo ocurrido.

Por su parte, el auxiliar Miguel Ángel Marinetto Espejo fue condenado en primera instancia al pago de una multa de 120.000 pesetas, la cual fue sustituida en apelación por una pena de prisión mínima, que tampoco supuso entrada en la cárcel.

La aseguradora Mapfre se hizo cargo de las indemnizaciones millonarias a todos los pasajeros y familias afectadas. Ambos ferroviarios siempre mantuvieron que la señal previa al cambio de agujas no les advirtió del mismo, algo que Renfe rebatió durante todo el procedimiento, y alegaron que por ello no pudieron reaccionar con antelación y prever la maniobra.

Aunque este extremo no fue esclarecido tampoco en el juicio, la imprudencia cometida por ambos ferroviarios consistió en accionar de forma incorrecta el freno directo al enfilar el cambio de aguas, en vez de haber reducido progresivamente la velocidad mediante el freno de emergencia, lo que les hubiera otorgado posibilidades de no descarrilar.

SOSPECHÓ DE UN SABOTAJE En entrevistas posteriores, el maquinista burgalés Juan José García, quien reconocía que no se había puesto en contacto con las víctimas y criticaba el trato recibido por Renfe después de aquel accidente, que le apartó de su profesión, sembró de dudas el suceso puesto que para él el accidente resultaba un jeroglífico.

No podía entender el descarrilamiento salvo porque las señales de acceso a la estación no estaban en una posición correcta. Incluso habló la posibilidad de un sabotaje o de un atentado, pero dijo que la investigación fue tan laxa y Renfe quería dar carpetazo tan pronto al asunto, echando la culpa al maquinista, que nunca se podrá saber lo que realmente ocurrió.

Lo que sí quedó fue la contradicción en las señales de la estación, en la que la primera, según declararon maquinista y auxiliar, les daba vía libre y la segunda indicaba que otra locomotora que se había retrasado, avanzaba en sentido contrario y tenía prioridad de acceso a la vía.

Ello provocó el frenazo del maquinista para evitar el choque y el desvío en el cambio de agujas. García manifestó que en caso de que las señales hubieran sido las correctas en lugar de entrar a la zona a 140 km/hora lo habría hecho a 30 km/h. Será imposible de saberlo a estas alturas.

Han pasado ya 20 años del mayor accidente ferroviario en Navarra, pero el tiempo no hace olvidar aquellas heridas. Uharte lo sabe bien y hoy volverá a reunirse en silencio y respeto por aquel Lunes de Pascua que cambió siempre la historia de un pueblo a la orilla del tren.