La Real solo empató en Mallorca en un partido que era de los de ganar sí o sí. El equipo realista fue muy superior durante la mayor parte del duelo, pero su estilo narcisista, el que muchas veces deriva en gustarse delante de un espejo, en lugar de ir a machacar a un rival contra las cuerdas, provocó que dejara abierta la incertidumbre del resultado hasta que, en un fallo grave, le empataron. Incluso pudo perder en una acción calcada que acabó en un disparo que repelió el palo.

Los blanquiazules no están bien, ese es el principal motivo por el que ayer se quedaron sin sumar los tres puntos, ni más ni menos. Pero hay unas cuestiones que comienzan a clamar al cielo. Ya no nos creemos nada, como declaró Jagoba Arrasate al término del encuentro de Osasuna en Valencia. Algo muy raro está pasando para que el actual máximo perseguidor de la Real, el Betis, haya reducido la renta gracias a indiscutibles favores arbitrales. Que vuelva a quedar muy claro, la Real de hace un par de meses hubiese sentenciado el encuentro de ayer sin dejarle opción de reacción a su adversario y, desde luego, jamás hubiese encajado ese disparatado gol que ni en juveniles, pero el tema ya pasa de castaño oscuro.

Los donostiarras marcaron dos goles, su contrincante solo uno y regresaron únicamente con un punto. Cuando los isleños habían establecido las tablas, llegó la acción clave en un córner en el que Ruiz de Galarreta hizo todo tipo de faltas a Le Normand hasta que este, mucho más alto, ganó el salto y anotó de certero testarazo. Martínez Munuera, al que hace tiempo que le tenemos pillada la matrícula y que hace bien poco, es decir hasta que demostró lo contrario, estaba bien valorado en los despachos de Anoeta, no dudó en inventarse una falta imaginaria, que, curiosamente, el VAR no corrigió. Ya está bien. No se puede seguir así, con unas reglas para unos y otras para otros.

El alicantino siempre decidió a favor del color bermellón en cada jugada dudosa, a pesar de que le protestaban hasta acciones flagrantes en su contra. Por si fuera poco, en el último minuto, en una jugada intrascendente en el duelo pero muy significativa para lo que está sucediendo últimamente porque permite reforzar la tesis de que parece que no quieren dejarnos llegar, no dudó al expulsar a Merino en una entrada mucho más light que el plantillazo del cadista San Emeterio a Oyarzabal en la anterior jornada. Ya está bien. Todas las temporadas se repite la misma historia con un equipo que no genera ni el más mínimo problema ni conflicto al colectivo arbitral. Estamos cansados ya. A nosotros nos da igual el caso Negreira, porque los grandes nos han robado toda la vida, lo que nos cuesta asimilar más es que se tomen este tipo de decisiones en función de los colores. Y hasta aquí la pataleta. Algunos dirán que menudos llorones, y lo podemos entender. Pero que nos expliquen por qué la Real metió un gol más que su rival ayer y no se llevó la victoria. ¡Es que lo que le arrrebataron fue un tanto que hubiese valido casi con total seguridad el triunfo! 

Aunque no le convenza el concepto, Imanol rotó al equipo. Aunque, como suele ser habitual en él, sin exageraciones, al ser plenamente consciente de que la Real no digiere bien los cambios masivos. En total fueron cuatro variantes: Pacheco sentó a Zubeldia y pasó a Le Normand a la derecha; Brais recuperó el rombo mágico al sustituir a Illarramendi; y Oyarzabal y Carlos Fernández fueron los delanteros en detrimento de Kubo y de Sorloth. Todo novedades comprensibles y esperadas. El Mallorca contaba con la baja de Muriqi por acumulación de amonestaciones, por lo que le reemplazó Kadewere. 

Fue como si la Real continuara en el Olímpico enfadada por el gol que encajó al saque de un córner en el minuto 86 y que le ha puesto la eliminatoria tan cuesta arriba. En el primer minuto Oyarzabal vio cómo, tras hacer una pared con Silva, remató con mala intención y el meta local le dejó sin gloria con un paradón. Segundos después, Brais templó una jugada, buscó a Silva en el área, este en lugar de rematar se frenó y asistió a Carlos Fernández, que firmó un gran gol con un colocado disparo junto al palo con su pierna hábil. 

La superioridad txuri-urdin era manifiesta, pero, en lugar de ir a matar y sentenciar, optó por contemporizar y dominar la situación a través del balón. Solo Merino estuvo cerca de anotar el segundo en una buena acción que desvió un defensa a córner. El control visitante fue tan abrumador que las dos únicas ocasiones de los isleños llegaron en el descuento con un disparo de Kadewere al lateral de la red a pase de Maffeo y un cabezazo alto de Raíllo.

En la reanudación, los bermellones saltaron al campo con otra actitud mucho más agresiva y ambiciosa al ser conscientes de que podían hacer daño a esta Real, que no tiene nada que ver con la de la primera parte del curso. A los cuatro minutos, Rajkovic sacó en largo una falta, Le Normand perdió el salto con Abdón y su peinada la aprovechó Kang In Lee para hacerle un lío de desproporcionadas consecuencias a Pacheco, quien al final hasta se fue al suelo consciente de que había perdido la batalla de forma imperdonable. El coreano regateó a Remiro y empató el partido.

La Real no tardó en ser consciente de que no llevarse los tres puntos era una pifia importante cuando su superioridad era tan evidente y reaccionó como siempre al ritmo del dios Sol Silva. Pocos minutos después llegó el citado tanto anulado a Le Normand, que no daba crédito a la decisión arbitral, como es normal. El canario se inventó un pase imposible a Oyarzabal, que, en lugar de rematar, trató de regatear al portero antes de quedarse sin hueco para marcar y, poco después, al propio 10 le impidieron el cabezazo en plancha en una acción discutible, que, por supuesto, Martínez Munuera ni valoró. Ahí se acabó el peligro txuri-urdin, ya que todo fue a peor. A pesar de que atacaron mucho, saltó a la vista que este equipo ha perdido magia y duende. A trece minutos para el final, Maffeo disparó desde lejos y paró Remiro mientras que en el 85’, Amat acabó voleando al palo una acción calcada a la del gol mallorquín. Por si fuera poco, Merino fue expulsado por un plantillazo en una decisión excesiva y hasta Sorlorh rozó la roja en un pique con Raíllo al que le consintieron todo y más. 

Estamos cansados, pero, sobre todo, lo que nos sentimos es preocupados. ¿Dónde ha quedado la Real que nos conquistaba cada fin de semana? ¿La que sacaba fuerzas de flaqueza cuando estaba acuciada por los contratiempos físicos? ¿La que jugaba como los ángeles y no dejaba escapar ninguna oportunidad para matar? ¿La que arrollaba a sus rivales y no les concedía ni media ocasión? La nueva vida comienza a ser insoportable. Las dos mejores horas de la semana se está convirtiendo en un boulevard de sueños rotos... Once del Mallorca: