IGOR SUSAETA

PARA estar a mediados de abril, ayer hacía frio en Nueva York. Bastante. Unos seis grados a las 14.00. El viento helador, a veces racheado, y un sirimiri, que poco a poco, calaba los huesos. Pero la suerte estaba echada: había que celebrar la Korrika en la city por segunda vez consecutiva. Y la diáspora vasca no falló. Dicen que somos gente de fiar, de palabra. Pues unas cuarenta personas, tres decenas de valientes, recorrieron con entusiasmo algunas de las calles de la zona de Williamsburg, en Brooklyn. Y una vez llegados al parque de East River State, al lado del East River (valga la redundancia), con el skyline, majestuoso, de frente, recordaron a Bloomberg que en Nueva York también se habla euskera, que se siente y se sufre en nuestro idioma. "Alkate, entzun, New York euskaldun!". Mas que bajo la lluvia, ayer en la capital del mundo la diáspora cantó y se emocionó bajo el sirimiri. En euskera, of course. Pero que se vayan acostumbrando los newyorkers. La de ayer es la segunda vez que se celebra la Korrika aquí. En 2009 también la atónita muchedumbre fue testigo de cómo se las gastan los vascos. Aquella vez se ocupó Central Park. Este año la ilusión cruzó el puente de Brooklyn, y se traslado hasta Williamsburg. El punto de partida estaba claro: Avenida Bedford, esquina con la calle numero 12. Cerca del McCarren Park. Eso habían decidido los miembros de la Eusko Etxea de Nueva York, organizadores del evento.

Es normal ver a gente correr por el McCarren Park. Ver a gente jugar a béisbol, a fútbol, a soccer. Ayer, en cambio, los únicos que querían hacer un poco de deporte al aire libre en Nueva York eran los vascos. Deporte con petos distintivos, pancartas empuñadas, e Ikurriñas al viento. Las caras de las tres decenas de vascos que se reunieron en la citada esquina reflejaban esa ilusión. Mezclada con algo de inquietud, eso sí. Es lo que pasa en las grandes ocasiones. También es muy común empezar a saltar debido al hormigueo interior. O frotarse las manos. Esos gestos respondían ayer tanto al frio reinante, como a las ganas de reivindicación en un espacio único.

Y pocos de los vascos residentes en Nueva York fallaron ayer. Veteranos curtidos en mil batallas en la ciudad, neófitos en la materia, y turistas con los ojos iluminados se agolparon detrás de la pancarta que tomó rumbo hacia el East River. Empezó el jolgorio. Los paseantes, mientras tanto, extrañados. Pero contentos. Se les entregó una hoja en ingles para explicarles el motivo de la fiesta. Y doy fe que a algunos se les iluminaron los ojos. Orgullosos ellos también. Quizás, porque saben que viven en una ciudad y en una sociedad en la que escasean la reivindicaciones. Levantaron el pulgar como signo de aprobación, como queriendo indicar que estamos vivos aún. Como el euskera.

Nueva York euskaldun! El ruido de los cláxones de los coches no hizo más que acentuar el concepto reivindicativo de la carrera de ayer en Nueva York. Pero no llegaron a ahogar los animosos y sentidos cánticos: "Tipi-tapa, tipi-tapa, Korrika!". "Alkate, entzun, New York euskaldun!". Y de mientras, risas y algún valiente pidiendo que se aumentase el ritmo, no conforme con el trote.

Pero no era ese el objetivo. Se sudó la camiseta, es verdad. Más quizás por la emoción, por el orgullo, que por el esfuerzo en sí. Por demostrar en Nueva York, por decirle, por gritarle al skyline, que nuestro idioma está vivo. Que se siente y se sueña en euskera. Durante un kilometro, se paseó el cuerno que sustituyó al testigo que hoy llegará a Donostia. Cuando la carrera en Euskal Herria transcurría entre Gernika y Lekeitio, tres decenas de vascos se pusieron los petos, empuñaron pancartas, ondearon Ikurriñas, y cantaron bajo el sirimiri, of course. La fiesta continuó luego en la Eusko Etxea.