tODO comenzó por un débil frente frío que circuló, el pasado miércoles, a lo largo de Puerto Rico, en el Caribe. El frente no generó apenas nubosidad, si bien refrescó el ambiente en aquellas regiones. El interés, sin embargo, se encontraba en la borrasca de la que dependía: una zona de baja presión que, centrada a unos 400 kilómetros al norte de la isla caribeña, mostraba un curioso giro en sus vientos que, por lo bien formado que se mostraba, resultaba poco habitual en aquellos pagos.

La pequeña borrasca se alejó de las islas caribeñas el jueves 25 y, con inusitada rapidez -empujada por muy fuertes vientos del oeste- cruzó el Atlántico por su franja subtropical (a la altura del paralelo de los 25º: el que cruza por las proximidades de Miami y de Canarias), circulando sobre aguas cuya temperatura supera los 20º.

Así, se presentó ayer viernes como un ejemplar avanzado de potente centro de bajas presiones, en una posición ubicada entre las islas Azores y Madeira, con miras de reforzarse con prontitud, y claras intenciones de cambiar su rumbo hacia el nordeste, hacia la Península.

no es cualquier borrasca

Ciclogénesis explosiva

Esta borrasca no es una cualquiera. Se trata de un nuevo ejemplar resultante del fenómeno conocido como Ciclogénesis Explosiva, de infaustos recuerdos en nuestros pagos, y cuenta, además, con masas de aire de origen, como mínimo, subtropical.

Las borrascas o ciclones son áreas de baja presión. Es decir, zonas de la atmósfera en donde la presión o peso del aire es menor en su centro que en el resto. En las bajas presiones, los vientos giran en el sentido contrario a como lo hacen las agujas de un reloj (hablamos del hemisferio norte).

Como resultado, los vientos tienden a converger (a encontrarse), lo que conlleva una acumulación de masa de aire en un determinado punto. Como consecuencia de tal convergencia, el aire "no cabe" en un espacio dado y, como no puede descender (pues el suelo se lo impide), debe ascender. Al subir, el aire se enfría. Entonces, se condensa su vapor de agua. Y se forman nubes. El mecanismo, una vez iniciado, es difícil de detener. Y, encima, si se trata de un mecanismo "explosivo", resulta de resultados catastróficos.

De momento, nos encontramos -tal y como se señalaba anteriormente- nuevamente frente a otra ciclogénesis explosiva. Técnicamente, para que una baja presión o borrasca (o ciclón, que viene a ser lo mismo) adquiera tal denominación, debe exhibir una pérdida de presión atmosférica del orden de 24 milibares (o más) en un plazo de 24 horas. Algo que esta perturbación podría haber exhibido en su recorrido desde el norte de Canarias hasta el oeste peninsular, pues, si bien unas predicciones asignaban un descenso de unos 15 milibares en un día, otras mencionaban una caída de casi 30 milibares en el mismo período de tiempo, con mínimos que pueden haber rondado los 960 milibares en el momento en el que el centro de la perturbación afectaba al noroeste peninsular (la presión media o normal a nivel del mar es de 1.013 milibares)

Esta caída de presión, que es el índice de su potencial (cuanto más baja es la presión en el centro de las borrascas, más potentes resultan estos fenómenos), le viene dado a esta baja presión por un doble motivo: de un lado, por el aire templado o semicálido que, de origen tropical y subtropical, le acompaña desde el norte de las Antillas Mayores; de otro, por el aire frío o muy frío que le llega, en forma de una muy profunda vaguada (las vaguadas son una especie de hundimientos alargados en la alta atmósfera), en los niveles altos y medios (estos niveles son los que van desde los 5.500 metros de altitud hasta los aproximadamente 11.000).

la diferencia

Aire tropical

Y esta es la nota que diferencia a este ciclón explosivo del que nos atacó en enero de 2009. Aquél se formó al norte de Azores y noroeste de la Península; se desplazó con rapidez hacia el este rozando las costas del Cantábrico; se introdujo en el sur de Francia y acabó casi a la altura de Niza. Este, por el contrario, viene del norte de Puerto Rico y del noroeste de Canarias; nos alcanza desde el suroeste hacia el nordeste; se espera que afecte a Bretaña y al sur de Inglaterra, que pase luego, ya disminuido, hacia el norte de Alemania y que termine por escaparse hacia Escandinavia; todo con suma rapidez, como es norma en las perturbaciones explosivas.

