Seguros de vida Imanol & Oyarzabal (0-2)
La Real ya está en octavos de final gracias a la buena dirección de su entrenador y la pegada de su mejor delantero
Suelen decir que de fútbol todos saben, todo el mundo opina y todos tenemos un entrenador dentro. Lo que no solemos hacer tantas veces es ponernos en la silla eléctrica de los banquillos profesionales, donde puede cambiar tu suerte de la noche a la mañana. Y lo más importante es evitar descalabros inesperados, como los que se suelen producir en la Copa ante adversarios de categorías inferiores. De esa amenaza con el partido único no se salva nadie. Todos se encuentran en peligro hasta que demuestran lo contrario.
Imanol es un ganador nato. Su mayor virtud desde que dirige a la Real es su porcentaje de victorias, edulcoradas en muchas ocasiones, con buenos planteamientos y decisiones acertadas. Son muchos los que critican que se ha convertido en conservador, que ahora prefiere vencer 1-0 a 4-3 como en principio se intuía que era una de sus grandes señas de identidad, y que no está apostando lo suficiente por Óskarsson, sobre el papel, la gran apuesta ofensiva para esta temporada. Y puede que tengan razón. Otros también le echan en cara que Zubimendi no descansa nunca y que cuando no está no hay nadie preparado para acercarse a su nivel. Opiniones respetables y debatibles. Pero, insisto, hay que ponerse en su lugar. Cuando empieza a hacer su alineación, y aunque pretenda introducir cambios, al final es lógico que se decida tantas veces por sus vacas sagradas. Porque son las que le han hecho precisamente ganar tantos partidos. ¿Que el partido está complicado en el descanso? Pues mete a Kubo y a Sucic, que reemplazó a un buen Olasagasti, y pone en punta al delantero en el que más confía. Y este, como tantas otras veces, no le decepcionó con un gol y una asistencia que le dio el pase a los octavos de la Copa. Lo mismo le pasará muchas veces con Zubimendi, con el que aplicará el tratamiento de los mismos cabrones de siempre. El lunes pensará que le va a dar descanso y el sábado al final juega con él…
Dos apariciones del capitán decantaron una complicada eliminatoria en Ponferrada ante un anfitrión correoso, incómodo y competitivo que vendió muy cara su piel hasta el último minuto. Lo que puso en valor el mérito de los realistas, que, un año más, han logrado dejar atrás las arenas movedizas de las primeras etapas coperas.
Los cambios justos Imanol aplicó el sentido común y no rotó demasiado en Ponferrada. No estaba el horno para bollos después de ver los sufrimientos y los varapalos que han sufrido otros compañeros de viaje en Primera División. Y el calendario no aprieta por ahora, ya que se venía del parón navideño y el equipo no volverá a competir hasta el lunes 13 (una fecha de locos, que no quede en el olvido). El técnico mantuvo su confianza en Marrero y les dio una buena oportunidad a Pacheco, Turrientes y Olasagasti. Además de a Óskarsson en punta, cuya entrada provocó el lógico destierro a la banda de Oyarzabal. Una fórmula, insistimos, muy reclamada por un amplio sector de la afición. Zubeldia, Brais Méndez y el propio capitán, escoltado en la otra banda por Sergio Gómez, se convertían a priori en un fiable pasillo de seguridad para los blanquiazules. Ese al que tanto solía aludir Luis Aragonés como la clave de sus equipos, que también suele identificarse con el concepto de columna vertebral.
La víspera Ernesto Valverde abrió un melón con un mensaje que sonó un poco quejica cuando en realidad los cuatro de la Supercopa disputan esta competición con pase VIP, pero que en el fondo tenía algo de razón: “No es un sorteo puro y te la juegas. Te adjudican a un rival en teoría de inferior categoría, pero sobre el papel llegas y tienes problemas. El campo, el césped, el público, el entusiasmo del contrincante… Para la gente tiene alicientes esta Copa. Para un entrenador son los peores partidos del año; yo les tengo pánico”.
En las horas previas al duelo en Butarque, el Leganés se clasificó en los penaltis y en el club casi lo lamentaban porque su absoluta prioridad es seguir vivos en la elite. Las Palmas y Valladolid habían caído por la mañana en Elche y Ourense. La pregunta es: ¿Qué prefieres de rival, un Primera poco motivado y desconectado de la competición, o uno de inferior categoría que eleva a la dimensión de fiesta la visita de un ilustre y que se toma el choque como si le fuera la vida o, en lo individual, la carrera en ello?
