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La Veterinaria en la Antigüedad

DURANTE este año, diversos actos que comenzaron en Lyon y que se celebrarán en todos los países del mundo, celebrarán el Año Mundial de la Veterinaria, al cumplirse 250 años, de la fundación de la primera Escuela de Veterinaria del mundo en aquella localidad francesa.

El veterinario, historiador y paleontólogo santanderino D. Benito Madariaga de la Campa, en su libro Marcelino Sanz de Sautuola y la Cueva de Altamira, afirma que la cierva del techo de Altamira estaba muerta cuando fue pintada, a tenor de la rigidez de sus extremidades y su lengua fuera. Entre los bisontes pintados hay varios que son hembras. Una de ellas, con la cola levantada, está en celo. Otra, con la cabeza vuelta, está de parto. Todo lo cual nos indica el conocimiento que tuvo el hombre de Altamira, basado en la observación, de ciertos fenómenos de la reproducción animal y por extensión, de las manifestaciones externas de su estado de salud.

Si la medicina apareció con los primeros humanos, en fecha indeterminada, la Veterinaria, tiene punto de partida fiable de iniciación. Surgió cuando el hombre comenzó el proceso de domesticación animal. Ello ocurrió hace unos 12.000-15.000 años. Tan pronto como el hombre logró domesticar y poner algunos animales a su servicio, tuvo que ocuparse necesariamente de su cuidado y de aliviar sus dolencias, utilizando, lógicamente, los mismos remedios que empleaba para sus propias dolencias.

Se han encontrado vestigios arqueológicos que evidencian la actividad veterinaria en épocas prehistóricas, si bien en forma empírica y muy rudimentaria. Tales vestigios aparecen ya desde el Neolítico, en los valles del Nilo y del Eúfrates, donde se desarrollaron civilizaciones de alto nivel.

El primer documento escrito en Veterinaria es el Papiro de Kahum, que para algunos autores procede de la época de Amenenhait III, uno de los últimos faraones de la XII Dinastía (2130 a 1930 a.C.); por su forma de escritura, se deduce la existencia de sacerdotes veterinarios.

Babilonia, de cultura semítica, había absorbido la civilización sumeria. Hammurabi fue su más importante soberano. Su Código de Leyes, inscrito en una columna de diorita con trazos cuneiformes, se encontraba en el templo de Susa, la capital y cruce de caminos, pero fue llevada a Sippar como trofeo de guerra hacia el año 1120 a.C. por un rey elamita. Hoy está en el Louvre de París. En ese Código se recoge el derecho civil babilonio y las obligaciones y deberes de dos profesionales, totalmente diferenciados, los médicos y los veterinarios.

La práctica veterinaria griega prehipocrática ha de deducirse de la propia literatura, porque las referencias son escasas. Varrón indica unas pautas muy similares a las del Papiro de Kahum. Hipócrates es contemporáneo de médicos célebres como Alemené de Crotona (500 a.C.), que realizaría y describiría las primeras necropsias. Su obra recopilatoria es la "suma" de todo lo conocido en Medicina y Veterinaria en los cinco últimos siglos, antes del comienzo de nuestra era.

Columela, gaditano, ciudadano libre de la Roma Imperial, es el primer autor veterinario español, firmó la obra De re rustica y creó la palabra "veterinarius". Gaius Secundus, en su Historia Naturalis habla sobre el tratamiento preventivo de la rabia del perro. Este autor perpetuó la creencia popular de la Antigua China sobre la "lyssa", formación fibrosa alargada de la base de la lengua, como responsable de la rabia, recomendando su extirpación en los cachorros para prevenir la enfermedad. Esta práctica continúa hasta nuestros días en ambientes de incultura. En tiempos de Julio César, Herófilo, "medicus equarius", causó un escándalo social al descubrirse que no era hijo de Pompeyo, tal como se afirmaba.

Con la caída del Imperio Romano a manos de los bárbaros, toda la Ciencia, la Veterinaria incluída, se desplazará hacia Oriente, a Bizancio, la actual Turquía. Un griego romanizado, Apsyrtus, fue veterinario al servicio de Constantino el Grande. Constantino VII Porphyrogenitus 913-959 mandó recopilar todos los libros griegos y romanos de Constantinopla, sobre todo de Apsyrtus, Hierocles y otros 48 autores, en la obra denominada la Hippiatrika.

Por lo demás, la contribución científica propia del Imperio Bizantino fue escasa, pero supieron recopilar, conservar y transmitir todo los conocimientos de la antigüedad y transmitirlos a los nestorianos, los árabes y, con ellos, a Occidente.

Los nestorianos desterrados de Bizancio por el Concilio de Éfeso, en el año 431, llevarán el saber a la actual Siria -Edessa y Nisibis- y finalmente a Persia, entonces Gundishapur y ahora Irán, en el siglo VI, enclave de gran importancia en la conocida Ruta de la Seda. Con esta migración, la ciencia se enriquece con las aportaciones del lejano Oriente y cambia de idioma: Del griego pasa al siríaco, rama del arameo.

El 622 d.C. ocurrirá un hecho trascendental, el nacimiento del Islam, la Égira y lo que supuso como efecto aglutinador de culturas y religiones en toda esa amplia región geográfica, para gestar una cultura, la árabe y una religión, el Islam, que no tardaría en disgregarse políticamente en califatos y emiratos, los abbásidas en Bagdad, omeyas en Damasco y Córdoba, fatimitas en El Cairo, citando únicamente las más importantes y su rápida y amplia extensión territorial. Con ellos viajará también la Ciencia, enriqueciéndose con las aportaciones locales. En lo que a la Veterinaria respecta y dicho a modo de fórmula matemática, la Hippiatrica + las aportaciones romanas + la recopilación y las aportaciones bizantinas + las aportaciones y recopilaciones (incluso de China, India y Mongolia) nestorianas + las aportaciones árabes, darían origen a la Albeitería, a la que nos referiremos en una próxima entrega.