- Imanol es un aficionado más que sufre con su equipo. Uno más de nosotros. Es la casta personificada del carisma que tanto se pedía desde las gradas de Anoeta con el cántico de “¡Échale huevos!”. El de Orio representa a cada uno de los 35.000 socios, a cada guipuzcoano y a cada simpatizante de su querida Real. Y defiende a capa y espada la cantera de Zubieta, que no es poco en tiempos revueltos en los que el convenio con los clubes ha vuelto a salir a la palestra.

Llegar al banquillo del primer equipo no le ha sido fácil, aunque su pasado como futbolista le haya ayudado a hacerse un hueco entre la elite. Al que fuera jugador de la Real durante siete temporadas no le han regalado nada, puesto que sabe de primera mano lo que es entrenar en las categorías amateurs del fútbol guipuzcoano. Comenzó como técnico en el equipo de su pueblo, el Orioko, antes de dar el salto a la categoría juvenil de la Liga Nacional con el Zarautz. En el verano de 2011, se incorporó al organigrama txuri-urdin haciéndose cargo de uno de los equipos juveniles. Tras una segunda temporada en la categoría como técnico del Easo, despegó para convertirse en la mano derecha de Asier Santana en el Sanse. Su paso a ser primer entrenador lo certificó sustituyendo al propio Santana en diciembre de 2014. Su estreno al frente del equipo fue exitoso, logrando vencer por 0-2 en casa del Leioa con goles de viejos conocidos como Iker Hernández y Alain Oyarzun. En ese encuentro también participaron ilustres como Aritz Elustondo, Sangalli o Álvaro Odriozola. El summum llegó en la 2017-18, consiguiendo clasificar al equipo para el play-off de ascenso a Segunda División, tras terminar la campaña en tercera posición con 74 puntos, a dos del líder Mirandés.

La cualidad de cortafuegos también es una que podríamos atribuirle al bueno de Imanol. Lo avala su historial de relevar a entrenadores cesados. Al igual que a Santana, fue sustituyendo a Eusebio Sacristán y a Asier Garitano en el banquillo del primer equipo donostiarra.

La primera y efímera aventura en la máxima categoría vino precedida de la rescisión del contrato del primero. Eran tiempos aciagos en el club, donde, a la eliminación de Salzburgo en dieciseisavos de la Europa League y del Lleida de Segunda B en la Copa del Rey, se le sumó la imagen de un equipo a la deriva en la Liga. El club prescindió de los servicios del técnico catalán, nombrando a Imanol como máximo responsable del equipo a falta de nueve jornadas. El patrón consiguió cambiar el rumbo y logró terminar la campaña en novena posición, con un historial de cinco victorias, un empate y tres derrotas.

En ningún momento Imanol dejó entrever que seguiría en su puesto la siguiente campaña, lo que se confirmó cuando Asier Garitano fue presentado como técnico para las siguientes tres. Él volvió al Sanse, aunque lo asumió con total naturalidad. Asier venía de hacer un muy buen papel en Leganés, donde llevó a la elite al club madrileño tras dos ascensos. Pero el destino fue caprichoso. Desde un primer momento el de Bergara no cuajó dentro del vestuario. Así, el club lo destituyó en diciembre tras cuatro derrotas consecutivas (Betis, Valladolid, Getafe y Alavés) y a cuatro puntos del descenso. Tenía que volver Imanol, y así fue. Y por la puerta grande. Redebutó en una de las plazas más difíciles del planeta fútbol, el Bernabéu, aunque hayamos podido comprobar con el tiempo que eso no va con el oriotarra. Willian José y Rubén Pardo se vistieron de Reyes Magos un 6 de enero y, con sus goles, le regalaron tres puntos en el comienzo de su segunda aventura como entrenador del primer equipo. Siguiendo con esa tónica, logró salvar los muebles y terminar la Liga en novena posición, a tres puntos de Europa. Finalmente, firmó el contrato que le hacía cargo del equipo, y renovó por una campaña más el pasado 3 de enero.

