[A por ellos] "A su manera", por Mikel Recalde
Queremos que la pelota la juegue Martin. Lo necesitamos. Si se va, al menos que lo haga como los mejores
Carlos Alcaraz ha vuelto a revolucionar el mundo del tenis con un documental de tres capítulos que se emite en la plataforma Netflix. En él, el murciano trata de explicar que su sueño es llegar a ser el mejor tenista de la historia, pero que lo quiere lograr a su manera. Es decir, sin muchos agobios ni excesivas limitaciones. Sin sacrificar la diversión rutinaria de sus amigos de toda la vida de su misma edad. El documental, que me parece muy bueno y de calidad, no es ningún publirreportaje con todo preparado para mostrar una imagen del personaje que no se corresponde con la realidad. No hay filtros, accede a su vida más íntima y no oculta sus propias contradicciones ni sus debilidades.
Lo más interesante es que abre un debate que no ha tardado en correr como la pólvora por el circuito tenístico. Alcaraz, que ya ha ganado cuatro grandes y ha sido número uno a sus 22 años, quiere combinar dos polos que parecen opuestos, como es la diversión sin renuncias y el ser una estrella de un deporte que te exige el máximo esfuerzo y dedicación. Bien aconsejado y cuidado por un grupo de trabajo muy competente y sincero, que llama a las cosas por su nombre y que cree que su triunfal carrera puede correr serio peligro, el murciano no quiere ver el tenis como una imposición. Y todos ellos se muestran comprensivos al reconocer que si Carlos siente su juego como una imposición “pierde la sonrisa. Para que coja la raqueta con ganas necesita estar bien consigo mismo y ser feliz fuera de la pista”.
Comprensible, pero aparentemente imposible. No hay mejor espejo en el que mirarse y que le pone en evidencia que el de su ídolo Rafael Nadal, la máxima expresión del centrarse diariamente única y exclusivamente en ser mejor. No han tardado en llegar las reacciones de otros tenistas, algunos, compañeros en Copa Davis como Roberto Bautista, que le lanzó un dardo impregnado de realismo y resignación: “El tenis de máximo nivel demanda mucho, yo no creo que Carlos vaya a ganar Grand Slams acostándose a las siete de la mañana. El tenis es muy exigente, ahora es todo muy bonito y él muy joven, pero si quiere igualar los números de los tres cracks (Nadal, Federer y Djokovic), tiene que jugar 15 años a gran nivel. Le considero inteligente y seguro que se va dando cuenta poco a poco de lo que necesita para llegar a ese nivel”.
Alcaraz está en otra dimensión y no se puede comparar con nada. Pero, en realidad, imagino que a todos los profesionales de los deportes de elite les ha pasado en cierta manera lo mismo. Y, desgraciadamente, en una tierra tan futbolera como la nuestra, todos conocemos muchísimos casos de amigos o conocidos que jugaban mejor a fútbol que otros que llegaron a ser profesionales y que se quedaron en el camino tras caer rendidos por la melodía de la seducción de la noche. Lo digo en plena resaca de la entrevista a Jon Martín, un chaval que, a sus 18 años, te llama la atención por su desparpajo, simpatía y cercanía, pero también por su profesionalidad. Es ambicioso, tiene muy claro que su gran objetivo en la vida es triunfar y llevar a lo más alto posible a la Real y deja una declaración a recordar: “Sé que Imanol me aprieta tanto para que mejore. Yo solo he estado en la Real, pero creo que como se entrena aquí se entrena en pocos equipos y eso nos da un plus, ese estado de forma para ir a la competición y dar el nivel”. Algo ha cambiado y mucho en Zubieta a nivel de exigencia en los últimos años…
Martin Zubimendi ha sacrificado muchas cosas para llegar a ser uno de los mejores mediocentros del mundo. Metódico, competitivo hasta no poder controlar la rabia por la derrota, superdotado físicamente y con un apetito por progresar insaciable, todo lo que ha conseguido lo ha logrado por el fruto de su trabajo, su perseverancia y su humildad para saber escuchar cuando ya había alcanzado un nivel top. Su caso es único en el mundo actual porque hay que ser muy de la Real y querer mucho a este club para decir no al Bayern, al Barcelona y al Liverpool. Me lo imagino viendo por la televisión la impresionante fiesta en Anfield Road tras la consecución del título de la Premier con el quebradero de cabeza de lo que pudo haber sido y no fue. Y con la conciencia torturándole por el dineral que había dejado de ganar y, para qué engañarnos, porque no creo que el club haya estado a la altura de lo que le prometió cuando trataba de convencerle para que se quedara al menos un año más.
Zubimendi es muy profesional y muy serio cuando entra a un campo de fútbol, pero hace tiempo que no le veo feliz. No es el mismo. Y a mí me da especialmente rabia, porque no hay nada más duro para un aficionado de la Real que sospechar que un canterano se pueda arrepentir de haberse quedado. Es como si le sucediera algo parecido a Alcaraz, que necesita otros estímulos para desplegar su mejor repertorio. Y que conste que, como al tenista, ha quedado plenamente demostrado que lo que más le llena es poder disfrutar de su gente y de su inmortal amor por su ciudad.
Previa del Atlético-Real (21.00): "La gesta que toca"
Soy plenamente consciente de que él no tiene la responsabilidad de estar todos los días en los tabloides británicos relacionado con el Arsenal (gran favorito a hacerse con sus servicios) o en las portadas de la caverna blanca como objetivo madridista (insisto, con la llegada de Xabi Alonso y la falta de un organizador en la plantilla, aunque podría llegar tarde ante los últimos movimientos del Arsenal), pero también creo que su situación no es sostenible en un club como la Real. Fue Martin el que decidió en su última renovación que no subiera su cláusula de 60 millones, lo cual, unido a su categoría y a su proyección, motiva que siempre se encuentre a tiro de los gigantes. Y son sus agentes los que no han escondido sus contactos con varios representantes de esos conjuntos. Pero, lo siento, no se puede estar toda la temporada con el tema a diario encima de la mesa y con la amenaza de que este verano puede ser el definitivo. Es algo que no le beneficia ni al equipo, ni al entorno, ni, sobre todo, al propio jugador. Si se toma una decisión, aunque sea sacrificando muchas cosas que la gran mayoría de la humanidad ni se las plantearía, hay que hacerlo con todas las consecuencias. Como dijo Aperribay, “esto es un tema de voluntades y si Martin quiere seguir, se soluciona en cinco minutos”.
Hace unos meses comieron juntos en Arzak y está claro que no es que no se llegara a un acuerdo para seguir, es que se consensuó un plan de salida sin hacerse mucho daño. A falta de dos años para acabar su contrato, la situación ha llegado a un punto de no retorno. Es este verano o renovar, porque no albergo ni la más mínima duda de que Zubimendi pretenda salir de la Real sin dejar una millonada en sus arcas. Lo cual, por supuesto, también le honra.
Queremos que la pelota la juegue Martin. Lo necesitamos. Si se va, al menos que lo haga como los mejores. Porque cuando el 4 está motivado e ilusionado, nadie se acerca a su altura en la Liga. Como un último servicio a la causa o como uno más de una lista txuri-urdin sin aparente final. Pero tócala otra vez, Martin, ordena y dirige, porque cuando mueves la batuta sabemos que todo se convierte en posible. Hasta volver a Europa en un epílogo tan poco motivante como el de esta temporada. Vale, te has ganado el derecho a decidir, pero si te quieres despedir, hazlo a lo grande en el verde. Estamos en tus manos. A tu manera. ¡A por ellos!