bilbao. "La gota es la única enfermedad inflamatoria articular crónica que se puede curar, pero no se suele tratar o, al menos, no adecuadamente", explica el doctor Fernando Pérez Ruiz, reumatólogo del Hospital de Cruces y uno de los más destacados expertos en gota del Estado. Forma parte del reconocido grupo de reumatólogos dedicados a esta enfermedad que, "más que poco atractiva, da la sensación de que no es complicada, que es fácil de diagnosticar y que nos amoldamos muy bien a ella, pero no es así", añade.
La manifestación más habitual de la gota es la monoartrosis aguda, que se caracteriza por la aparición brusca, a menudo por la noche, de dolor e inflamación en una sola articulación (dedo gordo del pie, tobillo, rodilla...). Es característico al inicio la remisión del proceso inflamatorio, quedando el paciente sin síntomas entre siete y diez días. Otros pueden sufrir recurrencias varias veces al año, aunque algunos nunca experimentan un segundo ataque.
En la Unidad de Artritis Gotosa del Hospital de Cruces han estudiado a más de 1.000 pacientes aquejados de esta enfermedad. "Uno de cada tres tiene gota de forma crónica. Los que nos llegan a consulta presentan ya la dolencia en forma grave. Curiosamente, solo el 30% ha recibido, a lo largo de su vida, algún tratamiento para reducir el ácido úrico de forma reglada; la mayoría no son tratados porque muchos médicos piensan que es una enfermedad que no tiene cura", se lamenta este especialista. "El objetivo primordial para combatir esta patología es mantener controlados los niveles de ácido úrico, pero la mayoría de los pacientes no recibe tratamiento y cuando sí lo tiene es por poco tiempo", explica.
El ácido úrico se produce cuando el cuerpo metaboliza purinas, componentes comunes de muchos alimentos. Entre los factores que aumentan el riesgo se hallan el consumo excesivo de alcohol y también refrescos que contienen fructosa.
A pesar de que la gota es una enfermedad fácil de diagnosticar, fácil de tratar y de curar, más del 50% de los pacientes no están bien controlados. "Hay que optimizar el tratamiento en los periodos iniciales". Ésta es la conclusión de un estudio coordinado por el propio Pérez Ruiz con especialistas de distintos hospitales españoles sobre el manejo de la práctica clínica de esta enfermedad, y que será publicado próximamente.
evaluar a los pacientes En los últimos años son varios los grupos que trabajan en la búsqueda de medidas de evolución que permitan evaluar a los pacientes. "Tenemos distintas medidas de desenlace validadas, como es el caso de la utilización de ecografía, pero la calidad de vida ha sido poco estudiada en casos de gota", aclara el especialista. "Necesitamos saber si los pacientes se encuentran mejor con estos tratamientos, adecuar los parámetros que nos permiten conseguir una mayor ganancia de calidad de vida o qué maniobras durante el tratamiento evitan que se pierda", añade. "En ensayos clínicos hemos observado que cuando no se hace una profilaxis adecuada, los pacientes tienen más ataques y se sienten peor, perciben una peor calidad de vida", explica el reumatólogo del Hospital de Cruces.
Frente a estos estudios, en la práctica el manejo de la gota no es el que se realiza en los ensayos, se lamenta el doctor Pérez Ruiz. Al analizar comparativamente los estudios publicados, el reumatólogo comenta "que la persistencia de los pacientes con tratamientos para la gota es menor del 25%, mientras en una consulta real monográfica es superior al 80% a cuatro años vista". ¿Cómo se logra acercarse a los resultados óptimos?, se pregunta. "La solución para conseguir reducir la persistencia de la gota se encuentra en educar al paciente, explicándole por qué se produce su patología y cuál es la forma de solucionarla. Hacerle copartícipe de la solución". Lo ve muy claro el doctor, porque "si no se les explica bien al inicio del tratamiento, aunque todo parezca que vaya bien, puede sufrir nuevos ataques".
sin importancia A la gota se le da poca importancia como enfermedad, porque nadie se muere de gota, pero los síntomas pueden llegar a ser severos. Muchas veces tienen una inflamación crónica no detectable, ni ellos sienten los síntomas y, sin embargo, precisamente por esta inflamación, están corriendo un riesgo cardiovascular. "Ir desarrollando fases más avanzadas de la enfermedad hacen que pierdan entre 15 y 20 años de calidad de vida. Con un tratamiento adecuado lo recuperan en gran parte, lo que nos ayuda a ver que lo hacemos bien y que el propio paciente va apreciando que gana calidad de vida", explica el reumatólogo de Cruces.
En la medicina actual aun existen bastantes dolencias para las que no hay cura, pero no es éste el caso de la gota que sí la tiene si se actúa correctamente. Por eso se lamenta que no se remedie, "para empezar, la mayoría de los que nos llegan a consulta lleven 5 ó 6 años de evolución; solo cuando les dices que sabes lo que tienen, que ellos mismos lo pueden ver y les explicas que tiene tratamiento y curación, su respuesta es muy positiva", señala el doctor Pérez Ruiz.