Dice que su perro es el único que le obedece y que cuando leyó las palabras que el rector del santuario de Aran-tzazu, Joxe Mari Arregi, le dedicaba en el libro Nikolas Segurola: fraide, artzain eta bertsolari, se sorprendió porque no esperaba palabras “tan bonitas” de quien tanto le ha reñido. Es chistoso y bromista. Se considera una persona “humilde” y amante de la “igualdad” y desde esta semana es protagonista de un libro. Su propia biografía, coordinada por el periodista Xabier Euzkitze. Ayer recibió, además, un sentido homenaje por parte de la comunidad franciscana, los pastores y el bertsolarismo, de la mano de Andoni Egaña y Sebastian Lizaso.

Cuentan que es un “personaje irrepetible, de estantería”, y que “sería difícil entender la evolución de los quesos Idiazabal y del pastoreo en Euskadi” sin la figura de Nikolas Segurola, el fraile franciscano que pasa sus días entre misas, quesos y pastores. Aseguran que conocía a sus ovejas por los nombres (Maradona y Sabrina, entre otras), y pese a ser natural de un caserío de Matxinbenta, es un hombre con arraigo y peso específico en Oñati.

Hijo de un pastor, le llevaron a Arantzazu para estudiar a los doce años. “Siempre ha tenido un gran respeto por parte de los pastores”. Fue uno de los impulsores de la Ar-tzain Eskola de Arantzazu, situada en el caserío Gomiztegi. Vive solo allí en la actualidad y conduce a diario hasta el santuario para los oficios religiosos y para comer. Se conoce el camino de memoria.

Criado en la universidad de la vida y de Arantzazu, “le buscaban para formar pastores y creó las artzai orriak para dar información técnica a los pastores”, explican, además de organizar charlas sobre la producción de queso, con expertos de Catalunya que en algún momento hirieron el ego de algún productor local. Aún hoy, a sus 77 años, trabaja “codo con codo con Batis Otaegi”, el director de la Artzain Eskola y supervisa y se interesa por los proyectos de los estudiantes de la escuela.

Perdió su ojo izquierdo en un accidente con un alambrado y necesita audífono, pero aún su mente funciona con agilidad. “Soy sordo, ciego, pero feliz”, llegó a bromear. Una vez a la semana, dentro del proyecto Elkarrekin Bila en el que participan los franciscanos, personas en riesgo de exclusión bajan a Gomiztegi para compartir la sabiduría del “gran Nikolas”, ver ovejas y comer queso con él.

resistencia ante el franquismo Tenía muy buena relación con José Manuel Goikoetxea, consejero del Gobierno Vasco con José Antonio Ardanza, entre 1991 y 1995 (falleció en 2012 con 61 años). Y es amigo del ex diputado guipuzcoano Iñaki Galdos y su familia, a la cual siempre ha estado muy unido. Cuenta el propio Galdos que “Nikolas sufría mucho” cuando tenía que mostrar públicamente la nota en su papel de jurado del campeonato de Euskal Herria de bertsolaris en la década de los 80. Y también que fue una persona “muy comprometida con la resistencia durante el franquismo” y ayudó a esconder a Arantzazu a gente que escapaba de la Guardia Civil y les ayudaba a pasar a Iparralde.

Añade Euzkitze que en la ruptura del bertsolarismo con Euskaltzaindia en 1986 fue un personaje clave, una persona que infundía “confianza y respeto” a ambas partes y que ayudó a limar asperezas y curar heridas.

Tiene memoria de elefante. Aunque dice que ya no echa bertsos, a la mínima oportunidad se lanza con algunos, como lo hizo el miércoles en plena presentación de su biografía, en Donostia, a donde le trasladó su amigo y coautor del libro, Iñaki Beristain, también franciscano.

En el mismo libro se recogen anécdotas y fotos como aquella en la que, en representación del queso Idiazabal, el ministro Arias Cañete le entregó un galardón en Madrid y preguntó a ver quién era aquel señor con txapela y que para el acto debía quitársela. “Yo solo me quito la boina ante en la iglesia y ante el Santísimo”, le respondió.