Son 51 los partidos que ya acumula, con 24 victorias, trece empates y catorce derrotas en la mochila. Aunque los números no hacen del todo justicia al año y medio que lleva demostrando que es la persona idónea para el puesto. Porque Imanol sí es profeta en su tierra. Humilde como el que más, siempre se ha mostrado orgulloso de lo de casa, lo que en el fútbol se traduce a la cantera. Eso es la Real y por eso le viene como anillo al dedo al club.

Desde que es entrenador del primer equipo, ha hecho debutar hasta a seis jugadores del filial, lo que da una media de un debutante cada nueve partidos. En su primera etapa, Martín Zubimendi, Alex Sola, Roberto López y Aihen Muñoz se estrenaron con él; y este año ha cumplido el sueño de Jon Pacheco y Näis Djouahra. Como se suele decir, lo difícil no es llegar, sino mantenerse. Esa es una medalla más que podemos ponerle al míster. Pese a no haber debutado con él, Ander Barrenetxea, Robin Le Normand, Igor Zubeldia, Marco Sangalli, Ander Guevara y Andoni Gorosabel han disfrutado de continuidad en el verde. Muchos de ellos se han convertido, además, en piezas clave en la recién terminada campaña, que, sumado al parón por el COVID-19, el preparador ha tenido que lidiar con lesiones importantes como la del capitán Asier Illarramendi.

Frente a todas las adversidades, la Real ha finalizado este curso atípico clasificándose para una final de Copa 33 años después. Lo consiguió pasando por encima del Real Madrid, en su propio estadio, y a partido único. Fue una noche que pasará a la historia por el espectáculo de Isak pero también por la efusividad de Imanol, entre lágrimas y repartiendo sus famosos abrazos que a más de uno podrían dejar de baja. Poco después se apoderó del billete para la final tras doblegar al Mirandés en una sufrida semifinal. Pero, ¿quién podía dudar del pase después de su mensaje en la rueda de prensa previa al partido? En un ambiente extraño y algo pesimista tras llegar a Anduva con una mínima ventaja lograda en el encuentro de ida (2-1), el líder realista dejó uno de los momentos destacados del curso terminando su comparecencia con un optimista “¡Vamos a por ellos, Dios!”.

Solo el coronavirus pudo con Imanol y los suyos. En la reanudación de la competición doméstica, las aspiraciones por alcanzar la Champions se esfumaban tras la mala imagen y los errores arbitrales que condenaron al equipo con cuatro derrotas consecutivas, haciéndose con ocho puntos en diez jornadas. Pero apareció el pastor para calmar a su rebaño. El técnico que da la cara en las duras y en las maduras, y así lo demostró cada vez que tuvo un micrófono delante. Nunca transmite un mensaje negativo, no busca excusas, hace autocrítica y lanza vibraciones positivas a la afición y al vestuario. Así, la Real afrontaba su última batalla por Europa, ni más ni menos, en el Wanda Metropolitano. En un ambiente similar que aquel de Miranda, Imanol, lejos de ser prudente ante el reto que podía echar al traste todo el trabajo realizado en nueve meses, dejó otro momento para el recuerdo. “¡Que lo vamos a conseguir, vamos!”, esas palabras hicieron que todo pesimista creyera en las opciones del equipo. Seguro. Dicho y hecho. Sufriendo, cómo no, pero la Real estará en el bombo de la Europa League el 2 de octubre.

Son 51 encuentros pero ojalá sean muchos más. Será buena señal tanto para Imanol como para el club. De momento, el futuro más próximo pinta emocionante. Se cumplen diez años del ascenso, y ni el más optimista podía imaginar que a día de hoy la afición podría buscar hoteles en Sevilla o estaría a la espera de sorteos europeos. Y todo de la mano de un entrenador de la casa en un Anoeta sin pistas. Al más puro estilo Imanol, ¡vamos a por ello, Dios!

En 51 partidos al frente del primer equipo, el técnico oriotarra ha hecho debutar hasta a seis jugadores, uno cada nueve partidos