lA cuna espiritual del papa Francisco amaneció ayer ante un rosario de medios de comunicación. Una gran paradoja parecía envolver el Santuario de Loiola, al menos, resultaba curioso observar cómo una sociedad cada día más secularizada sigue con tanto fervor el nombramiento del pontífice. Los inquilinos del santuario ofrecían su propia explicación. "Nuestra cultura cristiana, y lo digo desde el punto de vista más humano, sigue dejando su impronta. A pesar de la secularización, en el fondo perduran los valores...". La conversación con Txema Vicente, rector del Santuario de Loiola, tiene lugar en la sala de visitas de la basílica, ante la atenta mirada de los reyes fundadores de Loiola, Carlos II (el último de los Austrias) y, su madre, doña María. Los retratos de ambos presiden la sala y, con su penetrante mirada, casi parecen participar de la charla.
Aunque no consta en los registros, y el rector no es capaz de asegurarlo, Bergoglio visitó Loiola a principios de los años 70, coincidiendo con su estancia en Alcalá de Henares (1970-1971), donde realizó parte de su formación jesuítica. Lo confirma este periódico tras ponerse en contacto con José Luis Zinkunegi, actual superior del Castillo de Javier. "Recuerdo que era un domingo. Nos conocimos en la sacristía. El había venido a visitar la casa natal de San Ignacio, donde yo por aquel entonces estaba destinado. Me regaló un libro sobre su tesis. Fue un hombre que me causó muy buena impresión: Sereno, tranquilo, cercano y muy espiritual. Fue muy tratable y dialogante", rememora el jesuita al otro lado del hilo telefónico.
expectación
El móvil no deja de sonar
Cuatro décadas después de aquel encuentro, este periódico se desplaza al mismo escenario. El móvil del rector no ha dejado de sonar en las últimas horas. Su correo electrónico tampoco da abasto. Desde que el mundo entero supo que un jesuita acababa de ser elegido máximo responsable de la Iglesia católica, la gente no ha dejado de llamarle a este tudelano de 50 años. "En realidad", apostilla él, "que sea jesuita es secundario. La alegría viene fundamentalmente porque la Iglesia tiene un nuevo Papa", matiza Vicente mientras compone un gesto amable.
Desde el pórtico se observa el macizo de Izarraitz y los montes Xoxote y Erlo que, cubiertos de blanco, parecen vestidos de gala para la ocasión. Pero los jesuitas, definitivamente, no parecen otorgar excesiva relevancia ni acoger con especial entusiasmo que el pontífice pertenezca a su misma congregación religiosa. "Tenemos un cuarto voto de especial obediencia al Papa, y funciona de la misma manera si se trata de un antiguo sacerdote y obispo del clero secular o de un franciscano. Que haya sido jesuita no va a eclipsar en nosotros el sentido de ese voto". El autor de estas palabras es el periodista Félix Juan Cabasés, que reside en el Santuario de Loiola desde 2001, cuando cumplió 70 años.
Este hombre parece una enciclopedia andante en aquello que guarda relación con la basílica. Cabasés fue redactor jefe de Radio Vaticano, además de profesor de Comunicación Social en la Universidad Gregoriana de Roma. Como profesional de la comunicación, tiene una opinión formada de lo ocurrido tras la quinta votación del Cónclave. "Como periodista que soy, reconozco que muchas veces hablamos sin compulsar debidamente las fuentes. Por eso, no me creo las informaciones que se han publicado en torno a Bergoglio. No me las creo dada la severidad del juramento que tienen que prestar los cardenales sobre el secreto de las elecciones. Creo que es una leyenda eso de que tras recabar los votos pidió llorando que por favor no le nombraran Papa".
