El nuevo rey de los bosques
La progresiva naturalización de Gipuzkoa está propiciando en los últimos años una paulatina reintroducción de especies que ya no existían en el territorio. El ejemplo más claro es el corzo, un pequeño cérvido que se ha extendido de forma espectacular en las zonas forestales.
ES un animal pequeño, con una altura que oscila entre los 65 y los 75 centímetros y un peso medio que no sobrepasa los 30 kilos. Su pelaje es pardo-rojizo en verano y se torna grisáceo en invierno. Presenta una característica mancha blanca en la parte trasera y, en el caso de los machos, desarrolla una pequeña cornamenta. Ésta es la carta de presentación de la nueva especie que reina en los bosques guipuzcoanos: el corzo.
Capreolus capreolus es el nombre científico de este mamífero rumiante -orkatz, en euskera- que en la última década se ha extendido de forma espectacular por todo el territorio, hasta el punto de que sus apariciones sorprenden a cada vez más montañeros y cazadores en las forestas guipuzcoanas. Dada su presencia normalizada y su extensión, la Diputación autoriza desde el año pasado batidas para regular su población. Sólo la temporada pasada se capturaron más de 300 corzos en las zonas de caza controlada de Gipuzkoa.
El fenómeno es más llamativo si se tiene en cuenta que la especie había desaparecido de Gipuzkoa a comienzos del siglo XX y que, en la década de 1980, su presencia era puramente testimonial y se limitaba a zonas limítrofes con Navarra. ¿Qué ha contribuido a semejante expansión?
A partir de 1990, corzos provenientes de Navarra y Álava comenzaron a expandirse por los bosques guipuzcoanos, proceso que fue reforzado por un programa de reintroducción llevado a cabo por la Diputación entre 1991 y 1997: ejemplares procedentes de Francia se soltaron en Aralar, Aizkorri, Pagoeta y Leitzaran. Esta medida, según expresa el director foral de Montes, Asier Arrese, sirvió para "agilizar" la evolución natural que ya se estaba dando. Los corzos habían comenzado a readaptarse al paisaje boscoso guipuzcoano.
NATURALIZACIÓN
Extensión de la especie
"En los últimos años, el territorio se está naturalizando. La presión humana es menor que hace unos años en la montaña. Y eso se refleja en las dinámicas naturales, que se están reforzando", argumenta Arrese, quien aclara que ese fenómeno "no significa que haya que bajar la guardia" y dejar de proteger la naturaleza. Esa "naturalización", junto a los rasgos biológicos del animal, ha permitido que el Capreolus capreolus haya extendido su reinado a prácticamente todo el territorio, salvo algunas zonas costeras.
El corzo es un animal eminentemente forestal que permanece la mayor parte del día en la espesura de los bosques. Huidizo, pequeño y ágil, también se mueve con facilidad en zonas con matorrales y zarzas. Las hembras viven con una o dos crías, mientras que los machos son muy territoriales y pueden desenvolverse solos o acompañar a ejemplares del otro sexo. Se alimentan de hojas y brotes de arbustos y árboles.
Con todas estas características, y sin enemigos que pongan en peligro su reinado, han hallado en los bosques de Gipuzkoa un entorno perfecto para vivir. No en vano, mientras en la temporada cinegética 1996-1997, la presencia de estos cérvidos se observó en el 15% de las batidas de caza mayor, diez años más tarde ese porcentaje había aumentado hasta el 50%. El año pasado la proporción alcanzó el 60%. Los accidentes de tráfico provocados por corzos que saltan a la carretera también han vivido una evolución similar en la última década.
Los efectos colaterales de la reintroducción de esta especie en los bosques también han sido palpables en explotaciones forestales y árboles frutales, ya que el corzo se come los brotes tiernos de vegetales recién plantados. Las pérdidas económicas consiguientes están siendo asumidas por el Departamento del Desarrollo del Medio Rural.
"Había que regular la población", afirma el director de Montes. Tras constatar que la presencia del corzo se había generalizado en Gipuzkoa, la Diputación regularizó el año pasado las batidas de corzo, de forma similar a la organización de la caza del jabalí. Las cerca de 60 cuadrillas de caza mayor autorizadas en el territorio, repartidas en doce zonas cinegéticas, son las que participan en las capturas de corzo.
PRIMER AÑO DE BATIDAS
Un total de 319 corzos
El año pasado, en concreto, el total de piezas fueron 319: ocho de ellas se cazaron en Pagoeta a rececho -modalidad cinegética en la que un cazador, acompañado por un guía, trata de encontrar un ejemplar en el monte y abatirla-. Además, el número medio de corzos vistos por batida de caza mayor fue de 2,23.
Al principio, según explica José Mari Usarraga, presidente de la Federación de Cazadores de Gipuzkoa, los aficionados al arte cinegético "mostraron reticencias" a las capturas de cérvidos. "Los perros de los cazadores estaban acostumbrados a perseguir a jabalíes, que huyen a ciegas de sus predadores. El corzo, en cambio, juega con los perros. No querían que se habituaran a la caza del corzo", argumenta.
El presidente de los cazadores guipuzcoanos añade que la caza del corzo es "diferente" al del jabalí, "muy bonita" especialmente cuando se hace a rececho. La carne de esta especie, además, también se aprovecha desde un punto de vista culinario, sobre todo "por los maestros" que existen en las sociedades".
Con las capturas y los avistamientos que se registrarán, la Diputación seguirá de cerca el nuevo reinado del corzo. "Esperamos que, en un par de años, aflorará información suficiente para contrastar la realidad y la evolución de la especie en Gipuzkoa", pronostica Asier Arrese.
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