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La mafia tiene un nuevo pistolero (4-1)

Un escandaloso e incomprensible arbitraje de un colegiado lamentable sentencia a una brava Real que aguantó con opciones hasta que le dejaron

La mafia tiene un nuevo pistolero (4-1)ADAM VAUGHAN - EFE

En Francia hay un árbitro bueno, uno de los mejores, Clément Turpin, y los demás son muy malos. De esos que no tienen personalidad e intentan acaparar méritos satisfaciendo los deseos de sus jefes y de un organismo corrupto como la UEFA, a la que le interesa que vayan pasando rondas los más poderosos. Curiosamente Turpin, un colegiado de nivel Champions, arbitró ayer en Bilbao y dejó a la Roma con uno menos a los diez minutos y el que mandaron a Old Trafford, que, al parecer, lleva diez años haciendo la pelota de forma vomitiva para mantenerse en la elite, castigó sin piedad a una Real que no merecía una estocada así. Fue un asesinato a sangre fría, con demasiadas puñaladas como para poder soñar con salir vivo de un templo de semejante magnitud. Cuando te vas a enfrentar a un gigante de este calibre tienes que ser consciente del otro peaje que vas a tener que pagar. Un impuesto revolucionario de un organismo que es una mafia y que solo quiere contar billetes.

Benoit Bastien se llama el brazo ejecutor en esta ocasión. Tranquilo, no olvidaremos jamás el nombre de este pistolero de poca monta. Tan cobarde como incompetente. Un profesional despreciable de esos que si tuviera un mínimo de autoestima, no podría dormir tranquilo por las noches al saber lo que está haciendo. El bagaje es sencillamente escalofriante e inaceptable a este nivel. Un penalti claro no pitado a favor de la Real que le corrigió el VAR y se vio obligado a señalar. Dos que no eran, uno debatible y otro escandaloso, para el United, con los que remontó el marcador. Una expulsión exagerada, siete amarillas a un equipo que casi no pega una patada y, para colmo, una tercera pena máxima intolerable que corrigió sin tener que ir ni a la pantalla a verlo. Imagínense cómo fue la acción de clara cuando, además, ya había castigado con todo lo anterior a una brava Real que aguantó de pie hasta que se desangró por las heridas provocadas por un pistolero a sueldo al que seguiremos bien de cerca porque seguro que, casualmente, no tardaremos viéndole arbitrar un partido de los grandes en Europa. Así funciona y se expande la corrupción en el planeta fútbol. Es como una carrera de méritos. Cuanto más te expones y das a la organización, más recompensa recibes en forma de premios. La palabra que mejor resume todo lo vivido es asquerosa. Que les aproveche esta basura a estos auténticos saboteadores del llamado deporte rey al que desgraciadamente llevan tanto tiempo despreciando y destrozando. 

Sorpresa a medias en el once

En el particular juego al escondite, Imanol sorprendió a medias, con la entrada de Pablo Marín como sustituto del lesionado Sucic, y Amorim hizo lo mismo dando entrada a Heaven, en lugar de Lindelof, por Yoro. El oriotarra no pudo recuperar a Aramburu y fue Aritz quien ocupó el lateral derecho como en Anoeta. En la delantera, en un movimiento más esperado, Becker sentó a Barrenetxea con la intención de buscar más velocidad y para tener al mejor revulsivo que ha tenido esta temporada, que ha sido el propio donostiarra. El partido se presumía largo, intentando llegar vivos a la última media hora, y para eso había que tener dinamita en el banquillo, donde también esperaban un Óskarsson con el orgullo herido tras la ocasión marrada en Anoeta. El resto del once del luso fue el que impresionó, sobre todo en lo físico, en Donostia.

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Buen comienzo

El partido arrancó con una gran noticia: en Old Trafford compareció la Real de las grandes noches. Luego podía ganar o perder, pero desde el minuto 1 se vio un equipo competitivo, bien trabajado y con las ideas claras. Los primeros 45 minutos fueron una cruenta batalla a pecho descubierto entre dos conjuntos que entendieron que iban a tener que hacer muchas cosas bien porque enfrente tenían a un adversario que iba a vender muy cara su piel.

A los dos minutos, Kubo ya apareció con peligro y, a los seis, una buena apertura suya a Aritz acabó en un centro de este que Oyarzabal no pudo rematar porque fue trabado por detrás por De Ligt. El árbitro pitó falta del capitán, lo cual solo fue un aperitivo de lo que estaba por venir, antes de que le corrigiese el VAR para que indicara la indiscutible y clara pena máxima. Esta vez el 10 no perdonó en Old Trafford al cambiarle el lado del disparo a Onana para lograr su segunda diana en la eliminatoria. 

