Timoneles de la modernidad
un libro recoge la vanguardista obra de los arquitectos aizpurua y labayen, creadores del náutico donostiarra
EN el pleno municipal de Donostia de junio de 1929 cuatro concejales presentaron una moción contra la construcción del edificio del Náutico, que calificaban de antiestético y "mazacote". Por ello, solicitaron que se adoptase un "acuerdo enérgico" a fin de que no continuasen los trabajos. El alcalde, José Antonio Beguiristain, replicó que obró "muy bien" en este asunto, pues llegó a pedir que "no se hiciesen las obras" y, "en momento oportuno", se pediría su destrucción "sin que se le abonen perjuicios a los señores del Club Náutico".
La moción no salió adelante y dos meses más tarde Donostia inauguró uno de sus inmuebles emblemáticos, adelantado a su tiempo, y que paseó el nombre de la capital guipuzcoana por las más granadas exposiciones arquitectónicas. Las imágenes de este "barco de hormigón" se multiplicaron en las páginas de las revistas especializadas más importantes de la época y se recogieron en la célebre exposición del MOMA de Nueva York, titulada The International Style.
El avanzado diseño del Náutico, de estilo racionalista, se debió a dos guipuzcoanos, el donostiarra José Manuel Aizpurua y el tolosarra Joaquín Labayen. Su breve pero intensa trayectoria profesional, desarrollada conjuntamente desde 1927 hasta el 36, la ha recogido ahora el arquitecto José Ángel Medina, en un libro editado por el Colegio de Arquitectos Vasco Navarro, en el 75º aniversario de la muerte de Aizpurua.
La obra muestra las inquietudes de ambos arquitectos por "pensar el hombre moderno, algo que los conectaba directamente con los movimientos internacionales más influyentes", según explica Medina.
El libro profundiza en sus vidas, en sus relaciones con sus colegas de la época, así como en su activa participación en la vanguardia española y europea a través del grupo Gatepac (liderado por Le Corbusier y Gropius) y la revista AC, Documentos de Actividad Contemporánea. También refleja su muy distinta personalidad, ideología y compromiso político. Aizpurua simpatizó con el movimiento fascista (cofundó la Falange junto a su amigo José Antonio Primo de Rivera), mientras que Labayen estaba más cercano al nacionalismo.
Ambos arquitectos cursaron sus estudios juntos y fijaron su oficina en la calle Prim de Donostia, que se convirtió en todo un centro de agitación cultural, potenciado por las amistades de Aizpurua con el pintor Benjamín Palencia y el poeta Federico García Lorca. De hecho, la modernidad del Náutico atrajo a Donostia a Pablo Picasso, Le Corbusier y al propio poeta granadino.
El ansia renovadora de Aizpurua y Labayen les condujo a proyectar la Sala de Juntas AGP (1928-1929), el Yacaré Bar Club (1929), la pastelería y salón de degustación Sacha (1930), el Café Madrid (1933), el centro cultural Euzko Pizkunde (1933) y la sociedad gastronómica-cultural GU (1934), entre otras. "A pesar del éxito del Náutico no se limitaron a copiar. Fueron cambiando y buscando una proyección con un trabajo honesto y sincero", detalla Medina.
Además, los dos entendieron que para lograr "una transformación urbana, arquitectónica y social era imprescindible tomar parte en la Administración".
Pero su trayectoria quedó truncada en 1936, cuando Aizpurua fue fusilado a manos de los republicanos. Labayen se trasladó a Tolosa, donde desarrolló discretamente su trabajo hasta su fallecimiento en 1995.