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En este escenario jaranero es en el que compareció este domingo la Real con el sobreaviso de los que habían caído y con un anfitrión que acumulaba cuatro victorias consecutivas y solo una derrota en los últimos diez partidos. Es decir, había que estar con todos los sentidos alerta porque si no todos sabíamos lo que podía suceder. Dicho esto sin querer recordar el amago de tragedia acontecido en Cuenca semanas atrás.
Difícil inicio
Bajo una intensa lluvia y con el esperado frío berciano comenzó un encuentro en el que se adivinaron curvas desde su inicio. Ni un centro peligroso de Brais que salvó con apuros Ángel Jiménez cambió la impresión de lo que amenazaba con acontecer. Aunque el meta local fue el más destacado antes del entreacto, lo cierto es que a la Real se le vio tan incómoda como cabía prever en El Toralín. Una Ponferradina muy seria y ordenada y con jugadores de piernas frescaspara correr en ataque plantó cara e incluso dominó por momentos a una Real que, como es lógico, suele echar en falta a Zubimendi cuando no está porque no tiene ninguna costumbre de jugar sin su faro.
Cortés, tras una pérdida de Brais, fue el primero en poner a prueba a un seguro bajo palos Marrero. Oyarzabal, tras recibir de Pacheco en una buena salida de la cueva, buscó portería con su zurda, pero atrapó el meta local.
Ernesto, que hizo daño en la espalda de Javi López, no encontró la meta realista tras recibir un buen pase en largo. Poco después cabeceó solo con más peligro, aunque no pudo dirigir su remate. Entremedias dos buenas opciones de Olasagasti. La primera después de llevarse un buen pase de Óskarsson, pero el meta se le echó encima; y la segunda, en un gran disparo que salió lamiendo el palo.
Mula casi sorprendió a Marrero en un centro-chut que desvió con muchos apuros. Y para terminar la primera parte, otras dos buenas paradas de Jiménez a remates de Oyarzabal y de Sergio Gómez.
Imanol no lo tenía claro en el descanso y sacó a Sucic y Kubo. El japonés cambió el partido, porque obligó a la Ponferradina a ceder muchos metros y protegerse más, lo que provocó que fuera descubriendo poco a poco que enfrente tenía ya al equipo A txuri-urdin. Ernesto tuvo la gran oportunidad de adelantar a los suyos con un disparo cruzado y en el mismo córner Turrientes desvió con el brazo un remate de Valle. Las imágenes no desvelan con claridad a qué altura le golpea, pero los locales pidieron penalti con insistencia.
El problema es que el séptimo de caballería realista no suele perdonar cuando acude al rescate. Y a la primera que tuvo se adelantó en una acción en la que recuperó Oyarzabal y la culminó a puerta vacía tras dejarle la pelota muerta con apuros Lancho tratando de cortar un centro preciso de Sergio.
Brais estuvo cerca de anotar con una bonita rosca antes de que en el minuto 66 llegara el segundo tanto en otra recuperación en posición avanzada de Sucic que finalizó el gallego solo gracias a la asistencia de Oyarzabal y al movimiento del croata.
Barrenetxea pudo poner el 0-3, acción previa a que la Ponferradina sacara toda la casta y el orgullo para buscar al menos un gol que le metiera en el duelo. Tras un pequeño error, Marrero se hizo gigante para salvar con apuros a su equipo en dos claras ocasiones. En la última jugada, Kubo también desaprovechó un buen servicio de Sucic.
La Real ya está en octavos. Y no es fácil conseguir eliminar siempre a los rivales de menor categoría con los que te vas topando año a año. Nuestra historia es la mejor demostración de ello, con un dato demoledor que no apetece rescatar ahora tras otro gran triunfo. Imanol es el que mejor conoce lo que necesita esta Real para ganar partidos. Y en la Copa aún más. Las estadísticas le refuerzan.
La Real conocerá el miércoles a su próximo rival copero
El oriotarra sabe perfectamente que si quiere evitar sustos, pasar eliminatorias y sacar adelante partidos, no tiene nada mejor que apostar por una leyenda viva del club como Oyarzabal. Que se encuentra a años luz de ser poco. Podrá estar más acertado o no, pero nunca falla. Con los palos que le caen cuando juega en la selección, seguro que muchos en el Bierzo lo descubrieron… Suele pasar. Él es así. Insaciable.