Como escribía hace una semana, las costumbres sociales van cambiando. Lo intocable deja de serlo y el personal vive las cosas de diferente manera. El deporte ya no se detiene el Viernes Santo. Los dos primeros equipos de fútbol del territorio compitieron en medio de la pasión. La Real ante el Betis, el Éibar frente a Las Palmas. Los dos empataron en propio feudo. Es decir que, mientras en Segura y Hondarribia, los pasos y los costaleros recorrían las calles de cada población, en las gradas de ambos estadios se escuchaban el mambo y las voces de ánimo. Mientras el recogimiento y el silencio se expandían por aceras, balcones y calzadas de nuestros pueblos, en los estadios se desplegaban banderas, al tiempo que sonaban los bombos. Con el clásico “Jesu Meine Freude” compiten ahora los fondos de animación. Y así sucesivamente.

De los tiempos en los que los bares cerraban al paso de cirios y velones encendidos no quedan demasiadas cosas. Una evidencia la tienes aquí mismo. Los diarios de prensa escrita no se publican el Sábado Santo y este beaterio se lee en domingo de resurrección. Ni tan mal. En los tiempos de la extinguida Herri Irratia, esta semana nos causaba dolores de cabeza, sobre todo cuando coincidía con la Itzulia. La transmisión de los oficios religiosos era sagrada y la hora era inamovible. Pasábamos en un santiamén del grito pelado del sprint a la palabra sosegada de los celebrantes. Había que cruzar los dedos para que las etapas de turno no se retrasaran y la transmisión desde la basílica de Loiola llegara a tiempo. Las cinco y media de la tarde eran más que la espada de Damocles. Es la misma, o parecida, a la de los partidos en los que la Real y el Betis se enfrentan.

Llevábamos una rachita de desencuentros con los buenos resultados ante el cuadro sevillano. En buena parte de las últimas confrontaciones, el equipo ha salido trasquilado y con el rabo entre las piernas. La cita del viernes noche tenía su aquél. La entrada en Europa necesita un buen pasaporte, carta verde, salvoconductos y visados. Mientras Pellegrini y los suyos encontraban pronto la tecla, a Imanol y sus huestes la situación terminaba por superarles. Por eso, entiendo, que el técnico preparó a conciencia el partido, buscó la fórmula mágica para que los puntos se quedaran en casa y con ellos la travesía al futuro deseado fuera más llevadera. El problema es que no hay quien le afine el piano.

Le hubiera invitado al técnico de Orio a visitar Leyre, el edificio en el que residen los benedictinos y comparten la liturgia cada día con quienes acuden al monasterio. Unos laudes a las siete y media de la mañana y la posterior misa conventual ayudan a reflexionar y a decidir. El canto gregoriano, las voces de quienes lo interpretan, salen de las bóvedas de medio cañón, las tenues luces, la cripta y su historia.. Estuve allí el miércoles santo, cruzando la Porta Speciosa con permiso del parteluz. Una vez dentro, silencio y sueños. El que procede del madrugón y el que permite dejar volar la imaginación. En algún momento pensé en los partidos del Betis y del Barça porque de ellos dependía buena parte de la suerte del equipo. Y lo sigue haciendo después del partido ante los verdiblancos, les llamo así aunque jugaran con otra camiseta, imposible de definir.

El empate no les aclara el panorama a ninguno de los dos, aunque los béticos salgan más airosos. No merecieron llevarse el punto, porque la Real fue mejor, dominó y porque, sobre todo en la primera media hora, jugó de modo espléndido, porque creó más ocasiones que su rival. Como en las semanas precedentes, le volvió a penalizar la falta de puntería y ese 1-0, con el que tantas tardes el equipo ha rematado faena, no llegó. Por tanto, la vida sigue igual o parecida. Se nota el orden competicional, la desaparición de un calendario brutal para técnicos y jugadores. Diego Rico está rompiendo las ataduras y se parece cada vez más al futbolista que ficharon. La galopada de Le Normand por banda izquierda en el primer tiempo fue una locura, lo mismo que un taconazo de Mikel Merino. Muchas cosas buenas pero me quedo con…

El partido de Sorloth merecía otro premio. Espléndido encuentro del noruego. Es el tipo de delantero que me gusta. Lleva cuatro encuentros consecutivos siendo titular y se nota. Corre que te mueres y regatea pese a la envergadura. Le ves de frente y te entra el pánico. Se me ocurre, al hilo de estos días de recogimiento, que pudiera ser un perfecto capitán de los centuriones romanos que desfilan en las procesiones de nuestros pueblos y ciudades. Con lo que mide, le añades el casco con penachos, un escudo y una lanza y te encuentras un maromo de armas tomar. Pues, eso, la defensa del Betis no encontró el modo de pararle, de impedir que firmara la mejor actuación desde que llegó, o muy cerca de serlo. Parece un tío serio. No le veo contando chistes en el vestuario de Zubieta e ignoro si la Real estará dispuesta al desembolso pactado para hacerse con sus servicios de forma definitiva. Es una de las incógnitas del futuro inmediato. Lo mismo que conocer la sanción a David Silva por mandar al colegiado “a la mierda”. Sugiero que en la formación de futbolistas, que en el trabajo de las unidades de exaltación del sentimiento, se les enseñen frases que signifiquen lo mismo. Por ejemplo, ¡que te den por donde amargan los pepinos! Y si no, que llamen a Sorloth a poner orden, cual primo de Zumosol y verás cómo se tranquiliza todo.

Apunte con brillantina. La semana europea de los equipos españoles fue inenarrable. El Villarreal, como las hormiguitas, va haciendo su camino después de eliminar a la Juve y al Bayern. El Atco de Madrid se preocupó en exceso del léxico del oponente y no fue capaz de resolver el problema que se le planteaba. Al Barça le metieron treinta mil alemanes por la escuadra. Más o menos parecido a lo que se encontrará el jueves en Anoeta. Le habrá servido de ensayo general. Y que no se quejen mucho, porque el tesorero del club está como unas castañuelas de contento. ¡Taquillón en tiempos de penuria!