La acromegalia es una enfermedad endocrinológica que, en más de un 95% de los casos, se produce por un tumor benigno hipofisario no suprimible que secreta la hormona de crecimiento de forma continua, lo que provoca un agrandamiento gradual de distintos tejidos y órganos a lo largo de los años, así como múltiples comorbilidades.
El diagnóstico de la enfermedad resulta esencial para evitar su evolución, sin embargo, en algunos casos puede llegar a retrasarse hasta entre 5 y 10 años por la variedad de los síntomas. Por este motivo, desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) alertan de que esta patología puede llegar a pasar desapercibida.
Las manifestaciones clínicas más características de la acromegalia son el aumento del tamaño de las manos y los pies, engrosamiento de la nariz, la boca, la lengua y los labios, cambios en los rasgos faciales y voz ronca, dolor de cabeza, hormigueos, dolor de manos –síndrome del túnel carpiano– y en las articulaciones, hiperhidrosis, hipertensión arterial, diabetes, reducción del campo visual, astenia o fatigabilidad, alteraciones del humor o irritabilidad y apnea del sueño.
Aunque esta enfermedad suele remitir en la mayoría de los pacientes, puede persistir con secuelas físicas y psíquicas, deformidad articular y debilidad muscular, entre otras.
En los últimos años, se han llevado a cabo importantes avances en cuanto a tratamientos, como el abordaje quirúrgico y la disponibilidad de medicamentos complementarios junto con la existencia de centros de referencia.
Salud mental
Es necesario acompañar al paciente que padece acromegalia no solo en el momento del diagnóstico asesorándole sobre las sociedades de pacientes con esta enfermedad, sino que, en algunos casos, hay que remitirle a un especialista en salud mental, ya que el tratamiento y el seguimiento, “será de por vida porque algunas secuelas persisten a pesar de remitir la enfermedad”.
Es fundamental sensibilizar respecto a la importancia de esta enfermedad minoritaria y sus síntomas para reducir el tiempo del diagnóstico entre los profesionales sanitarios de otras especialidades (dentista, otorrino, reumatólogo, médico de Atención Primaria), que pueden encontrarse con sus comorbilidades, y entre la población general.
Asimismo, también pueden aparecer manifestaciones reumatológicas, cardiovasculares, respiratorias, metabólicas, etc. que pueden aumentar la gravedad de la enfermedad como el crecimiento del corazón, tiroides y otros órganos, pólipos en el colon, intolerancia a la glucosa o diabetes mellitus, hipertensión, disminución del deseo sexual, salida de leche por el pezón y enfermedades coronarias.