Comunidad envejecida
Una media de 80 años
Varios jóvenes pasan haciendo footing durante la mañana frente a la imponente iglesia. Su juventud contrasta con la de los 45 jesuitas que residen en el Santuario, la mitad de los cuales están enfermos. Es una comunidad de sacerdotes envejecida. Loiola es la enfermería provincial, a la que acuden los religiosos que más ayuda precisan, y la media de edad es de unos 80 años. "A mí creo que me tocará dentro de poco ir para allá", confiesa con un golpe de humor Cabasés, nacido el 5 de noviembre de 1930, seis años antes que el Papa.
El nombramiento del hasta ahora arzobispo de Buenos Aires llega en un momento en el que la congregación jesuita, alejada de los resortes del poder, no atraviesa precisamente su mejor época.
Asume el veterano periodista que "se encuentran envueltos en ese proceso de falta de vocaciones", aunque añade que no solo les afecta a ellos. "Éramos la orden religiosa más numerosa, y lo seguimos siendo, aunque durante mis 82 años de vida haya visto reducido las vocaciones a la mitad".
El nombramiento del Papa coincide en el tiempo con un proceso de integración gradual de los jesuitas, que van dejando de ser competencia de la provincial de Loiola para integrarse en la provincia de España. Los colegios ya no son competencia de la provincia de Loiola. Las Universidades tampoco. A pesar de que el noviciado de todo el Estado se encuentra en Donostia, la formación de los jesuitas tampoco pertenece ya a Loiola, sino que es provincia de España. "Llega un momento en el que la falta de vocaciones nos obliga a abandonar ciertas obras, y por consiguiente ya no tiene mucho sentido dividir a la compañía en tantas provincias", explica Cabasés. Así, solo se mantiene como provincia de Loiola el apostolado social, al que pertenece Alboan, la ONG jesuita, al igual que la comunidad Loiolaetxea, obra que trabaja por la integración social.
Todo este proceso irá quemando etapas y concluirá el año que viene. Cabasés asegura que todo el proceso se está llevando a cabo con mucha naturalidad. "Nuestro destino es de la Iglesia, que siempre ha sido capaz de renacer de sus cenizas".
tras el humo blanco
Obediencia interiorizada
El rector, en cambio, representa la fuerza y el brío dentro de la orden. Forma parte de la decena de sacerdotes más activos que residen en el santuario. Casualmente, los dos estaban juntos cuando se corrió la voz de que empezaba a salir humo blanco de la chimenea instalada en el techo de la capilla Sixtina. "Inmediatamente, nos pusimos a ver la televisión". Una enorme sorpresa recorría los rostros de Vicente y Cabasés. El Papa, en esos primeros instantes, también parecía sobrepasado. "Me quedé con la cara que puso al principio. Solo miraba a la gente, parecía que no sabía qué hacer? Daba la sensación de decir? ¿y ahora qué?". Le devolvemos al rector la pregunta. "¿Ahora? A trabajar por la línea que él apueste. Yo creo que todo jesuita tiene la obediencia al Papa muy interiorizada, y la verdad es que lo estamos viviendo con mucha fidelidad. Son tiempos de esperanza".
Una esperanza que no obvia los problemas sociales que existen. "En estos momentos en los que la Iglesia tiene que dar respuestas ante la falta de vocaciones, el hecho de que sea un Papa latinoamericano, con esa espiritualidad tan profunda? No hay que ver cómo nos puso a rezar a todos nada más salir al balcón. Es un hombre muy realista que no va a obviar los problemas", sostiene convencido de ello el rector.
Los jesuitas aseguran que el Vaticano es consciente de los problemas que hay que afrontar en estos momentos. "Quienes lo vemos desde dentro, sabemos que la Iglesia no es que quiera aumentar su poder, sino que busca propagar esa salvación que nos ha traído Jesucristo", dice Cabasés sosteniendo unos papeles. El Papa jesuita, el mismo que visitó Loiola en los 70, deberá adecuar ese fin e iniciar la reforma de la cúpula de la Curia para afrontar escándalos como el de Vatileaks, esa filtración de documentos de la Ciudad del Vaticano que tanta polémica ha suscitado.