Cada pequeño cambio en nuestra vida requiere de un proceso de adaptación. Cuando el cambio es importante, fundamental, obliga a superar una catarsis para encarar un nuevo camino libre de mochilas. A la sociedad vasca, como al resto del mundo, le ha tocado bucear en aguas desconocidas.
El tiempo se ha parado y con este freno ha llegado de invitado el miedo, un miedo policéfalo: miedo a perder la salud o la vida, miedo a perder el trabajo, miedo a que nuestro país quede en stand by, miedo a no reconocernos como sociedad. Un miedo extendido, democrático. Con el miedo ha llegado también un tratamiento, la solidaridad y el trabajo de los profesionales que han estado ahí día y noche. Multipliquemos los meses en los que han estado al pie del cañón por semanas, por días, horas y minutos.
Multipliquemos esos minutos por atención, por falta de sueño, por abnegación y saquemos cuentas. ¿Es posible? No, no salen las cuentas. No se puede llegar a valorar el tesón y la generosidad de tantas y tantas personas. A veces los conocemos, son nuestros vecinos y vecinas, nuestras amigas, nuestro primo. Muchas veces más son desconocidos.
A los primeros les podemos decir cuánto agradecemos su esfuerzo mirándoles a los ojos. A los otros, se lo hemos intentado decir con aplausos, con mensajes en las redes sociales y, sobre todo, siendo responsables y solidarios, protegiéndonos para proteger, respetando lo pautado por las autoridades sanitarias.
A los profesionales sanitarios, de la limpieza, de los supermercados, de la atención domiciliaria..., mila esker; pero también gracias, mil gracias a los trabajadores que se han quedado en casa y a los que han ido a sus puestos, a las empresas que siguen peleando,al pequeño comercio, a los autónomos, al personal del transporte público…
La lista es interminable y en una sociedad que quiere seguir cohesionada, que quiere seguir dando pasos hacia adelante y volver a recuperar la marcha, solo nos queda sumar. Hay que arrimar el hombro para que el esfuerzo de todas esas personas no caiga en saco roto y para que nuestro agradecimiento no sea una pose. Eskerrik asko, y para agradecer el esfuerzo de todas y todos vamos a seguir trabajando; sumando y no restando.
En esta pelea no pueden dejarse la piel unos cuantos, es una batalla en la que contamos todos. En Gipuzkoa, en Euskadi, solo hay una receta para salir adelante: el trabajo solidario y la actitud proactiva. El “siempre mal” y el “no por el no” ante la pandemia es una actitud egoísta y desagradecida.
Podemos coger aire porque lo peor de la epidemia parece haber quedado atrás. Lo recorrido hasta hoy marca el camino hasta que el virus sea definitivamente pasado.