Pues qué quieren que les diga. Me parece muy bien que, en la rueda de prensa previa al partido, Imanol no quisiera ponerse la tirita antes de hacerse la herida. Aplaudo que renunciara a poner excusas. Y asumo que el discurso popular (y populista) de la calle apunta a aquello de que tres categorías separan a Real Sociedad y Andratx, distancia ante la que el profesionalismo de los unos y la vida laboral de los otros no entenderían de hierbas artificiales. Yo, en cambio, diré aquí que cuando analizo partidos como el de este miércoles en Mallorca siento estar viendo otro deporte, porque todo cambia. Cambia la superficie, cambia el comportamiento del balón, cambia el ritmo de la circulación y cambian hasta los espacios, por escasos y reducidos. Dios me libre de criticar el hecho de que el partido se disputara en el campo del equipo local, donde defiendo convencido que tienen que jugarse estas eliminatorias. Simplemente subrayo que a la hora de calibrar a los nuestros, en lo colectivo y en lo individual, debemos ser comedidos. Habrá contextos mejores para juzgarles.
El partido de Andratx era complicado, y el entrenador txuri-urdin lo sabía. Ante panoramas así, a un técnico le toca dar a su equipo las máximas herramientas posibles para meter mano al adversario, e Imanol cumplió con su parte tocando muchísimas teclas desde la pizarra. Las diagonales largas de los centrales a los extremos del lado opuesto no terminaron de funcionar de inicio: el campo era lo suficientemente estrecho como para desactivarlas por sí solo. Hallar a Urko entre líneas desde el concepto del tercer hombre, ante el 4-4-2 de los baleares, se reveló difícil en espacios reducidos y con el balón tan saltarín. Pero la amalgama de recursos no quedó ahí, y los que el equipo fue incorporando sobre la marcha se revelaron más eficaces que los del arranque, supongo que también porque el rival fue cansándose.
El caso es que el míster decidió que la fórmula más prometedora pasaba por juguetear con las alturas de sus interiores. Turrientes rompiendo entre Zaharyan y André Silva, el propio Beñat escorándose para arrastrar a su marca, Olasagasti cayendo al lateral derecho... En torno a los movimientos de ambos, la Real empezó a construir aproximaciones al área cada vez más positivas, incluida la de un gol que dio origen, de inmediato además, a la fase más loca del encuentro. Apenas tardó el entrenador local en cambiar de sistema, lanzarse a una presión casi suicida y dar así rienda suelta al espíritu ofensivo de un Andratx mucho más fino y preciso que la propia Real a la hora de ejecutar determinadas acciones técnicas. En esto último residió la gran diferencia durante el agobio final.