Kubo es el hombre. The special one, como se podría catalogarle parafraseando a Jose Mourinho. El rey de la fiesta txuri-urdin. El jugador que cambió la historia y permitió a un equipo de Europa League acariciar con la yema de las manos la clasificación para la Champions una década después. El gran elemento diferencial de la Real. El distinto. El mejor fichaje de la temporada con una distancia abismal sobre el siguiente. Y lo mejor de todo es que la gran mayoría de la afición pensaba y creía que era una contratación equivocada... Este sí que se ha convertido en uno de los grandes aciertos de Olabe desde que Aperribay le entregó las llaves de la planificación deportiva con la petición expresa de que no le molestaran demasiado.
Un tanto estelar del japonés en la última jugada del primer acto noqueó a un apurado pero sobrio Almería que todavía deberá sufrir para asegurar su permanencia. No fue un partido sencillo. La Real siempre pareció incómoda, tanto en su misión inicial de abrir la lata, como la posterior búsqueda de una sentencia que permitiera a la afición disfrutar de un final de encuentro más plácido y sosegado. Cuando un duelo y un contrincante se te atraviesan, es importante contar con futbolistas capaces de cambiar el guion casi de la nada. De esos que no necesitan a nadie para fabricarse un gol en una acción en la que tampoco se adivinaba una especial amenaza para sus contrincantes. Precisamente esos son los instantes en los que Kubo detiene el tiempo, encara a su rival que debe acabar agotado y con ganas de fulminarle para perderle de vista de una vez por todas (como si fuera sencillo cazarle) y se inventa un gol que decide un encuentro. Un amago, una finta y un disparo fulminante que limpia las telarañas de la portería de un arquero que solo puede seguir la jugada como una estatua situada en una localidad privilegiada del campo.
1-0, suficiente para sellar el objetivo ineludible que era sumar los tres puntos a falta de ya solo las dos jornadas finales. La Real duerme a tres puntos del Madrid, con el que tenemos ganado el gol average, y con un ojo entreabierto puesto en Vila-real donde si el cuadro de Setién no gana mañana al Cádiz certificará su cuarta plaza y por ende su pasaporte para la Champions. Después de un minitropiezo tan injusto como doloroso frente al Girona que hicieron saltar las alarmas de los más escépticos y agoreros, estas dos victorias seguidas apuntan a ser casi definitivas, ya que los groguets están obligados a vencer los tres partidos que les quedan. Lo del equipo de Imanol es una auténtica locura. Y lo mejor es que cada año va a más...
El oriotarra sacó el once más o menos esperado, con siete cambios respecto al equipo que firmó la hazaña 32 años después. Aunque no le guste reconocerlo, con un segundo partido vital cuatro días después, el técnico tenía un plan para sumar los seis puntos de la semana y acariciar la Champions. Gorosabel, Pacheco y Aihen entraron en la zaga, Silva en la medular y Kubo, Carlos y Oyarzabal formaron un tridente renovado.
Enfrente un Almería que, a pesar de que se anunciaban muchas rotaciones para reservar al máximo de jugadores referenciales de cara a su final del domingo ante el Valladolid, saltó a Anoeta con bastantes más caras reconocibles de las esperadas. Y lo pagó bien caro, porque no es fácil jugar en Anoeta al estar expuesto a lesiones musculares al estar obligado a correr mucho y, por supuesto, a cartulinas ya que te ves obligado a cometer faltas.
Los andaluces salieron muy fuertes y en menos de tres minutos amagaron en tres ocasiones. Incluso su Vinicius, que venía de firmar un hat-trick ante el Mallorca, estuvo muy cerca de prolongar su racha en su primer disparo, una rosca envenenada, que obligó a Remiro a sacar una buena mano. La Real arrancó con una actitud más contemplativa y Kubo fue el primero en generar algo de peligro en una buena internada que culminó con un centro que despejó la zaga visitante. Carlos le siguió con un cabezazo desviado a centro de Aihen. No fue hasta el cuarto de hora de encuentro que los realistas lograron empotrar atrás a su rival para comenzar a combinar con la intención de moverles para encontrar huecos. Finalmente fue Aihen quien rompió y su centro lo remató desviado en posición complicada y a bote pronto Gorosabel, el otro lateral, en la mejor demostración de lo mucho que habían reculado los de Rubí. Después de esa acción apenas salieron más de la cueva. Lo malo es que Silva no aguantó el momento de arriesgar de Imanol y se vio obligado a solicitar el cambio para que entrara Brais, que también llegaba muy justo a la contienda.
