No hace falta que sea luchando por objetivos ambiciosos e ilusionantes. Puede ser por otras metas, más dramáticas y agobiantes. El caso es que la competición te va colocando en tu lugar y cuando te metes en el mismo vagón durante varios años y en él coincides con un mismo adversario es inevitable que acabe generándose una rivalidad.
También sucede con estadios en los que, sin ningún tangible que lo argumente de forma contundente y sin ninguna explicación razonable, vuelves a repetir actuaciones brillantes o, por el contrario, nefastas. Ahí está el caso del maldito Rico Pérez, donde la Real solo ha sido capaz de ganar dos veces, y ante el Alicante y el Jove Español en lugar de su habitual anfitrión, el Hércules, que contra los blanquiazules es más macho que nunca al no haber caído ante ellos en 27 partidos. Que se dice pronto.
Lo recordaba Bixio Górriz en una conversación entrañable, como todas las que se pueden tener con la leyenda txuri-urdin más amable, cuando nos contaba que no recordaba incluso haber marcado ni un gol, un recuerdo verídico, ya que la racha es tan lamentable que entre 1975 y 1993 disputaron nueve partidos sin ver puerta. Eso sí, al menos, salvaron cuatro empates. Incluso en una de sus visitas, guarda muy presente que en una entrada a destiempo de un delantero yugoslavo se llevó un golpe tremendo y vio cómo volaban dos de sus dientes. Como para no creer en brujas…
Un partido con todos sus alicientes
La Real es un histórico de Primera y, por lo tanto, ha librado todo tipo de batallas contra los más habituales en la elite. Acabamos de pasar el partido con nuestro eterno rival, el equipo al que más nos gusta derrotar, porque es un partido que reúne todos los condicionantes para elevarlo a la categoría de derbi. Además, creo que, con todos sus alicientes y la singularidad de lo bien que se llevan sus aficiones y los propios futbolistas, nuestro vecino es un buen villano y en su papel puede resultar desde abusón hasta irrespetuoso cuando los peor intencionados nos ningunean al defender que su clásico no es contra la Real. A nosotros simplemente nos da la risa, como cuando nos llaman el San Sebastián y giputxis, dos conceptos que, al contrario que a ellos cuando llamas a su equipo el Bilbao, no nos ofenden en absoluto. Sobre todo porque no hay nada de lo que los donostiarras se sientan más orgullos que de su ciudad (los holandeses no daban crédito a lo que estaban viendo mientras acababan con todas las reservas de cerveza de sus bares) al igual que sucede con el resto territorio. Será el más pequeño, pero simboliza como ninguno la resistencia de la aldea de Astérix y Obelix, siempre irreductible a pesar de las continuas amenazas que le rodean.
Durante una época luchamos contra los gigantes e incluso les ganamos, lo que provocó que saltaran muchas chispas en los duelos. Pero al contrario de lo que nos acusan algunos, de autoestima andamos muy bien y mantenemos los pies en el suelo para ser conscientes de que, simplemente, se encuentran en otra dimensión. Eso no quita para que cada vez que nos enfrentemos a ellos sean plenamente conscientes de que vamos a iniciar cada encuentro convencidos de que les podemos derrotar.
Rivalidades territoriales
Luego están las clásicas rivalidades territoriales que suelen ser para toda la vida. Si hasta algún despistado cerca de la frontera acaba de aparecer en los medios con ganas de que le hagan casito proclamando su antirealismo y reconociendo que es del vecino del otro lado. Y del Barcelona. Y del equipo de su ciudad. Y del Spartak de Moscú. Y del… Menudo estrés debe llevar todos los fines de semana este hombre. Rivalidades geográficas de la Real son con Osasuna, Alavés, Eibar y, si me apuras, incluimos al Racing, donde todos sabemos que no somos bien recibidos a pesar de que sean la mayoría vascos los que están cerca de devolverles a Primera.
La realidad es que, lo sentimos, pero ya no nos quedan más rivalidades por asignar y promover. Por mucho que el Betis lo haya intentado con ahínco e insistencia, e incluso se haya convertido en una especie de kryptonita para Imanol hasta el último duelo. Toda una final por entrar en la Europa League que se disputó en su impresionante platillo volante con un lleno absoluto y que se saldó con un extraordinario triunfo txuri-urdin. Una victoria que, por supuesto, mitigó el dolor de varias derrotas anteriores frente a los verdiblancos salvo, la más dura, los cuartos de final de la Copa en Anoeta que acabaron ganando con indiscutible justicia. Esa y la de Mallorca, en las semifinales, sin duda han sido los golpes más letales de la época Imanol.
Es cierto que el Betis fue más allá y llenó sus filas de exrealistas que habían salido de manera muy diversa de Donostia, lo cual siempre dota de mayor morbo a los duelos, pero ni aun así nos terminan de convencer. Al margen de las redes sociales, donde cuentan con un sector cansino y muy susceptible de ser bloqueado, y de sus ultras que me importan tan poco como los nuestros, puedo decir, creo que con conocimiento de causa y sin querer faltar a nadie, que a la afición de la Real le da bastante igual el Betis. Un equipo siempre respetado por estos, que no ha producido ningún sentimiento de rechazo. Más bien la indiferencia hasta que su resultado nos influye directamente. Nos pilla muy lejos. Los piques insanos entre anónimas cuentas de Twitter no reflejan la verdad. Ni lo sucedido con Aperribay la temporada pasada ha cambiado en exceso la relación. El presidente perdió las formas al declarar que no iba a venir ningún radical del Betis a sabotear el homenaje a Aitor Zabaleta por lo que se negaba a vender entradas del sector visitante, única manera de controlar que no entraran, dado que el Betis sí les permite acceder a estas localidades, tal y como se demostró cuando se pavonearon dentro de Anoeta con miembros del Frente Atlético. Y poco más, este año se les vuelven a mandar tickets, algo que, no sabemos por qué, no ha tenido ninguna trascendencia en los medios. Y mira que está haciendo buen tiempo para que se llene la ciudad de aficionados verdiblancos de bien porque para eso es una de las hinchadas más viajeras.
Uno de los equipos más fiables de los últimos años
El Betis de Pellegrini viene de pegársela ante un club de cuyo nombre ni me acuerdo en la Conference, pero no podemos ocultar que se trata de uno de los equipos más fiables de los últimos años. Son pocos los partidos que ha perdido cuando menos se esperaba. Esa regularidad que demostró en los últimos años es lo que le está faltando a la Real y lo que provoca que, una vez alcanzada una evidente velocidad de crucero, esté siendo capaz de lo mejor, pero también de lo peor. Ya lo dijo Barrenetxea al término del duelo: “Es importante sacar victorias cuando el equipo no está tan bien. A base de garra y de pelear”.
En una era preciosista en la que el estilo casi obliga a ganar jugando bien, me gustaría destacar la trascendencia que adquiere durante una campaña vencer sin brillantez. Quedarse con los puntos haciéndose fuertes en casa. No hay victoria sin sacrificio ni sufrimiento y muchas veces nos olvidamos de que valen igual y que quizá son más relevantes estas que las que llegan tras completar una actuación memorable como ante el Barcelona. ¿Quién decían que venía hoy? ¿El Betis? Pues partido importante ante un visitante del mismo nivel y que lucha por los mismos objetivos. Y no hay más. A lo nuestro. Siempre pensando que, si sumamos de tres en tres en Anoeta, mereciéndolo o no, maravillando a todos como en la pasada Champions o con un poco de fortuna como ante el Ajax, todo irá rodado… ¡A por ellos!