Dicen que para gustos los colores. Y la política. Y el fútbol... En este tipo de cuestiones nunca nos vamos a poner de acuerdo, porque cada uno es de su madre y de su padre. Cada vez que publico un tuit con la convocatoria de la selección española no tardan en aparecer respuestas de gente que se enfurece por la presencia de realistas en la misma. Yo entiendo todas las posturas, tanto la del que está más politizado y se pone enfermo porque los nuestros juegan con España, hasta el que siente los colores de la selección casi a altura de los de su equipo. Opiniones, todas ellas respetables porque no hay verdades absolutas en este tipo de cuestiones, solo valoraciones subjetivas. Como las notas de los jugadores en los partidos. Uno puede saber más que otro, o en demasiados casos creer que sabe más que otros, pero al final la calificación está supeditada a muchas valoraciones personales e intransferibles. Lo que no se da cuenta la gente es de que los futbolistas están como locos por jugar con su selección y participar en grandes competiciones internacionales. Y contra este deseo y esta ambición, simplemente no hay nada que hacer, por mucho que te guste más o menos verles jugar con las selecciones. 

El caso es que, un año más, el parón por las jornadas internacionales ha acabado siendo una escabechina en forma de lesiones. En total 27 jugadores de las cinco grandes Ligas han regresado a sus respectivos equipos lesionados. El dato no parece de recibo, pero en realidad y dentro de lo que cabe, esta jornada se puede entender porque se cerraba la clasificación para un torneo de postín como la Eurocopa. Lo malo es cuando se detienen las competiciones por amistosos o por la Copa de Naciones, el último invento de la UEFA, que junto a la FIFA y las federaciones nacionales son auténticos y perversos parásitos que viven de las estrellas a las que pagan y muy bien por cierto, los clubes cada fin de mes. Lo más grave es que sus gestores son insaciables y, a pesar de que muchos de ellos han sido futbolistas profesionales, no demuestran tener ninguna empatía para evitar el disparate de un calendario plagado de partidos que se convierten en un campo de minas para los profesionales. Uno de ellos fue Michel Platini, quien fue un futbolista extraordinario que volvía locos a los franceses, antes de ensuciar su imagen con la corrupción hasta el punto de que tuvo que dejar la presidencia de la UEFA por una inhabilitación de ocho años debido al escándalo de la compra de votos para elegir a Qatar como sede del Mundial. Una de sus ingeniosas propuestas cuando fue director del fútbol europeo fue el intentar que el Mundial lo disputaran 40 países en lugar de 32 (ahora Infantino se ha marcado un sujétame el cubata y ha pretendido que la competición más grande de países se disputara cada dos años).

Lo más increíble es que esta semana he leído unas declaraciones en las que el galo explicaba por qué había elegido Italia en lugar de la Premier cuando era jugador: “Mi mujer quería que fuéramos a Inglaterra. Lo único que me molestaba de Inglaterra era el calendario. Estaba demasiado lleno, muchos partidos. En Italia había una liga de 16 equipos, con descansos mejor situados. En resumen, era mejor para mí, más relajado. Dicho esto, yo no hablaba italiano, ni una palabra, y cuando llegué no fue porque tuviera un nombre de origen italiano por lo que fui bien recibido. Al contrario, los franceses de origen italiano eran inmigrantes que no necesariamente devolvían el favor. Italia tiene un gran problema con Francia: los italianos creen que Francia mira más al Oeste que al Sureste. Aunque somos primos, siempre han sentido que nos daban mucho amor y no recibían suficiente a cambio. Así que llegué a Turín como un aristócrata, a pesar de ser hijo de inmigrantes. Pensaron que era Luis XIV... Esa era la imagen que tenían de mí”. 

Aparte de estirar el productivo chicle de los futbolistas, lo realmente terrible de las selecciones es la evidencia de que la tiranía en la Liga de los gigantes convierte a los internacionales en jugadores de primera y de segunda clase. A todos nos ha impresionado la grave lesión de un niño como Gavi, pero no podemos tolerar que nos tomen el pelo cuando repiten de forma manifiesta, tendenciosa y sin disimulo que es una vergüenza que se haya lesionado en un partido intrascendente. Primero, en el duelo estaba en juego la primera plaza, algo que creemos le suele interesar mucho a su querido Barcelona en su grupo de la Champions, y segundo, ¿acaso insinúan que los partidos más importantes los pueden jugar los futbolistas de los grandes y en los menos trascendentales, que saquen a la morralla del resto de equipos? 

Aunque parezca increíble, a mucha gente no le gusta Mikel Oyarzabal. Me refiero incluso a periodistas con mucha solera e influencia. No creen que sea un futbolista top. Y a nosotros, con el paso de los años, la verdad es que nos convence más esta circunstancia. Antes, cada vez que jugaba con la selección, era recomendable para nuestra salud no entrar en redes sociales. Es evidente que Gavi es un futbolista diferente, de los que te pueden dar torneos cortos al más alto nivel, pero nuestro capitán también tiene ese privilegiado don de dar títulos. Y lo ha demostrado en la Copa para siempre que lleva su firma. Oyarzabal es nuestra gran estrella, uno de los mejores jugadores de la Liga, uno de los futbolistas más en forma y determinantes del campeonato y una de las grandes figuras de la selección, en la que también es capitán. Aunque la gravedad de sus lesiones no tiene comparación, es inadmisible que le ninguneen de esa forma cuando nos quedamos pálidos en el momento en que se echó la mano a la cara posterior del muslo

Suele decir Imanol, quien siempre ha defendido los beneficios de las convocatorias internacionales para sus jugadores, que muchas veces regresan a Zubieta sin haber entrenado apenas en dos semanas. Por eso todavía se corre el peligro de que caigan más lesionados como consecuencia del cambio de rutina. Finalmente su tirón no ha sido tan grave, por lo que no se va a perder partidos, como temimos en un principio. Después de la lógica tristeza vivida por su parroquia, podemos imaginar lo que representa Gavi para el Barcelona, pero de lo que estamos seguros es de lo que significa Mikel para nosotros. Oyarzabal es nuestro Louis XIV, nuestro Platini, el aristócrata de nuestro pueblo, nuestro crack con alma de peón. Nuestro 10. Y si nos lo tocan, mordemos. Vale, permitimos que lo disfruten en la selección, aceptamos compartirlo, pero si no le van a respetar y le van a hacer de menos de forma tan descarada, no vamos a querer que le convoquen más veces y las desventajas de sus convocatorias acabarán estando muy por encima de los beneficios, sobre todo individuales. Por lo que se ve, no está hecha la miel para la boca del asno. Por experiencia propia ya vivida, aquí cuando se lesiona Oyarzabal la sensación es parecida a la del fin del mundo. Aquí se te adora, Mikel, leyenda. ¡A por ellos!