o vengo repitiendo por aquí. No me gusta hablar de los colegiados, porque implica juzgar una labor complicada que exige tomar decisiones difíciles en milésimas de segundo y que nosotros analizamos con una ventaja considerable: vemos repeticiones a cámara lenta y con diferentes ángulos. Desde este punto de partida, sin embargo, entiendo también que en esto del fútbol se dan arbitrajes y arbitrajes. Los hay malos por un simple error que condiciona un partido y que cabe asumir como algo propio del juego: nadie está exento de equivocarse, tampoco los trencillas. Pero existen igualmente los arbitrajes malos por una cuestión de disparidad de criterios, de incoherencia, de decidir de forma distinta sobre dos acciones similares. En este segundo grupo entra lo de Del Cerro Grande el domingo en Vitoria Del Cerro Grande. Perjudicó a la Real. Pero también perjudicó al fútbol. Y a sus propios compañeros.

los penaltis

Se quejan a menudo los colegiados de que los futbolistas no se lo ponen nada fácil. Y posiblemente tengan algo de razón. Pero deberían reflexionar también los propios árbitros sobre los motivos de ciertas actitudes por parte de los jugadores. En el derbi de Mendizorrotza, Del Cerro Grande gritó a los cuatro vientos al mundo futbolístico que, para que te piten un penalti, tienes que irte al suelo como si te hubiese disparado un francotirador. Isak aguantó en pie, intentó disparar y la jugada se quedó en eso, en el lanzamiento al palo de un delantero claramente desequilibrado. El alavesista Miguel De la Fuente, mientras, hizo todo lo contrario: fingir un codazo, o vete tú a saber qué, para intentar provocar un penalti. El criterio del árbitro para subir y bajar el listón de la permisividad entre una jugada y la otra se sumó entonces a la fiesta, para completar un disparate que fue más allá de lo que a todos nosotros, los txuri-urdin, nos pudo fastidiar el empate final. Del Cerro Grande hizo el domingo apología de la simulación. Flaco favor a su estamento.

el var, un problema

Quizás el problema de fondo no esté en Del Cerro Grande ni en los jugadores, sino en el famoso VAR, esa herramienta diabólica ante la que un servidor no es ahora sospechoso de ventajismo: la detesté desde el primer día. El videoarbitraje, como el trencilla del Alavés-Real, estimula que los futbolistas finjan, justo al contrario de lo que se pensaba en un principio que iba a suceder. Y me explico. Con el VAR ya no vemos piscinazos groseros, de esos en los que, sin mediar contacto alguno, un delantero buscaba engañar al colegiado y provocar un penalti o una falta. El futbolista asumió rápido que, por este lado, le iban a pillar. Lo malo es que el jugador también aprendió rápido que la exageración de cualquier contacto se iba a ver posteriormente avalada por el VAR, nunca censurada. Por eso existe ya un comportamiento asentado entre la mayoría de atacantes: buscan que les toquen, que les rocen, y es entonces cuando sacan a relucir sus dotes dramáticas. A partir de ahí, las imágenes de televisión pueden ser utilizadas para refrendar la existencia de ese mínimo contacto. Por lo tanto, para reforzar la señalización de un penalti. Las mismas imágenes, en cambio, nunca van a servir para cuestionar la intensidad del roce, porque aquí entraríamos ya en el terreno de la interpretación, ajeno al VAR. Por esto mismo nadie llamó a Del Cerro para que revisara la acción de Zubeldia, porque él ya la había visto y ya la había juzgado en directo. Mal, por cierto.

el partido

No se trata de pedir aquí que los jugadores de la Real repitan el teatro del citado De la Fuente el domingo en Vitoria. Pero seguro que alguien les recuerda estos días lo explicado hasta estas líneas: besar el césped es requisito indispensable para que te señalen los once metros. Si se llega a pitar lo de Isak en Mendizorrotza, posiblemente estaríamos hablando ahora de otro resultado para un derbi que, parafraseando a Imanol, los txuri-urdin “no jugaron muy bien, pero tampoco mal”. Estaba enfrente el nuevo Alavés de Mendilibar, un técnico que, durante sus seis meses de parón forzoso, no parece haberse quedado de brazos cruzados. Su equipo fue reconocible ante la Real, agresivo, presionante. Pero el ex armero ha estado viendo fútbol e incorporando matices a su repertorio. Fue interesante analizar cómo el Alavés apretaba arriba con sus cuatro futbolistas más ofensivos, quienes a su vez daban prioridad a tapar dentro y concedían el pase de Zubeldia a Aritz y de Le Normand a Diego Rico. Uno puede ser fiel a una idea troncal. Pero el fútbol siempre te exigirá una evolución. Bien por Mendi, cuyo Eibar parecía un punto menos sofisticado.

primera vuelta

¿Y la Real qué? Me gustó cómo Imanol supo entregar a los suyos las herramientas para superar esa presión alta. Incrustando a Guevara entre centrales para hacer salida de tres, los txuri-urdin encontraron superioridades muy aprovechables que quedaron en nada demasiado a menudo, casi siempre. Entre que faltó ese acierto en el penúltimo pase, que la propia presión rival también complicó las cosas y que no sabemos a ciencia cierta cuál era el estado físico de muchos futbolistas, en pleno auge de la pandemia, podemos digerir mejor el empate, por mucho que se dejaran puertas abiertas a través de las que escaparon dos puntos importantes. Son 30 sumados en 19 partidos, una vuelta entera. Hay tiempo para todo, en los tres frentes competitivos. Así que no está nada mal, aunque hace mes y medio no lo firmáramos.