La 33ª jornada de Liga ha acercado a la Real Sociedad a la Champions League. Los txuri-urdin se impusieron el martes al Real Madrid en Anoeta (2-0), resultado al que 24 horas después se sumó el pinchazo del Villarreal en Mestalla (1-1). Con solo quince puntos en juego, el equipo de Imanol Alguacil aventaja en siete a los amarillos y en nueve al Betis, rentas sumamente valiosas que, en cualquier caso, conviene analizar con cautela. La situación resulta idílica, muy favorable. Pero la hemeroteca recuerda que el equipo blanquiazul, en contextos similares, ha llegado a perder colchones como el que ostenta actualmente. Así le sucedió, concretamente, en la temporada 2012-13, la última en la que obtuvo un billete para el máximo torneo europeo.

 Toca rebobinar así diez años e, introducidos en la máquina del tiempo, regresar al 28 de abril de 2013. En la noche de aquel día, Anoeta vivió algo muy parecido a lo experimentado el martes contra el Madrid: la Real de Montanier ganó 4-2 al Valencia, rival directo, para aventajarle en cinco puntos (más average) a falta de únicamente cinco jornadas. Sin embargo, el cuadro che logró darle la vuelta a la tortilla durante el mes posterior, remontando siete puntos a los txuri-urdin en solo cuatro partidos. Es decir, recuperando exactamente la misma ventaja que el actual equipo tiene con el Villarreal. Afortunadamente, la historia de hace una década tuvo final feliz gracias a una carambola en la última jornada, pero el recuerdo sirve también para ilustrar que el pasaporte solo está encarrilado, y ni mucho menos asegurado.

Para que aquel epílogo liguero se diera como se dio tuvieron que coincidir dos factores. El primero residió en la infalibilidad del rival, que contó por victorias sus cuatro partidos posteriores a la derrota en Anoeta. El Valencia de Ernesto Valverde reaccionó al 4-2 de Donostia goleando a Osasuna (4-0) y Rayo Vallecano (0-4), y sufriendo después para batir por la mínima a Getafe (0-1) y Granada (1-0). En total, sumó doce puntos de doce posibles, por los solo cinco de una Real que pareció acusar la responsabilidad de ver tan cerca el objetivo. Los txuri-urdin cayeron en el Coliseum tras adelantarse (2-1) y encajaron el empate del Granada en Anoeta (2-2) en el tiempo de descuento. Igualados ya a puntos con el quinto, reaccionaron ganando al Sevilla en el Sánchez-Pizjuán (1-2). Pero el sorpasso valencianista se vio luego escenificado en la penúltima jornada, al obtener los blanquiazules un insuficiente 3-3 casero ante el Real Madrid.

En un abrir y cerrar de ojos, la Real pasó de acariciar la Liga de Campeones a afrontar la última jornada obligada a ganar en Riazor y a esperar un traspié del Valencia en Sevilla, combinación que se terminaría produciendo. Se trata ahora de evitar que parte de la historia se repita, dentro de un panorama con sus diferencias respecto a aquel. La principal reside en la madurez y las hechuras de la propia Real, mucho mayores en este 2023 que en 2013. El actual equipo de Imanol se dispone a cerrar su cuarto año de proyecto con experiencias de calado en la mochila: desde varios finales apretados de Liga hasta eliminatorias europeas de gran caché, pasando por un derbi, el de La Cartuja, que puso en juego un título de Copa del Rey felizmente conquistado. Además, el factor local en el calendario cuenta con un peso importante para los blanquiazules, quienes esta vez compiten en un estadio reformado y mucho más cálido, y quienes además jugarán ante su afición tres de los cinco partidos que les restan.

Si seguimos contraponiendo parámetros una década después del precedente, también hay que calibrar cuáles son las opciones de que el perseguidor más inmediato firme un pleno de puntos en los próximos cuatro partidos. Aquel Valencia de 2013 tuvo la fortuna de medirse, tras su paso por Anoeta, a varios rivales que no se jugaban nada, circunstancia que no se da ahora con el Villarreal. Los amarillos deben medirse, por este orden, a Athletic (en casa), Girona (fuera), Cádiz (en casa), Rayo Vallecano (fuera) y Atlético de Madrid (en casa).