Sí, estamos todos de acuerdo en que los triunfos que son emocionantes y ajustados en el marcador son los que mejor sabor de boca generan. En el momento en el que, al inicio del curso, hacen una encuesta entre los aficionados, la gran mayoría firmarían muchos de esos que llegan con el corazón encogido y la falta de aire. Los que provocan explosiones de alegría incontrolables que se recuerdan durante mucho tiempo. El problema es que para saborear de verdad esas victorias, tienes que lograr otras mucho más cómodas y previsibles y este año, por causas que se desconocen, la Real no las estaba consiguiendo. Las necesitaban, tanto el equipo, como la grada y por fin llegó. Un triunfo de los de antes, con una superioridad manifiesta en el juego, que se plasmó con dos goles de ventaja en el marcador y con otra portería a cero. En Atocha se solía decir que la mayoría de conjuntos andaluces caían casi por costumbre e inercia. Y no siempre por el estado del terreno de juego, como cuenta la leyenda negra. Por motivos que se desconocen, los blanquiazules lograban sacar adelante este tipo de encuentros ante adversarios a los que se les hacía complicado adaptarse a las condiciones de humedad donostiarras.

Hoy en día, esto se ha igualado, y no se puede generalizar con los regionalismos, porque todos las plantillas están formadas por futbolistas de todas las nacionalidades. Pero ayer la Real hizo lo que tenía que hacer, comenzar la semana más importante de la temporada, al menos hasta la fecha, con una victoria convincente, dejando buenas sensaciones, enganchándose en los puestos europeos y llenando de confianza y moral sus pulmones para afrontar dos retos de aquí te espero en Leipzig y en San Mamés.

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Para los amantes de la estadística, un dato revelador. A mediados de febrero, la Real de Imanol, ese conjunto que nos enamoró por su vocación ofensiva y por su fútbol alegre, selló su primera victoria por más de un gol de diferencia en Anoeta. Todo un Expediente X. Y que conste que durante muchos minutos no zanjó el debate sobre su sequía goleadora, ya que solo fue capaz de anotar desde el punto de penalti. Al menos, Rafael maquilló un poco la tarde en ese sentido con su bautizo realizador al aprovechar una asistencia de Oyarzabal. Pero hay que destacar que la Real volvió a jugar muy bien por momentos, con combinaciones rápidas y precisas, apoyadas en la superioridad que siempre le generaba la participación de Zubimendi y de Silva; en que Januzaj marcó diferencias en el primer tiempo; y en que el 10 es una bestia parda que por momentos se muestra de nuevo intratable. La despedida que le tributó Anoeta, con los niños bajando por las escalerillas a su paso como si fuese el flautista de Hamelin, son de las que emocionan hasta al más frío. En la entrevista que concedió a este periódico comentó que no se le ponía la piel de gallina; esperamos que lo de ayer fuese una excepción a la regla. Ah, y que el día que se siente a negociar se acuerde de que es patrimonio del club y de que nada será igual en el hipotético e improbable caso de que decida emprender una aventura por otros lares. Se sabe, se siente, pero por si acaso, se lo recordamos las veces que hagan falta. Por Mikel, lo que sea.

Pero no solo eso. A lo largo de una temporada siempre hay ejemplos de superación que acaban contagiando a sus propios compañeros y que pasan de actores secundarios a protagonistas. Aihen no quería hablar de salir de Zubieta el pasado verano. Llegó un momento que hasta su imborrable sonrisa corrió peligro, pero apretó los dientes, sufrió como el que más, creyó en sus posibilidades y ahora se puede decir que es el lateral izquierdo titular de la Real sin ninguna discusión. Ayer, sin saber en qué condiciones reales se encontraba, demostró de nuevo que a coraje y valentía no le gana nadie.

A los cinco minutos, ya llevaba tres carreras de más de 60 metros, todas ellas espectaculares. Es que ahora hasta parece más rápido y hasta va mejor por arriba (más alto no parece, no; al menos aún no, que todo es posible). Da gusto verle jugar y es uno de sus futbolistas que transmite, que tira del equipo y le conecta al fervor de su propia parroquia. Lástima su lesión, porque su baja, de confirmarse, sería muy importante en las dos próximas citas, ya que su banda izquierda, con los dos canteranos a ese nivel, recuerda a otras míticas en la historia del club cuyos nombres no hace falta ni recordar.