Pero, ojo: el aire cálido de origen tropical que trae esta borrasca puede hacer mucho daño, si reacciona con brusquedad con el aire polar que le llega en los niveles superiores. Y ojo también al Cantábrico y a sus peculiaridades. Todos sabemos que en el Cantábrico, el viento sur se presenta siempre furioso; muy peculiar. El viento sur en estas tierras es un exponente del "Efecto Foehn", que supone que el aire gana temperatura en lo que cruza la cordillera, que se seca de forma notable cuando llega a las costas, y que se vuelve furioso y extraño en lo que baja por los valles desde las cumbres hasta las orillas cantábricas.

El viento sur, cuando viene provocado por un ciclón explosivo como se estima el presente, puede aumentar la peligrosidad de la perturbación, pues por su carácter agitado es capaz de potenciar la acción, ya notablemente llamativa, de las bajas presiones.

La extensión

No es un huracán

La borrasca que nos afecta no cuenta con una extension considerable. Su diámetro, medido en los mapas del tiempo, ronda los 1.000 kilómetros si tomamos como referencia la isobara (línea que une los puntos con la misma presión atmosférica; las líneas que aparecen en los mapas del tiempo) de los 1.000 milibares. Eso quiere decir que sus efectos deben quedar limitados a las regiones por donde pasa su centro y a las que se encuentren cerca de su ruta. Por el contrario, zonas que se ubiquen, pongamos por caso, a unos 500 kilómetros de la zona central de estas bajas presiones, podrían no notar demasiadas incidencias.

Es lo mismo que sucede con los huracanes. Los efectos, en estas perturbaciones tropicales son devastadores especialmente en un pequeño radio, cercano a su centro.

Es preciso tener en cuenta que esta borrasca que nos afecta no es un huracán. Para serlo, debería estar formada toda ella por aire caliente, y no es ese el caso. A pesar de que le llamen ciclón, o que se hable de "ciclogénesis" explosiva. No se trata de un huracán. Ni de una tormenta tropical.

Precedentes

1941: Santander

Analizando los archivos, nos encontramos con que el recorrido y el potencial de esta borrasca que nos afecta resultan, en principio, similares a la que provocó, en febrero de 1941, numerosos desastres en el norte peninsular, incluido el famoso incendio que destruyó Santander en la noche del 15 de febrero de tal año.

En la misma noche, y como resultado del mismo temporal, un tren de los Ferrocarriles Vascongados fue derribado desde el puente de Zumaia, en donde había quedado inmovilizado, al río Urola. Murieron 23 personas. Tanto aquella borrasca como ésta se originaron al oeste o al suroeste de la peninsula, y tanto ésta como aquélla alcanzaron valores mínimos que se estiman semejantes. Por añadidura, los recorridos seguidos por sus zonas centrales aparecen hasta cierto punto semejantes. En aquella ocasión, se registraron ráfagas de viento en el Observatorio de Igeldo, que rondaron los 180 a 190 kmts/hora. La borrasca, entonces, derivó luego hacia Bretaña y el suroeste de Inglaterra: más o menos, la misma ruta que se espera siga la que ahora nos afecta.

fenómenos en aumento

El Niño

Parece notarse, en los últimos tiempos, un aumento en la generación de estos fenómenos explosivos. Los archivos denotan, además del referido de Santander en 1941, las incursiones de mediados de diciembre de 1978, de octubre de 1984 (restos del huracán Hortense), de las denominadas Anatol, Lothar y Martin, a finales de 1999, y de la bautizada como Klaus por el Instituto Meteorológico de Alemania, en enero del pasado 2009. La actual -que no cuenta todavía con nombre asignado-, puede ser producto de la actividad desajustadora del fenómeno del Niño: un anómalo calentamiento de las aguas superficiales de la franja ecuatorial del Océano Pacífico, entre el sur de Hawai y las costas de Ecuador y de Perú, que se encuentra todavía en actividad. El Niño perturba la circulación atmosférica en todo el planeta, y permite que se originen fenómenos que, habitualmente, resultan extraños. Es de esperar que el fenómeno del Niño finalice en unos pocos meses, por lo que, ya para el verano, podríamos volver en el planeta a lo que se conoce como una "situación normal" (cambios climáticos provocados por el calentamiento global, aparte ?).