Agujas calizas al cielo entre huellas de antiguas canteras marcan la entrada pétrea al parque natural de Urkiola. A medida que seguimos la vieja calzada medieval que atraviesa el desfiladero del río Atxarte, se despliega un imponente paisaje en vertical sobre el barrio de Mendiola donde los buitres leonados, el alimoche, la chova piquirroja y el halcón peregrino dominan el espacio. 

El pequeño núcleo de caseríos pareciera vigilado por los escarpes del monte Untzillatx, a la derecha, desde cuyos canchales se desprenden los hayedos hasta tocar el frescor ribereño del desfiladero. Desde la otra orilla son las crestas del castillo de Axtxiki y las de Alluitz los blanquísimos perfiles calizos que recortan el cañón.

Partimos desde el aparcamiento de Atxarte, muy visitado por los montañeros y escaladores, que gozan en estas paredes calcáreas de un universo propio dirigido a las tres cimas principales.

Por el desfiladero angosto transita el ser humano desde hace milenios, pues una calzada medieval ascendía al puerto de Urkiola para conectar con la comarca de Duranguesado. Caminos de paso cincelados desde tiempos inmemoriales no sólo para establecer caseríos, como solar de la forma de vida del paisaje rural, sino para comunicarse con la costa y las tierras castellanas a través de Gasteiz.

El valle de Atxarte es un cruce de caminos en el parque natural de Urkiola, un paisaje que semeja un panorama suizo, desde sus zonas cársticas, donde la geología juega a su capricho y el ser humano no se ha atrevido a adentrarse, confiriéndole carácter mitológico de montaña mágica y morada de seres legendarios. Bajo la superficie se extienden subsuelos llenos de cavidades aún no desveladas a los ojos de los espeleólogos. Una auténtica frontera entre las aguas que correrán hacia el mar Mediterráneo y aquellas que acabarán en la vertiente cantábrica.

El farallón calcáreo y desnudo asoma sobre la vegetación. JUAN CARLOS MUÑOZ ROBREDO

Al iniciar senda desde el aparcamiento de Atxarte, ruinas industriales de cargaderos y tolvas surgen entre las huellas descarnadas de la roca caliza ocasionadas por la antigua cantera, cuya actividad se detuvo en 1995. Ladera arriba queda la cueva de Bolinkoba, donde vivieron los primeros moradores de estas tierras hace 24.000 años, en el Paleolítico Superior.

Nada más entrar en el barranco de paredones calizos surge la pequeña ermita del Santo Cristo o Kristoandako pegada a la roca y asentada junto a las ruinas de un antiguo molino, que anima a los viajeros de la calzada por su fama de ahuyentar los malos espíritus.

Grandes nogales junto al río dan custodian un antiguo molino y un puente de piedra que salva las aguas. Unos pasos más adelante dejamos la pista que continúa por la izquierda para pisar las viejas piedras de la calzada medieval pulidas por el paso de los peregrinos que se encaminaban hacia el santuario de Urkiola. Compartían senda con la de los viajeros que atravesaban las montañas por la falda sur del Untxillatx.

Si permanecemos un rato cerca del río, descubriremos los vuelos del martín pescador entre los diversos posaderos donde se detiene en busca de insectos. También habrá oportunidad de ver los vuelos del mirlo acuático revoloteando entre piedras; e incluso podremos descubrir la huella del visón europeo pues es de los cursos fluviales donde se ha detectado su presencia, al arrimo del frescor de los rincones más secretos.

Seguimos por el viejo camino que unía Abadiño con Urkiola ahora en ascenso hasta el caserío Santi Gaztelu y luego vamos hacia la izquierda, en dirección al caserío Txarkurzulo, donde finaliza el tramo de ascenso.

Estamos muy cerca del santuario de Urkiola pero la ruta continúa por la pista forestal entre plantaciones que bordean el monte Urkiolagirre por su vertiente norte. Llaneamos cómodamente con unas magníficas vistas, mientras atravesamos varias plantaciones forestales de cipreses, y atravesamos un magnífico hayedo acunado con el rumor de los arroyos y las alegres cascadas. Al alcanzar el arroyo Mendiola, la pista pega un amplio giro para descender al fondo del valle mientras deja a la derecha el cresterío de Alluitz y escolta el recorrido de vuelta al origen de la ruta.

Los caseríos de Intxaurralde y el de Olaetxe quedarán al paso a medida que los paredones del Untxillatx vuelven a ser referencia sobre la pista a medida que alcanzamos el aparcamiento de Atxarte.

Ficha práctica

  • Tipo de recorrido. Circular. Dificultad media
  • Punto de partida. Aparcamiento de Atxarte, barrio de Mendiola, en Abadiño.
  • Distancia. 7 km.
  • Tiempo. 3 h.

No te puedes perder. En Mendiola el molino de viento de Larringan; en la zona alta, a un kilómetro de las antiguas escuelas, sobre una pequeña loma se distingue su forma cónica de unos nueve metros de altura, sin aspas y junto al caserío de Larringan. Su origen se remonta al siglo XVIII cuando una gran sequía impidió que los molinos de agua de los ríos funcionaran. Fueron comerciantes vizcaínos quienes los impulsaron en número de doce repartidos por toda Bizkaia para moler el trigo y otros cereales. Funcionaron muy pocos años para acabar convirtiéndose en otra dependencia del caserío. Este es uno de los cuatro conservados.

RUTAS POR EUSKAL HERRIA

BIZKAIA Desfiladero de Atxarte

Del libro ‘Rutas a foces, gargantas y desfiladeros’ de Juan Carlos Muñoz  y Mar Ramírez

Editorial: Sua Edizioak