Imanol tenía preparada una buena variable táctica, al situar sin balón a Zubimendi como un tercer central escorado a la izquierda. Bruno, que es el amo de la baraja en el templo red devil, encontró pronto un boquete dejando atrás a Marín, que estaba llamado a ser su sombra, para centrar y Hojlund no logró marcar a un metro de la portería en pugna con Zubeldia, que, aunque le tocó, no le derribó. Esta vez el colegiado, que se quitó pronto la careta, no dudó en indicar el más que discutible penalti. Bruno empató después. La Real cumplió solo la mitad del plan inicial, que era ponerse por delante, ya que la segunda era mantener la ventaja y controlar el duelo. Una pena. Y lo que estaba muy claro que muchos no valoraron en su justa medida, enfrente estaba uno de los gigantes de la competición con todo lo que eso conlleva con peligrosos convidados de piedra con ganas de agradar a los más poderosos y a sus jefes. 

El United apretó con un disparo de Casemiro que lamió el palo, pero la Real no le perdió la cara al duelo en ningún momento con un gran Kubo que intentó sorprender al palo corto a Onana en un córner. Hojlund finalizó con un tacón que rozó el larguero una jugada en la pudo haber fuera de juego previo. Antes del entreacto, Zirkzee y Becker, desde lejos, probaron la seguridad de ambos porteros.

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Escándalo

En la reanudación llegó el segundo penalti. Mucho más escandaloso que el primero, con el agravante de que era el segundo. El rechace a un paradón de Remiro lo recogió Dorgu, que recortó y se enganchó de forma voluntaria con Aritz. El beasaindarra lo que no puede hacer en ningún caso es desaparecer por arte de magia. Una decisión vergonzosa que incluso tardó unos segundos en tomar, como si estuviera pensando lo que más le interesaba a él. Que todos sabemos lo que era. Bruno no perdonó y la Real ya no logró rehacerse. Los blanquiazules intentaron generar una ocasión para meterse en el encuentro, pero el United ya estaba crecido espoleado por las decisiones que siempre caían de su lado por parte de su gran estrella ayer, el galo Bastien.

Con lo sucedido en los tres penaltis, y como no podía ser de otra manera, expulsó a Aramburu en una jugada en la que se tropieza en la carrera con Dorgu lejísimos de la portería y sin tener la pelota controlada en una película que ya tenemos vista y en la que no se aclaran ni los propios árbitros. El denominador común de todos ellas es que la víctima o la perjudicada siempre es la Real. Y, para colmo del sonrojo y el poco disimulo, decretó una tercera pena máxima a favor de los locales en una acción en la que el mismo jugador vio cómo Traoré le arrebataba el balón con limpieza. 

En los últimos minutos, Bruno, un futbolista imperial, y Dalot cerraron una goleada que retrasó Remiro con muy buenas intervenciones y que acabó siendo inevitable dado el agotamiento de los donostiarras.

A las puertas de los cuartos de final

La Real se quedó sin alcanzar por tercera vez los cuartos de una competición europea. Muchos se preguntarán los motivos y de lo que no se dan cuenta es de que, aparte de encontrarse con rivales poderosos, también se ha topado en demasiadas ocasiones con arbitrajes delirantes y exageradamente parciales que fueron acabando con sus sueños. Ahí está el recuerdo de Hamburgo o los errores que soportaron en casi todos los partidos que disputaron fuera la última vez que llegó hasta ese piso tan alto en el continente. Pero el arbitraje de ayer de este francés cuyo nombre no olvidaremos jamás traspasó todos los límites. Un atraco así no puede suceder en la era del VAR, cuando hay otro trencilla incompetente viendo el atropello que está cometiendo su compañero para acabar siendo cómplice. Esta vez no le dejaron a una Real que creyó más que en toda la temporada en sus posibilidades, que tenía un plan acertado para lograr la campanada, que sintió que podía alcanzar la hazaña de eliminar a un gigante en su estadio y a la que le cortaron las alas cuando su sueño estaba a punto de despegar. Ni perdonamos, ni olvidamos. Sabemos lo que hicieron con nosotros aquella maldita noche en el viejo Old Trafford. Esto no es fútbol. Se les debería caer la cara de vergüenza…