ra enero de 2010 y la Real caminaba firme hacia el ascenso. Su trayectoria en Anoeta estaba resultando intachable, pero en el partido que cerraba la primera vuelta llegó la pifia casera. Bravo se hizo un lío ante un delantero del Elche, fue expulsado y los alicantinos aprovecharon para llevarse la victoria. Tras el encuentro, salió a la zona mixta Diego Rivas y nos dejó a todos a cuadros, denunciando que el entrenador visitante le había soltado un puñetazo en el túnel de vestuarios. Hablaba de José Bordalás, cuyo Getafe y cuya propia figura andan ahora en boca de todos. Tengo muy claro que lo realmente censurable del equipo azulón y de su técnico es la victimista actitud que mantienen fuera del campo, porque dentro pueden hacer lo que quieran, siempre y cuando se lo permitan los árbitros. Matiz importante este. Los colegiados acostumbran a salir de rositas del asunto, cuando en realidad juegan un papel clave. Les corresponde a ellos cortar la dureza, pero rara es la vez en que lo consiguen.

La Real completó un muy buen partido en el Coliseum, en una actuación que podemos analizar desde dos vertientes. Durante la primera parte, vio cómo el rival le esperaba con el bloque medio y apostó por poner el cebo una y otra vez mediante la habitual salida de tres. Illarramendi se incrustaba entre los centrales, Merino bajaba a la posición de pivote y Oyarzabal, con Damián pegado a su dorsal, buscaba posiciones interiores. Se trata de un funcionamiento que suele beneficiar a las incursiones ofensivas de Nacho Monreal, pero Bordalás colocó ahí a Nyom, por lo que al equipo txuri-urdin solo le quedó insistir desde el costado opuesto. El Getafe se estaba defendiendo bien, pero en una de esas Aritz avanzó hasta forzar la presión de Cucurella. Todo lo que vino después salió ya en los resúmenes de la tele: centro de Zaldua sin marca cercana y remate del propio Oyarzabal para que Isak remachara.

Tras el gol, y sobre todo tras el descanso, se jugó otro partido. Un partido en el que la Real también supo manejarse. Es el nuestro un equipo que domina igualmente la defensa en repliegue, por mucho que sus mimbres y sus individualidades digan lo contrario. Aritz, Zubeldia, Illarramendi€ Hablamos de centrales y de pivotes cuya especialidad es actuar a campo abierto, gestionando a delanteros descolgados. Ayer, sin embargo, se fajaron en disputas cuerpo a cuerpo y en espacios reducidos, bien arropados por el resto de compañeros. Yo entiendo que, por nivel y sobre todo por número (cuatro centrales me parecen pocos en un plantel moderno), el club podía haber reforzado el eje de su zaga en verano o en enero. Mal no habría venido. Pero debemos entender también que hay futbolistas del equipo que han salido en determinadas fotos sin ser los responsables directos de las mismas. La propuesta es la que es, para lo bueno y para lo malo. Brillante y efectiva cuando vienen bien dadas. Arriesgada y peligrosa al más mínimo desajuste. Genera incendios que nuestros bomberos no siempre pueden apagar, lo cual no significa que sean malos.

¿Y ahora qué? Ahora viene el Manchester United, que ayer no pasó del empate contra el West Bromwich Albion e infunde un poco menos de temor vista su trayectoria de las últimas semanas. Sobre el papel, se trata de una circunstancia buena para la Real, que a mí sin embargo me tiene con la mosca detrás de la oreja. Cuando hace un mes los de Solskjaer estaban metidos de lleno en la lucha por la Premier League, un servidor entendía que semejante aliciente, unido al encarrilado billete para la próxima edición de la Champions, podía distraerles en la Europa League, competición que los conjuntos ingleses tradicionalmente habían despreciado. Ocurre sin embargo que el City de Guardiola ha puesto tierra de por medio, que los red devils han bajado algo el pistón y que ya no tienen tan lejos al quinto clasificado. Va a ser que el segundo torneo continental y la eliminatoria contra la Real empiezan a parecer para ellos una posible tabla de salvación. Esa que ellos mismos aprovecharon en 2017. Esa que aprovechó el Chelsea en 2019.