donostia - No fue flor de un día. Tampoco una excepción que confirmara la regla. La final de Copa se encontraba a solo 90 minutos. El césped de Anduva no suponía el mejor escenario para combinar desde atrás. Y la Real se plantó en Miranda con el pragmatismo por bandera. No le habíamos visto aún con una propuesta semejante: pensamos todos que la cita se presentaba especial y que bien valía una metamorfosis. Ocurrió anoche, sin embargo que el equipo txuri-urdin ganó en Ipurua de forma similar, terminando de confirmar que ha añadido una nueva capa a su piel, antaño más vulnerable. El fútbol blanquiazul implica, por regla general, un juego de máximos, una idea que exige siempre elevadas cotas de intensidad e inspiración y que resulta difícilmente sostenible a lo largo de una temporada completa. Aunque esto último cambia, obvio, si sobre la marcha ganas registros desde los que vencer también partidos de perfil más bajo en cuanto a despliegue. No ganaron solo tres puntos los de Imanol. Se llevaron de Ipurua la certificación de su mayoría de edad como equipo. La Liga entera sabe ya que, si pinchas a esta Real, puede que no sangre.
otro cambio La Real estaba acostumbrada a que se lo hicieran en Anoeta. Pero el buen momento de los txuri-urdin y las últimas carencias del propio Eibar llevaron anoche al cuadro armero a modificar su estructura habitual. Nada que no esperara Imanol, quien seguro que había estudiado a los de Mendilibar con su staff. El cuadro azulgrana ya se había empleado en Vitoria contra el Alavés con el 4-1-4-1 que volvió a disponer ayer en Ipurua. Y el modo en que los últimos rivales le habían castigado agrediendo la espalda de su doble pivote convertía en coherente y posible el movimiento del de Zaldibar. Durante el primer cuarto de hora, el equipo blanquiazul sufrió metido en su campo, ante un adversario que le buscaba constantemente por la banda de Januzaj, Sangalli y Zaldua. Luca saltaba a la presión y se situaba en paralelo a Willian José. Januzaj quedaba con Cote. E Inui atraía al lateral donostiarra para que Expósito atacara su espalda en diagonal, sin que Aritz y Zubeldia terminaran de ponerse de acuerdo sobre cómo atar al 10 local. El Eibar completaba su amalgama de automatismos recurriendo a las diagonales largas al otro costado, el derecho de Orellana. Y en una de ellas se le torció el partido.
letal al espacio El lateral diestro Correa falló un pase de tres metros al propio Orellana, con Escalante corriendo ya a la espalda de Aihen y Oyarzabal. Robó el navarro con el Eibar abierto en canal. Y Willian José sirvió en profundidad para que Januzaj forzara el penalti del 0-1. Esta Real también es letal al espacio con el brasileño y el belga en el campo. Habían arrancado los txuri-urdin buscando en largo a Merino e iniciando en muy pocas ocasiones desde atrás, ya que el equipo de Mendilibar emparejaba hombres en la zona ancha y flotaba a Aihen, una vía de salida que nunca terminó de convencer a los de Imanol. Después de un arranque complicado, estos terminaron de asentarse con el gol, gracias también a que Aritz se involucró en las ayudas a Zubeldia con Expósito. Ni siquiera el penalti fallado borró la sensación de que la Real se marchó cómoda al descanso, con un notable Willian José en el juego entre líneas. El brasileño bajó una y otra vez a la zona de la mediapunta para aguantar balones y servirlos de cara o jugarlos directamente a Oyarzabal, cuyas diagonales a su espalda buscaban constante profundidad.
por la derecha Fue curioso. La Real ganó el partido gracias a dos rápidas transiciones por su sector derecho, cuando buscó agredir al espacio por la izquierda y ensanchar el campo desde la diestra. Ahí estuvo la mencionada acción del penalti forzado por Januzaj. Y ahí estuvo la jugada del 0-2, de nuevo una pérdida muy evitable del Eibar, en este caso de Inui. El cuadro de Imanol seguía conteniendo sin apuros a un rival que ya se empleaba con un 4-4-2. Habían entrado Portu y Guevara. Y, tras robo de Zaldua, por la zona de vitoriano (interior anoche) y murciano terminó la sequía goleadora de Willian José. Marcaron luego los armeros, en el 90, y el tanto sirvió para que la versión más práctica y segura de la Real pasara su particular prueba del algodón. Fueron tres minutos de descuento. Solo tres minutos. Bastaron para comprobar que lo visto antes no respondía solo a la inercia positiva de un partido bien encarrilado. El juego rápido, vertical y eléctrico de este equipo ha llegado a rozar la excelencia. Gran parte de su posible crecimiento pasaba por añadirle y dominar otros registros. Prueba superada.