Berghain, la catedral de la música electrónica cumple diez años
Especializada en sonido techno y minimal, está situada en una antigua central eléctrica de Berlín
Berlín ? La famosa discoteca de música electrónica Berghain, en Berlín, cumple diez años y lo celebra con una exposición que recoge la peculiar perspectiva de este espacio de nueve artistas visuales.
Berghain está situada en una antigua central eléctrica y es considerada por los expertos en música electrónica como una de las mejores discotecas de techno y minimal del mundo, y parada obligada de los Dj más famosos de la escena de los últimos diez años. La mole de acero y cemento se alza junto al Muro de Berlín que hasta hace 25 años dividió la ciudad, entre los barrios alternativos de Kreuzberg (este) y Friedrishain (oeste), de los que hace un juego de palabras para formar su nombre Berg y Hain, que traducido significa bosque de la montaña.
Ahora, con motivo de la exposición, al traspasar su rudimentaria entrada poco hace pensar que, cada fin de semana, centenares de personas aguardan ante este icono de la música electrónica una eterna cola que no les garantizará que acaben entrando.
La estricta y aleatoria política de admisión, junto a las largas sesiones de música ininterrumpida de sábado a lunes, son dos características conocidas por cualquier berlinés de nacimiento o adopción.
El lugar se encuentra un poco retirado y es preciso andar por un camino de barro hasta llegar. Yo me bajé en la estación de metro Ostbahnhof? con mi bici, después de preguntar y hacer el ridículo delante de unos cuantos alemanes, conseguí encontrarlo. Para entrar en la discoteca, recomiendo no llevar camisa blanca, ni zapatos, veréis gente con piercings, tatuajes, zapatillas, chaquetas de cuero... El portero que custodia la entrada decide si entras o no (a mí me rechazó cuatro veces y por pesada me dejo entrar). Había una cola de gente esperando en silencio. Una gran luz blanca iluminaba a todos los candidatos a lo largo de las vallas, como si estuvieran entrando en un matadero. Una vez dentro es impresionante, nunca había visto un lugar así, una central eléctrica adaptada para ser un local donde se escucha buena música. No es un sitio con una decoración sofisticada pues lo que importa es la música y ya digo que el sonido es de 10. Los azulejos desconchados, las paredes y suelos de cemento y las gigantescas tuberías, normalmente pasan desapercibidas en este espacio a dos niveles y con techos de 18 metros de altura. Los noctámbulos de entre 20 y 40 años se divierten en dos pistas y beben en una de las cuatro barras. Tiene capacidad para 1.500 personas. Berghain viene a ser la evolución lógica berlinesa de lo que habría podido llegar a ser el Moulin Rouge. Esta discoteca se constituye como una pequeña ciudad-estado con sus propias reglas y estamentos, donde dicho sea de paso, los españoles no son bien recibidos, por decirlo en términos suaves.
Por unos días en Berghain, el Dj no es el protagonista y los murmullos y pasos de los visitantes inundan el espacio para ver obras como la de Sarah Schönfeld que recoge la esencia de la discoteca de manera literal en toallas impregnadas del sudor de los visitantes que se exhiben colgadas de la pared. El artista Marc Brandeburg prefiere dejar su huella en la piel de los visitantes estampando en un quiosco calcomanías con dibujos ambientados en la temática de la discoteca. Las obras de Schönfeld y Brandeburg cohabitarán en este espacio, hasta el 31 de agosto, con las piezas de otros siete artistas visuales vinculados a la historia de la discoteca.
Sin embargo, el visitante no podrá llevarse más que el recuerdo de la exposición o uno de los catálogos que se venden a la salida. Y es que la discoteca no hace excepción a su política de prohibir las fotografías y vídeos en su interior, escudada en su misterioso lema: “Lo que pasa en Berghain, se queda en Berghain” l
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