Cuando la Real arranca fuerte el campeonato, con rachas comparables con las mejores en la historia del club y codeándose con la parte noble de la clasificación, no tarda en aparecer la corriente más victimista y agorera entre su afición que denuncia que los árbitros no le van a permitir mantenerse ahí arriba. Que sobra por esas alturas, que es un elemento inesperado y molesto sobre todo cuando su candidatura a los premios se hace cada vez más fiable con el paso de las jornadas. Cualquier amante del fútbol que se precie siempre intenta eludir esta teoría, porque si no simplemente resulta imposible amar este deporte. El problema es que todos guardamos en nuestra retina atropellos históricos de colegiados en momentos clave y otros, aún más sibilinos y sospechosos en partidos corrientes, cuando no hay tantos focos ni repercusión y que cuestan puntos clave para poder aspirar a las metas más ilusionantes.

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Cada campaña poco a poco el equipo realista comienza a soportar arbitrajes parciales con un serio tufillo a turbio. Como ejemplo lo sucedido con Melero López la semana pasada y su doble rasero para medir la agresividad de Real y Valencia. Hasta que llega un error grosero e inexplicable, que hace saltar todo por los aires, y nos damos cuenta de que los que nos parecían tan histéricos al denunciar que nos quieren bajar del caballo quizá no iban tan mal encaminados. Sobre todo cuando te conviertes en la víctima del árbitro más influyente y mejor considerado en la Federación. Algo huele muy mal en las cañerías de nuestro fútbol desde que uno de los gigantes ha perdido su posición de privilegio... Lo malo es que aquí el que no llora no mama y al Espanyol le debían un empujoncito tras el robo que sufrió en casa de su vecino. La carambola ahora parece perfecta. No se vayan a creer que existen las casualidades en este fútbol español gestionado por dos dirigentes corruptos, retorcidos y peligrosos...

Ya sabemos que Imanol no va a decir nada, y nos debe gustar, porque es la postura que ha adoptado (pidió que le preguntaran a Mateu por la jugada, que solo hablaba de fútbol), pero ya lo denunciaremos el resto por el club. A la Real no le dejaron ganar en Cornellà. La desgracia quiso que incluso perdiera un encuentro que mereció vencer al ser muy superior al Espanyol salvo en el último cuarto de hora de la primera parte.

La jugada clave del choque llegó en el minuto 65. Guevara buscó a Isak al borde del área y Mateu, siempre él, sin saber muy bien qué demonios hacía en esa posición, tocó la pelota. Esta solo se frenó, no se desvió demasiado, por lo que el trencilla, en un irrebatible gesto con la mano, permitió que siguiera la jugada. El sueco hizo una pared majestuosa con Januzaj y superó con una sutil vaselina a Diego López en su salida. En cuanto vio que el balón entraba en la portería, en una acción escandalosa y denunciable, el valenciano dio marcha atrás y anuló la jugada. Es cierto que con el reglamento en la mano, se puede llegar a aceptar que, como frenó la jugada, Isak se benefició de que Cabrera salió y dejó el hueco por el que marcó, pero es que el trencilla ya había dado el OK a que siguiera la acción. Eso no admite ni la más mínima discusión, por lo que su destino debería estar en la nevera esa para una buena temporada. Ya verán como la próxima semana sigue arbitrando como si no hubiera pasado nada.

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Hace tiempo que el personaje se ha comido a Mateu. Él va a su ritmo y a su rollo, aplicando su reglamento, no el del fútbol, como le viene en gana y arbitrando los partidos entre equipos terrenales de la Liga con una relajación casi insultante. Como si le importara un bledo acertar o equivocarse. Una suficiencia y una arrogancia que hace tiempo que se eliminaron en su gremio. Se siente por encima del bien y del mal, por lo que si considera que la puede liar en una acción, como la de este partido, no tiene el más mínimo problema en rearbitrarse a sí mismo sin la ayuda del VAR y señalar lo que le conviene o lo que le apetece. Si hubiese estado seguro de lo que había pitado, lo habría justificado con firmeza, porque para chulo él, a los jugadores realistas; pero, como denunció Oyarzabal al final del encuentro, titubeó y no convenció a nadie: "Le he preguntado seis veces a Mateu y no nos ha dado una explicación lógica y coherente. Luego, al final, nos dice que al golpearle el balón a él mejora la jugada pero el pase de Guevara iba a Januzaj, que está detrás. Nos dice que no sabe si el pase es claro de la Real o del Espanyol...". Un escándalo inaudito que, como imagino que entenderán, pasará inadvertido a nivel de la Liga y se olvidará en muy pocos días.

Salvo en la hinchada txuri-urdin, claro, que está muy cansada de que el supuesto mejor árbitro del campeonato le tome el pelo a la Real. En el recuerdo la eliminación de la Copa del año pasado ante el Betis, por una entrada de Illarra que ni toca a su rival y además amonestó por error a Merino (qué más le dará) y, por supuesto, el gol fantasma de Vela en San Mamés, que tampoco le apeteció conceder. Bueno, y muchas más. ¡Ya está bien!

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Por si fuera poco, en una tarde en la que la Real compareció en la cita muy mermada por las bajas de Aritz, Merino y Silva, y con el cansancio acumulado de muchos de sus jugadores por el esfuerzo de Mónaco, el Espanyol aprovechó el desconcierto vasco para llevarse el partido. Ya habrá momento para hablar de las lesiones de los dos centrocampistas, porque esta vez se podían haber evitado, puesto que el día que arriesgaron no era el idóneo cuando ya sabían que el último cartucho en Europa era en casa ante el PSV. Imanol hizo siete cambios En el primer cuarto de hora, la Real le dio un meneo de considerables proporciones a un Espanyol que se protegió como pudo. Su dominio solo se tradujo en una ocasión clara en un disparo cruzado de Le Normand, que salvó Diego López con la ayuda del palo. En el último cuarto de hora, los pericos se estiraron y pudieron anotar en dos acciones de Puado. Una la salvó Remiro y la otra el palo.

En la reanudación la Real volvió a salir tan fuerte que los locales se agazaparon a la desesperada como el que está recibiendo una somanta de palos. Un omnipresente Januzaj, que firmó una actuación excelsa, plena de magia, verticalidad y creatividad, generó hasta cinco ocasiones, con un palo incluido en una rosca endemoniada, pero no hubo manera. El gol anulado desconcertó e hizo mucho daño a la Real, que se vio sorprendida en una contra de RDT, al que Gorosabel dejó demasiado espacio. El rechace de Remiro lo envió a las redes Herrera, con la colaboración de Rico, cuando tenía su portero detrás presto a despejar. En los minutos finales, a Wu Lei se le escapó el esférico cuando estaba solo, y Januzaj y Oyarzabal, tras otro pase del belga a Gorosabel antológico, no lograron el merecido empate.

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Algo sigue oliendo a podrido en esta Liga. Abróchense los cinturones, porque pronto emergerán los prudentes para defender que los árbitros son humanos, que se equivocan como todos y que al final de cada campaña se igualan los aciertos y los errores con cada equipo. No caigan en la trampa, no es verdad. Al menos con los de Imanol. Mateu Lahoz dio la razón al apocalíptico que predijo que a la Real no le iban a dejar luchar por entrar en la Champions. Vergonzoso.