"No hemos pegado ojo en toda la noche"
la cuenca del urumea respira aliviada una vez superado el aviso por fuertes lluvias El río no se ha desbordado, algo que los vecinos atribuyen al cierre de la presa del Añarbe: "En 2011 la abrieron. Seguro"
Donostia. Es primera hora de la mañana en Ergobia, en el término municipal de Astigarraga. A las seis en punto, de madrugada, ha expirado el aviso naranja por lluvias persistentes en Gipuzkoa. Lo que en gran parte del territorio solo es sinónimo de sobreuso de paraguas y de tardes de manta y sofá, aquí significa vivir pendientes del Urumea. La alerta ya ha pasado, y de momento el río no se ha desbordado. Pero la estampa que ofrece José Luis Villaverde denota las horas de incertidumbre que dejan atrás los habitantes de la zona. Este vecino de Ergobia pasea con sus dos perros junto al puente de Oialume, y señala a las escalerillas que dan acceso al propio río. "Otras veces el agua ha llegado a cubrir las diez. Ahora solo cubre siete. No ha sido para tanto", se felicita.
El suyo es el sentir general en la cuenca del Urumea. "De esta alerta nos hemos librado". Ergobia, Martutene, Txomin... Los comerciantes trabajan sin las estructuras con las que suelen intentar evitar la entrada de agua. Y el sol comienza a brillar tímidamente, señal inequívoca de que se puede empezar a respirar tranquilo. Que se lo digan a Teófilo Mangas. "No he pegado ojo en toda la noche", confiesa este vecino del barrio donostiarra de Martutene, donde reside desde hace 30 años. Lo ha pasado mal, pero se queda más tranquilo cuando observa el estado del Urumea. "En las inundaciones de hace dos años el agua bajaba con el triple de fuerza, y con más caudal. Dicen que han cerrado el Añarbe, y se nota. En 2011 no lo hicieron y pasó lo que pasó", critica al rememorar tiempos pasados.
vivir con el miedo Entonces, el río alcanzó las ventanas de su domicilio, en un bajo, lo que lógicamente le ocasionó inundaciones en casa y múltiples problemas. Durante los últimos días ha vivido con el miedo de que la historia se repitiera, y con la impotencia de que evitarlo no estaba en su mano. "¿Es que acaso se puede hacer algo? La naturaleza es sabia. Si el río pasa por aquí y baja con fuerza... Aquí al lado construyeron hace poco casas nuevas, y pusieron un muro de contención. Pero luego esas viviendas se inundaron igual. Es como eso que dicen de que van a hacer obras y van a modificar el curso del río. Eso no puede llevar a cabo. Es imposible", indica.
Mientras, en Ergobia, Gabriel Ramos inicia su jornada laboral. La oficina de Electrolux en la que trabaja se encuentra en una de las zonas más inundables de Gipuzkoa, a solo unos metros del Urumea, que discurre ligeramente más abajo que la puerta del local. En cuanto se le pregunta por las inundaciones marca con su mano una altura de la pared, aproximadamente un metro y medio sobre el suelo. "Hace dos años el agua llegó hasta aquí", señala, antes de iniciar una argumentación idéntica a la de Teófilo. "Solo se trata de cruzar los dedos para que el río no se desborde. Más no se puede hacer. Si el agua ha llegado a alcanzar estas alturas, ya me dirás... Cuando esto se empieza a inundar subes ordenadores, aparatos electrónicos y papeles encima de los armarios, para que no se estropeen. A partir de ahí, se trata de tener suerte", comenta resignado.
En Astigarraga y Martutene, pese a que estaban avisados de las posibles crecidas, raro es el local o el piso en el que han intentado poner barreras a la posible entrada de agua. Un poco más abajo del curso del río, en Txomin, en el barrio donostiarra de Loiola, ni siquiera han recibido en sus teléfonos móviles el mensaje del Ayuntamiento alertando del peligro de inundación. "Sabemos que allí sí que han avisado, pero aquí no nos han dicho nada. Nosotros hemos trabajado normal estos días", señala desde el otro lado de la barra el camarero del Goizuetarra, frente al apeadero de Renfe. La terraza del establecimiento permanece abierta y disponible para los clientes, a solo unos metros del Urumea, que baja tranquilo. "Ya ves que estamos prácticamente en un agujero. Esto se inunda bastante a menudo. Pero parece que esta vez el río no va a estar ni cerca de desbordarse", explica un cliente habitual que apura un cigarrillo ante la puerta del local.
añarbe cerrado Jose trabaja a apenas 50 metros del lugar, en el taller de coches Mikel, de ubicación privilegiada, en lo alto de una leve colina que le exime de todo peligro. "El agua nunca ha llegado hasta aquí arriba. Solo hasta ahí afuera", señala mientras abandona por unos momentos el coche que está reparando y cruza el umbral de la puerta. Las vistas desde allí, eso sí, le han permitido convertirse en un experto a la hora de calibrar el estado del Urumea. "Esta vez ya no va a ocurrir nada. El río viene tranquilo. Es lo que suele pasar. Cada vez que pronostican algo, la cosa termina quedándose en nada". "Será que esta vez Añarbe está cerrado", agrega con sarcasmo.
Como él piensa gran parte de los vecinos que viven junto al Urumea. Y es que la alerta naranja de los últimos días ha generado dos sentimientos en la zona. El primero, el lógico temor a posibles inundaciones, sobre todo tras los daños que provocaron las registradas hace dos años, que anegaron numerosos locales y viviendas. Y el segundo, la rabia que provoca la certidumbre de que aquello pudo evitarse, al menos en parte, cerrando las compuertas del Añarbe. De momento, el primer aviso de la temporada ha pasado de largo. Y sin sobresaltos. Pero, de aquí a marzo, el Urumea vivirá pendiente de los pronósticos del tiempo.
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