Suele suceder en esto del fútbol que, cuando un equipo es mejor que su rival basándose en circunstancias del juego puro y duro, la sensación ofrecida de cara al exterior extiende esa superioridad táctica a otros parámetros. Pasa a menudo con la materia física: ver siempre a una escuadra llegar tarde al balón sugiere falta de fuelle. Y puede ocurrir lo mismo con todo lo referido a la intensidad y a la actitud de los propios futbolistas: están persiguiendo sombras por el terreno de juego y aparentan indolencia, cuando en realidad son víctimas de circunstancias meramente deportivas.

La puesta en escena de la Real Sociedad, este sábado en San Mamés, puede ser incluida en este último grupo de casos, a tenor de muchas lecturas que se han realizado a posteriori. Sin embargo, aquí los análisis que reprochan cierta desidia al cuadro txuri-urdin chocan frontalmente con las estadísticas, principalmente con aquellas que estudian el éxito y el fracaso de un equipo en los balones divididos. En Bilbao contabilizaron 170 lances en los que el esférico no tenía dueño, llevándoselo los de Imanol en 94 de ellos.

La ensalada de cifras, correctamente desglosada, habla concretamente de 41 balones aéreos sin dueño, siendo para la Real más de la mitad, 21. En lo que se refiere a los esféricos divididos a ras de césped, mientras, la superioridad txuri-urdin resultó mayor (56-71), lo que dibuja un contundente 76-92 para el cuadro guipuzcoano en los duelos. La cosa no queda ahí, pues el capítulo de tackles (entradas) indica que los blanquiazules recuperaron la posesión mediante 23 de ellos, por solo diez exitosos del Athletic. Y también hubo ventaja visitante (7-10) en lo que se refiere a intercepciones de pases. 

Los datos apuntan así a que la superioridad que el rival mostró durante el derbi, sobre todo en la media hora previa al descanso, respondió a factores más propios del juego, antes que a una mala predisposición realista. Ganar la estadística de duelos ante un equipo poderoso y físico como el Athletic no está al alcance de cualquiera, y menos de una escuadra carente de actitud. Cuando Imanol anheló tras el encuentro una “mayor agresividad” en determinados momentos, se refirió a una agresividad táctica. Es decir, reclamó que sus jugadores se mostraran más osados a la hora de emparejarse con los rivales en algunas acciones del partido. Lo cierto es que, por momentos, el equipo sí adoleció de cierto atrevimiento, tanto en la presión como en el inicio de sus ataques, para conseguir situaciones más ventajosas.