Esta semana un periodista japonés preguntaba en una encuesta entre periodistas guipuzcoanos si nos parecía que Take Kubo estaba siendo el realista más destacado de la temporada. No es una mala cuestión y sí tiene una complicada respuesta, abierta a todo tipo de opiniones. Nadie discute que en las primeras semanas no ha habido un futbolista más determinante y brillante que el nipón, pero es que a lo largo de la campaña, a su alrededor han ido mejorando y evolucionando futbolistas extraordinarios que han puesto en seria discusión semejante distinción. Uno de ellos es Zubimendi. El clásico futbolista al que muchas veces cuesta destacar porque vive alejado del gol. La idea de Imanol, la presión y el someter al rival a través de la presión exige contar con un faro en el centro del campo que dé luz y sentido a la idea del técnico. Y si encima lo encuentras en casa, el valor y el mérito es simplemente extraordinario. Zubimendi no derribó puertas, no se presentó en el primer equipo como lo hizo Xabi Alonso, del que todos habíamos oído hablar y le estábamos esperando, pero lleva camino de discutirle la categoría de ser el mejor mediocentro de la historia de Zubieta. Con eso queda todo dicho, porque el entrenador del Bayer Leverkusen es probablemente el mejor jugador vasco de la historia. De algo le habrá servido estar a sus órdenes, pero que todo el mundo tenga claro que el que le ha convertido en una galáctico a nivel mundial ha sido Imanol.

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Villarreal - Real Sociedad | Las notas de Mikel Recalde

Zubimendi silenció Salzburgo, Lisboa y Vila-real. Hace de todo y todo lo hace bien. Cada partido añade una cualidad determinante más a su juego. Ayer hizo lo que quiso en la primera parte en el viejo El Madrigal y guió a su equipo a lograr una de las victorias más espectaculares e importantes de la temporada. En el colofón de una primera parte en la que ya habían sido muy superiores gracias a su presión y en solo diez minutos, la Real sentenció la contienda con un contundente 0-3 gracias a los tantos de Merino y el propio Zubimendi, en sendos saques de esquina, y uno precioso de Kubo tras una jugada excelsa, como suele jugar este equipo cuando se encuentra y ofrece su mejor versión. 

Algo bueno tenía que quedar del mal trago de la Copa en Mallorca, y es que el equipo titular afrontaba el duelo de Liga en Vila-real de forma inmaculada. Sin desgaste y con el descanso suficiente como para competir al más alto nivel a pesar de que solo cuatro días después le aguardaba la final por la primera plaza en Champions en todo un San Siro. Imanol cambió a diez jugadores respecto a los que sufrieron como perros en Andratx, aunque solo a dos y por obligación de los que empataron 1-1 en Pamplona el pasado sábado en el último encuentro de Liga. Aritz ocupó la plaza del sancionado Le Normand y Zakharyan la del lesionado Barrenetxea. Enfrente un Villarreal de Marcelino reconocible, con su 4-4-2 y Sorloth en el banquillo. 

La primera parte tuvo un claro color txuri-urdin. Quizá el resultado fue excesivo, pero la superioridad de los realistas fue manifiesta e indiscutible. Con un Zubimendi estelar, cuyo rendimiento nos obliga a poner una vela todas las noches de partido para que no vengan a llevárselo con los 60 millones de su cláusula y un cheque en blanco para sus emolumentos. El donostiarra juega sobrado y hace todo bien. Y un rendimiento coral extraordinario gracias a una presión asfixiante y eficiente en campo contrario que le permitía recuperar y generar peligro de forma inminente. A los cuatro minutos, Merino cabeceó al centro un perfecto servicio de Brais, pero el meta Jorgensen lo salvó al estar bien situado. Poco después, en la habitual recuperación de Zubimendi con un pase vertical incluido a Sadiq, acabó en un buen disparo tras un meritorio control que detuvo el portero. Traoré casi limpió la escuadra pasada la media hora y Zakharyan, después de una asistencia de Zubimendi que dejó pasar Merino, no finalizó con la rosca que buscaba su remate dentro del área.

Y por fin llegaron los goles. Una traca final de maravilla que nació desde la estrategia de la esquina. Kubo sirvió el primero y Merino peinó a la red. A los tres minutos, en otra jugada ensayada, el japonés combinó con Zakharyan y el centrochut de este lo desvió Zubimendi. 

Tras dos paradas de Remiro a lo Arconada a disparos de Parejo y de Gerard, la primera mitad concluyó con una jugada excelsa de los donostiarras con una recuperación de Zakharyan, un toque de Sadiq, una delicatessen con taconazo incluido de Merino y una asistencia de Kubo al primer palo con la sangra fría de los cracks. No marcaba desde septiembre en el derbi. 0-3 en el entreacto y Marcelino cariacontecido. Triste.

En la reanudación, la Real decidió tratar de controlar el juego a pesar de mantener su arriesgada apuesta y, como no podía ser de otra manera dada la categoría del adversario, se vio obligado a remangarse y salvar varias ocasiones de peligro. Traoré y Remiro, una vez más, evitaron que los levantinos se metieran en el duelo y Sadiq, solo tras un gran pase de Zakharyan, se perdió en bicicletas en lugar de definir ante Jorgensen. Con los cambios Imanol dio por fin un paso atrás y pasó a jugar con defensa de cinco y con esa estructura solo se llevaron un susto en un malentendido entre Traoré y Remiro que acabó en una vaselina de Gerard que se escapó por poco.

No se gana 0-3 en Vila-real todas las temporadas. Menos aún cuando el miércoles has sufrido mucho en Copa y cuando el martes te espera un duelo de altos vuelos en la Champions. El contundente triunfo de la Real adquiere una importancia indiscutible y cobra un valor especial sentimental en el aniversario del asesinato de Aitor. Nunca es mal momento para dedicarle un triunfo al mayor símbolo de la afición txuri-urdin. Si es una goleada fuera y ante un rival directo, el tributo se convierte en un festín. Ahora que pase el Inter, casi nada. Así es el día a día de inconmensurable Real de Imanol.