i previas, ni leches. Sextos, después de empatar en el Metropolitano y de que algunos resultados se alinearan en la buena dirección. ¡Cuánto mérito! Vimos durante mucho tiempo el horizonte oscuro. Después de un primer tiempo en el que los rojiblancos se adelantaron, llegamos al descanso en octava posición, lejos del mundanal ruido y dando sensación de pobreza. En la dinámica de mantener al personal entre algodones, Imanol pudo tirar muy al final de jugadores como Januzaj. A él le correspondió el protagonismo del empate, el punto que se necesitaba, el que sabe a gloria. ¡Estamos muy contentos!, decía cuando le entrevistaban al final de la contienda. Y nosotros, también.

Hoy, los dirigentes, jugadores, técnicos y alrededores se reunirán en torno a varias mesas en un restaurante porque no pueden juntarse más de diez personas en cada una de ellas. Volverá El corro de la patata con Zuru en medio. Les encanta tocarle las maracas al pelirrojo. Despedirán la temporada y se irán de vacaciones, los que puedan y les dejen, porque entre lisiados, escayolas, recuperaciones, muletas y demás, parecemos más una capilla interior de la iglesia del Bom Jesus do Monte en Braga que un equipo de fútbol. Llegamos a parar allí en la eliminatoria europea con el Guimaraes, que por cierto perdimos. Nos eligieron un hotel en aquel religioso ambiente, a unos 25 kilómetros del estadio en el que se jugaba.

Como aquello es un santuario que llama la atención por su grandiosidad, subimos las escaleras (600) que conducían hasta la fachada principal. Una vez dentro, más allá del altar mayor y otras capillas laterales, existe una en la que cuelgan exvotos de personas que sanaron y dejaron de recuerdo, tras el milagro, bastones, muletas, piezas de ortopedia, sillas, prótesis€ Llama mucho la atención encontrarte de frente con esa imagen.

Fue en aquel desplazamiento, partido de ida, cuando John Toshack decidió cambiar a Carlos Xavier a la media hora de juego. Eligió, precisamente, a Imanol para sustituirle. Han pasado 28 años. Bueno, será en septiembre. Allí se cortaba el ambiente con un cuchillo, porque el centrocampista luso era un jugadorazo, muy mediático y prácticamente intocable, baino€ Suelo referirme muchas veces a estos recuerdos continentales, donde conviven dos mundos. El oficial, estrictamente deportivo, y el turisteo de acompañantes, prensa, compras, actos oficiales que pertenecen igualmente al guion. Eso también es Europa, aunque viendo el panorama que nos rodea, las medidas restrictivas que impiden viajes de aficionados y asistencia a los encuentros hacen menos atractiva la conquista de una plaza en la Champions o en la Europa League. La afición se merece disfrutar, cuando le permitan ocupar localidades y sentirse cerca de quienes les representan sobre el césped.

Ese era el objetivo. Terminar en una de las plazas con premio continental que permitiera rubricar con buena nota la temporada. El equipo se lo merecía. No me refiero solo a los jugadores, sino también a los preparadores, recuperadores, técnicos, lavandería y, por supuesto, a los analistas de los equipos rivales, a los que redactan los informes. No sé, en concreto, a quiénes corresponde ese trabajo. ¡Chapeau por ellos!. Preparar vídeos, información de los oponentes a la velocidad en la que ha habido que hacerlo, pone de manifiesto el curro soberano que se han metido entre pecho y espalda. Ni un segundo de tregua para que el entrenador dispusiera de la mejor información posible. Con los datos que recibía de ellos, además del estado físico de los jugadores, las recomendaciones de los médicos, los riesgos, lo que desconocíamos, cada tres días una alineación, unos cambios, unas decisiones tratando de mantener vivo y de pie al colectivo.

Ha sido una prueba de fuego. Lo mismo (y ahora me cuelgo medalla) que para nosotros. Escribir previas, preparar los partidos, redactar las crónicas, los comentarios, hacer fotos, se parece bastante a la presión a la que se ha sometido al equipo. Más allá del disgusto por algunos resultados y lamentables decisiones arbitrales, creo que se ha tratado de ayudar lo más posible al equipo. Los jugadores lo han dado todo en momentos que parecía imposible. Tal y como escribí hace varias jornadas, soy incapaz de reprocharles nada. Y lo digo porque escribir beaterios como churros no es fácil. Estás sometido a constantes pruebas de fuego. Partidos a las diez de la noche, ediciones que se cierran a toda pastilla. Os confieso una cosa. Mientras veía el partido de cada jornada, ponía el despertador del móvil por si me dormía. También ayer, porque con el sofocazo reinante, podía claudicar. Así que, humildemente, también recogemos premio Mikel Recalde, Marco Rodrigo, Ramón Sánchez, el resto de compis de Deportes y cuántas personas hacen posible que este diario esté en tus manos.

He sido muy feliz en estas últimas semanas, como lo son los futbolistas desde anoche y todos vosotros. Nadie se ha olvidado de los aficionados que habéis sufrido lo que no está escrito en los papeles. Ayer por la mañana, me crucé con un niño gordito con la camiseta de Illarra. Le pregunté qué íbamos a hacer ayer. ¡Ganar!, respondió. ¡Podía suceder y sucedió!