Aunque la propia Cordillera Cantábrica supone una importante defensa contra ataques e invasiones desde el mar que pretendan entrar en la península Ibérica, también es cierto que sus puertos, muchos de ellos comerciales y de importancia militar, han sido atacados con frecuencia, por lo que ha sido necesario levantar bastiones que ayuden a protegerlos.

Cantabria cuenta con numerosas fortalezas, costeras o de interior, para defenderse de enemigos externos o para imponerse a otro señor feudal. Visitar estos castillos o torres supone un recorrido por la historia y el entorno que permite conocer el territorio desde otra perspectiva y con numerosas opciones.

De entre ellas destacan seis fortalezas más o menos cerca de la costa que no hay que dejar de visitar y que forman parte de interesante patrimonio que disfrutan por igual todos los miembros de la familia.

Vista nocturna del castillo de Santa Ana con el faro encendido y la iglesia de la Asunción iluminada. Miguel Angel de Arriba/Turismo de Cantabria

En la costa oriental

Dando inicio a la ruta desde el este, destaca el castillo de Santa Ana, en Castro Urdiales, y cuyo rasgo más destacado en la actualidad es el faro que se levanta en su interior desde 1853. Esta fortaleza se levantó casi en el mismo borde del mar en el siglo XII sobre un promontorio rocoso en el que también destaca la iglesia de Santa María de la Asunción y juntos forman el skyline más característico de la población. Desde su altura vigila el viejo puerto pesquero, al que se puede acceder a través de un puente medieval y con la ermita de Santa Ana que le da nombre. Desde sus murallas, se abre al mar Cantábrico y a toda la costa, la entrada de la ria de Bilbao y gran parte de la costa vizcaína al este. Hacia el oeste, la inmensidad del mar.

Siguiendo en esa dirección, bordeando la ensenada de Urdiales por detrás de punta Rabanal y el cementerio de Ballena, Laredo da entrada a las marismas que se forman en la desembocadura del río Treto y que lleva hasta Santoña. Esta localidad se levanta a los pies del monte Buciero y es un puerto seguro frente a los embates del mar. Pero también es un punto estratégico muy goloso para potencias enemigas que quieran atacarlo. +

En el siglo XVII se construyó en fuerte de San Carlos como primera defensa artillera de la ciudad. En la actualidad es de propiedad privada aunque se encuentra abandonado. Desde el mar es fácil llegar hasta su entrada y desde tierra forma parte del recorrido costero que recorre el perímetro del monte hasta la playa de Berria pasando por los faros de punta Caballo y punta Pescador.

Pero no es la única defensa de Santoña. El fuerte de San Martín, en el mismo límite urbano, protege directamente el acceso al puerto y parte de la ciudad vieja. Aunque su origen parece también del siglo XVII, fueron las tropas francesas que durante la Guerra de la Convención ocuparon Santoña las que lo levantaron.

De la Torre de Venero, en el pueblo de Castillo Siete Villas (municipio de Armuero), no se puede decir que sea costero, pero su estratégica posición en una de las pocas rutas que desde las localidades Isla y Noja conducen al interior de Cantabria. Se construyó entre los siglos XIII y XIV y es una sólida construcción cuadrangular de cuatro pisos rodeada de vegetación. Es también propiedad privada y no se puede visitar por dentro. Formó parte de las luchas entre señores locales durante la Edad Media.

En la costa occidental

Santander y su bahía abren la parte occidental de esta ruta. Dentro de su rico patrimonio destaca en el barrio de Pronilla el palacio de Riva-Herrera. Este conjunto es el más significado de la Santander renacentista cuando la ciudad despegó definitivamente como uno de los principales puertos comerciales de Castilla con Europa, especialmente con Flandes. Pero su origen se encuentra en la medieval Torre de Pronillo, que todavía se conserva y a la que la familia propietaria añadió una casa señorial, capilla, patio de armas y una portada convirtiendo el recinto en un castillo defensivo. En la actualidad es la sede del Fundación Santander Creativa, celebrándose todo tipo de actividades culturales.

A la medieval Torre de Don Borja se accede por unos soportales. Pablo Madariaga/Turismo de Cantabria

Tampoco es fortificación costera la Torre de don Borja, confirmando la que dicen que es la tercera mentira del nombre de Santillana del Mar, pero siendo uno de los pueblos medievales mejor conservados de Europa hay que detenerse y visitar esta torre defensiva,que desde su rehabilitación en 2019 se puede recorrer por dentro. Se encuentra en la antigua plaza del mercado, actual plaza Mayor, y forma parte de un conjunto al que se accede por un patio del siglo XVI. Además de ser la sede de la Fundación Santillana, en la actualidad acoge un museo de arte contemporáneo y una gran biblioteca especializada en Iberoamérica.

Esta ruta por los castillos costeros cántabros termina en San Vicente de la Barquera y su Castillo del Rey. Sobre el punto más alto de San Vicente se levantó una fortaleza en el siglo XIII desde la cual se dominaba tanto el mar como la cordillera de los Picos de Europa. Se cree que hubo un castillo anterior, pero el actual es el que cierra la muralla de la villa, que se levantó en esa época. Dos torres rematan su dos extremos, una cuadrada al este y otra octogonal al oeste, unidas por un cuerpo central que en su época fue abovedado. Hasta el siglo XV dependía directamente de los reyes de Castilla, hasta que el rey Juan II otorgó su tenencia a los vecinos de la Villa, en la persona de su protector general. Tras ser rehabilitado por última vez, ahora es un museo y un centro cultural en el que poder conocer la historia de San Vicente de la Barquera y su entorno natural.