Gipuzkoa solo recicla el 60% de los plásticos y envases que se recogen selectivamente
El otro 40% se quema en cementeras, acerías y fundiciones, o se deposita en vertederosDos empresas de Legazpi y Urnieta separan todos los materiales que luego se recuperan en varias plantas del Estado
Legazpi. El proceso de reciclaje y recuperación de los plásticos y envases de metal que colocamos en los iglúes amarillos y colgadores del puerta a puerta de Gipuzkoa es más costoso y laborioso de lo que muchos pueden pensar. Y es que solo el 75% de estos materiales es susceptible de ser reciclado y, de esta cantidad, solo el 60% consigue ser devuelto al mercado. El resto sirve como combustible a varias cementeras, acerías y fundiciones del Estado, o es depositado en vertederos.
Para empezar, hay que saber que todos los plásticos y envases recogidos selectivamente son transportados directamente a dos empresas de Urnieta y Legazpi, ambas especializadas en la separación de este tipo de materiales. La primera es propiedad de la Mancomunidad de San Marcos y atiende las zonas de Donostialdea y Txingudi; y la segunda, titularidad del Consorcio de Residuos (GHK) y gestionada por Cespa, presta servicio al resto del territorio. Este diario ha visitado la instalación de Urola Garaia para conocer su funcionamiento.
La primera explicación que da el encargado, Iker Ugarte, es que la empresa no se dedica a reciclar, sino a clasificar los materiales para transportarlos después a otras compañías recicladoras. De hecho, casi la totalidad de materiales, excepto las botellas de agua y refrescos, recorren cientos de kilómetros para comenzar el proceso de reutilización.
Todo el estado ¿Sabía que el tetra brik de leche que deposita en el contenedor amarillo termina en una empresa de reciclaje de Barcelona? ¿Y que el destino de su botella de detergente es Palencia? ¿Y que las latas de anchoa terminan en los hornos de las fundiciones? Cuesta creerlo, pero es así. El proceso de reciclaje es tan laborioso como extenso.
En el caso de esta planta operativa desde 1998 en el polígono industrial Aizurrizaga de Legazpi, todo empieza con la llegada diaria de siete y diez camiones cargados de plásticos y envases. Una vez en el lugar, los ocho operarios inician las caracterizaciones de los materiales: miran su composición, abren las bolsas e introducen los residuos en las máquinas automáticas, que los separan según sus características.
Por un lado, colocan los tetra brik para llevarlos a la única empresa recicladora de estos envases, que se sitúa en Barcelona, donde se separan los plásticos, el aluminio y el cartón, que es aprovechado en las empresas papeleras.
Por otro lado, se seleccionan los plásticos mezclados como bandejas, cosméticos y demás elementos de PVC que tienen como destino una cementera de Toledo, en la que se utilizan como combustible.
En un tercer bloque se separan los envases de detergentes, lejías y similares, que son relativamente fáciles de reciclar, en su caso, en una compañía de Palencia. Y, para terminar, se clasifican las latas, que sirven como combustible en los hornos de las fundiciones y las acerías.
Solo las botellas de agua y refrescos se quedan en Gipuzkoa, en una empresa de Andoain, mientras que la fracción resto o los elementos que no pueden ser reciclados (por su alto coste o porque resultan inviables medio ambientalmente) acaban en un vertedero controlado de Mutiloa que gestiona Cespa, la adjudicataria de esta planta de Legazpi.
El pasado año esta empresa recibió 4.500 toneladas de plásticos y envases procedentes de las mancomunidades de Sasieta, Debagoiena, Debabarrena, Urola Erdia, Urola Kosta y Tolosaldea. Y de ellos, se pudieron reciclar en torno al 60% de los materiales, unas 2.700 toneladas. Desde la planta comunican que en este tipo de materiales la fracción rechazo ronda el 25%, aunque puede variar sensiblemente. Eso sí, indican que, en comparación con otros territorios como Catalunya, la calidad del plástico que se recoge en los contenedores amarillos y colgadores del puerta a puerta es mejor. La razón que apuntan es que la gente, probablemente, está más concienciada y deposita correctamente cada fracción en el contenedor que le corresponde o el día que marca el calendario del sistema operativo en Hernani, Usurbil, Oiartzun y An-tzuola.
Altos costes Desde la empresa explican que cada vez existen más tipologías de plásticos, y que por tanto cada vez es más difícil y costoso reciclarlos. Los precios varían en función de la forma en que se venden, bien en retales, triturados o en granza (pequeñas partículas del tamaño de un grano de arroz), y también dependen del lugar en el que se generan.
Primero, los envases de plástico son separados por familias y luego, se envían a recicladores de plástico que los trituran, los lavan y los convierten en granza mediante maquinaria de transformación adecuada. Este material sirve para fabricar bolsas de basura, bidones, tiestos, nuevos envases para detergentes e incluso prendas como forros polares.
Como informan, las salidas varían en función de las necesidades del mercado. Por ejemplo, hasta hace pocos años, el poliestireno de baja densidad (bolsas de la compra) era utilizado en la construcción de tuberías pero, hoy por hoy, no sale rentable porque contiene poco material y generalmente suele estar humedecido, por lo que es necesario limpiarlo. Por todo ello, la salida más habitual que se le da hoy es como combustible en las cementeras. Y más de lo mismo con otro tipo de plásticos que no son reciclados, bien por su alto coste de vuelta al mercado o porque los perjuicios medio ambientales del proceso de reciclaje serían enormes.
Generalmente, esta granza no es compatible económicamente con la procedente del petróleo, ya que los costes de esta segunda son mucho menores. Por ello, se buscan medidas como la obligación marcada al sector automovilístico para que utilice un porcentaje determinado de materiales reciclados.
Así, y solo así, se conseguirá promocionar el reciclaje del plástico y los envases, una parte "fundamental" del sistema integral de la gestión de los residuos urbanos. Y más en Gipuzkoa, un territorio carente de fuentes energéticas y con una presión demográfica cada vez más elevada, donde no hay más elección que reciclar los materiales. Lo advierten las autoridades competentes y la mayoría de la sociedad ha interiorizado el mensaje aunque, en ocasiones, se olvida lo mucho que cuesta devolver esos productos al mercado.
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