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Pedalear por Nueva Zelanda en familia

Una pareja donostiarra y sus dos hijos han recorrido la isla del pacífico en bicicleta durante tres meses

Pedalear por Nueva Zelanda en familiaBizibidaia

Solo tienen seis y tres años, pero Eki y Lur han viajado por todo Centroeuropa y conocen a la perfección todos los rincones de Nueva Zelanda, país que han recorrido en bicicleta durante tres meses junto a sus padres, Mikel Bringas y Rosa Lizaso. En esta aventura de 2.000 kilómetros, han visto pingüinos, calamares gigantes, possum, moas, kiwis, tuataras y multitud de animales exóticos más. Y han vivido experiencias únicas, como recibir regalos del Olentzero a más de 20.000 kilómetros de casa, avistar ballenas, bañarse en playas salvajes de arena negra y hacer amigos neozelandeses comunicándose solo en euskera.

Han pasado varios meses desde que estos donostiarras volvieron de este "magnífico viaje" y todavía siguen pensando en la calidad humana de los lugareños, los amigos que hicieron y los paisajes que descubrieron en las dos islas de Nueva Zelanda.

La experiencia fue "única e irrepetible", pero el padre de la familia reconoce que embarcarse en esta aventura "no fue fácil". "Algunas personas no entendían cómo nos animábamos a recorrer este país en bicicleta con dos niños, pero no teníamos ninguna duda y estábamos decididos a dar el salto", apunta.

Tenían ahorros, habían conseguido los permisos pertinentes en sus empresas y estaban convencidos de que era el momento. "Estábamos bien de salud y Eki no había llegado todavía a Educación Obligatoria, así que hablamos con su profesora y acordamos que el niño practicaría la escritura mandándole postales desde Nueva Zelanda", indica.

Y así lo hicieron. Después de desmontar, embalar y facturar una bicicleta, un tándem y una silleta para niños con destino a la ciudad de Auckland, el pasado mes de noviembre la familia inició el viaje.

No era la primera vez que los Bringa Lizaso viajaban al completo en estas condiciones, ya que un año antes recorrieron Centroeuropa en bicicleta y, anteriormente, hicieron lo mismo por toda Euskal Herria y Francia. Además, antes de tener niños, la pareja pedaleó por el Sudeste Asiático, Cuba y Costa Rica.

Aun así, era la primera vez que se sumergían en una aventura de tal envergadura con sus pequeños de seis y tres años, y eso "imponía". De ahí que organizaran el viaje con un año de antelación y contactaran con una quincena de familias de Warmshower, la red de hospitalidad entre cicloturistas, para que les dieran cobijo durante su estancia en la isla.

En algunos casos se alojaron en las propias casas de estas familias, en otras utilizaron sus jardines para montar una tienda de campaña y, en ocasiones, acudieron a campings y albergues.

Pedalear en horas de siesta

Entre 40 y 50 km diarios

Los Bringas Lizaso organizaron su viaje en varias etapas de entre 40 y 50 kilómetros, de manera que Mikel y Rosa pudieran hacer cada trayecto en dos o tres horas, coincidiendo con la hora de la siesta de los niños. Él subido en una tándem con Eki; ella, en una bicicleta con un carrito para Lur, el matrimonio pedaleaba mientras los pequeños dormían. El resto del día lo pasaban en parques, en zoos, jugando y conversando con las familias que los acogían.

Conocieron a gente "maravillosa" como George, Hellen, Joanne, Enddy y muchos neozelandeses más, y durante los meses que duró el periplo, los niños aprendieron a chapurrear y mezclar el inglés y el euskera para comunicarse con sus nuevos amigos.

Una de las experiencias más inolvidables la vivieron en Nochebuena, durante su estancia en casa de la familia formada por Simon y Michelle. El padre era bombero y los invitó a la fiesta de Navidad que se celebraba en el parque de ese cuerpo, por lo que los guipuzcoanos aceptaron gustosos.

Lo que nunca llegaron a imaginar fue que allí se encontrarían con Santa Claus y que éste les entregaría dos regalos de parte de Olentzero. "Había que verles las caras", comenta el padre.

Pero, en los más de 2.000 kilómetros que duró el viaje, los donostiarras también tuvieron que hacer frente a problemas, como la rotura de varias cámaras de las ruedas y las picaduras de los mosquitos sandflies. "Hay momentos en los que te preguntas por qué no habríamos ido a Salou o Benidorm, pero cuando pasan los malos ratos, te das cuenta de que eres un privilegiado", reconoce el padre, convencido de que el viaje de Nueva Zelanda les ha cambiado la vida a los cuatro.

"Es posible que los txikis, sobre todo Lur, no se acuerden del viaje. Pero lo tendrán grabado en su memoria y les enseñaremos las fotos y los vídeos que tomamos", añade.

Además, los padres han elaborado un documental sobre el viaje. Se llama Kiwizibidaia y está siendo proyectado en distintos municipios del territorio con motivo de la semana de la movilidad que se celebrará este semana. La familia ha mostrado su documental en Arrasate, Hernani, Zarautz y Anoeta, y este mes lo hará en el Ayuntamiento de Donostia, Gasteiz, Barcelona, Sabadell , Urnieta e Irun.