Imanol demostró, una vez más, que para él, el partido más importante siempre es el siguiente. Que pensar en el próximo antes de jugar no vale para nada y te puede conducir a más de un fracaso consecutivo. El oriotarra apostó por un once casi de gala, con la novedad de la continuidad de Gorosabel, probablemente para proteger a Zaldua, que jugará el jueves. El resto fueron los esperados, con la presencia de los tocados entre semana Aihen y Merino. El que viese la herida en la frente del navarro entendería que está hecho de otra pasta. No estaba actuando a su mejor nivel e incluso en la primera parte le costó ser importante, pero su rendimiento tras el descanso fue imponente. Hasta el punto de que se merendó el terreno de Zubimendi y de Silva, que había tenido mucha más brillantez antes del entreacto. Le sigue faltando el gol, porque es un centrocampista que debería superar por año la decena de dianas. Pero, bueno, por lo que parece, debe ser una plaga extendida y muy contagiosa.

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Enfrente un Granada con un 4-4-2 indiscutible y una presión muy adelantada. Los andaluces no lograron aprovechar dos desajustes defensivos de la zaga realista al cuarto de hora, que salvó con lucimiento Remiro en dos mano a mano con Arezo, aunque en el segundo se enredó más de la cuenta y lo pudo pagar caro. La Real dominaba y atacaba mucho más, pero adolecía de lo de siempre, veneno. Pegada. Muchos disparos y muy poca puntería. Muchos centros y pocos rematadores. Y así es complicado marcar y lo va a seguir siendo. Isak había prendido antes la mecha del ataque local al dejar atrás a Domingos, aunque su centro no encontró un compañero, pero no encontró la necesaria continuidad. Un tímido disparo del sueco nos descubrió que enfrente había un buen portero.

Januzaj, que se busca y se encuentra con Silva, finalizó con un chut muy flojo con la derecha una oportunidad muy buena, justo antes de que llegara el penalti. Una de esas manos que el reglamento de hoy en día tipifica sin discusión como pena máxima. Se podrá discutir la norma, pero no su aplicación, aunque la mano sea involuntaria y aquí sabemos muy de lo que estamos hablando. El flautista no desaprovechó la ocasión y puso por delante a los suyos. Incluso rozó el doblete en un centro majestuoso de Januzaj, pero Quini lo salvó a la heroica. Merino tampoco aprovechó un servicio de Silva en situación inmejorable y, antes del descanso, Quini volvió a salvar una combinación excelsa de una Real que por momento se estaba gustando con el balón.

En la reanudación, el guion no cambió demasiado. Siempre pareció más cerca el segundo que el empate. Lástima que tardara tanto en llegar, porque los realistas lo merecieron con creces. Oyarzabal, en modo centrador y finalizador, incluso de tacón con su pierna mala Isak, Januzaj a centro de Aihen no lograron plasmar la superioridad local. Tuvo que llegar un susto de Collado que detuvo Remiro para que Imanol moviera ficha y desde el banquillo salieran Portu y Rafael que, junto a Oyarzabal, cocinaron el segundo tanto que anotó el brasileño. 2-0, partido terminado y aunque el Granada achuchó al final, no logró impedir la decimotercera portería imbatida de los txuri-urdin en 23 encuentros de Liga. Un registro histórico.

La Real hizo lo que tenía que hacer. Su obligación era ganar al Granada en casa y volver a recolocarse en los puestos nobles. Ahora le va a tocar hacer cosas menos corrientes en sus dos próximas citas. Para afrontarlas con la máxima confianza y autoestima era necesario un triunfo como el de ayer ante el Granada. Uno de los de antes, cuando acudíamos al campo con la seguridad de que no se iban a escapar los puntos. No siempre ha sido así y no siempre será así. Pero no está mal que cuando la exigencia es vencer, el equipo rinda a la altura y no falle. Porque precisamente son los días así, en los que se cumple con lo debido, los que van a marcar la cuantía del éxito a final de temporada. Esta Real está preparada para todo.