A la Real le costaba mucho hacer daño. Kubo volvió a estar cerca de abrir el marcador, pero su disparo lo salvó Fernando, en una acción anulada por fuera de juego del gallego que había sido quien había iniciado y conducido la contra.
A los 35 minutos, en una acción aislada y sin ninguna trascendencia pegada al banquillo almeriense, Luis Suárez se pasó de frenada y le clavó los tacos más cerca de la rodilla que del tobillo a le Normand. La entrada era exactamente igual que la de Brais a Busquets en el Camp Nou que le costó a la Real el KO en la Copa. Como en aquella ocasión tuvo que ser el VAR quien corrigiera la primera decisión de González Fuertes, quien no dudó en expulsar al delantero colombiano. Rubí y el propio jugador se quejaron amargamente, pero la acción no admitía ninguna discusión.
Con el Almería suplicando la llegada del descanso para modificar su estrategia y hacer balance de daños, Carlos envió por encima del larguero un balón que le sirvió en bandeja Merino a solo dos metros de la línea de gol. En el otro área Le Normand salvó con la testa un balón envenenado tras una falta lejana y en la última acción llegó el gol de Kubo en otra acción inolvidable que mereció pagar el precio de la entrada. Pacheco le asistió en un gran servicio al primer toque y el nipón, tras una finta maravillosa que casi sentó o tumbó a toda la muralla dorada, puso el balón en la escuadra con una rosca fulminante.
En la reanudación el panorama no era precisamente alentador para el Almería. Con uno menos, en desventaja en el luminoso y la obligación de estirarse, lo que le iba a obligar a dejar muchos metros a un Kubo ya enchufadísimo y crecido tras su obra de arte. A los dos minutos se confirmó su delicada situación, con un saque de puerta rápido, largo y preciso de Remiro, que bajó el nipón, condujo, se apoyó en Oyarzabal y este, en lugar de servir en bandeja el tanto a Brais que aparecía completamente solo, optó por devolvérsela al extremo que estaba acompañado por un defensa que le impidió incluso rematar a puerta. Rubí no tardó en hacer cambios y lo cierto es que, salvo el incendio permanente que tenía en la banda derecha con Kubo, al resto de la ofensiva txuri-urdin la controló bastante bien. A los 62 minutos, el japonés dejó boquiabierto de nuevo a la grada con una concisa pared con Brais que culminó con un sutil toque que se marchó lamiendo el palo largo.
La salida de Barrenetxea propuso más alternativas al juego realista, pero la realidad es que, a pesar de que los detalles técnicos con varios caños que levantaron la admiración de la grada, las ocasiones claras seguían sin aparecer y por ende el tanto de la sentencia. Le Normand también desperdició una buena opción a pase de Merino dentro del área. En el arreón final, Barrenetxea disparó al palo otro centro del loco de la banda derecha y luego se topó con una buena parada de Fernando, mientras que Sorloth no encontró palos con la derecha tras un apresurado control en el área.
La Real ya ha vuelto a hacer los deberes. Ahora solo queda esperar con sus 68 puntos. Para que se hagan una idea, el Deportivo ganó la Liga con 69. Este equipo se ha ganado por méritos propios entrar por la puerta grande en la competición continental más grande de clubes. Por la simple razón de que cada año sube un escalón. Con futbolistas de talla mundial como Kubo, todo se encuentra al alcance de su mano y la diferencia con los gigantes se reduce a base de escandalosas exhibiciones como la de hoy. A la próxima Champions se entra por oriente...