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Semifinales de Copa (vuelta)

Una fiesta previa inolvidable

Una fiesta previa inolvidable

Miranda vivió uno de los días más importantes y emocionantes de su historia. La acogedora localidad burgalesa recibió a sus visitantes con una meteorología envidiable, con una temperatura que rondaba los 20 grados (cuando se fue el sol el mercurio bajó hasta los 12) y con un cielo despejado y azul, con muy pocas nubes. El goteo de llegadas de seguidores guipuzcoanos fue incesante. Desde el mediodía las calles se fueron tiñendo de camisetas txuri-urdin colores que al principio dominaron la ciudad a la espera de que los aficionados locales acabaran sus obligaciones y se centraran al 100% en el duelo.

En las horas previas ambos clubes pugnaban por ser el que más ilusión demostraba de cara a afrontar una semifinal de Copa pero viendo las espectaculares horas previas al choque se puede decir que el duelo acabó en tablas técnicas. Los hinchas del Mirandés estuvieron a la altura de la expectativas de un Segunda División que ha hecho soñar a los suyos en el penúltimo escalón, y los de la Real, a la de un club histórico que perseguía su primera final en 32 años de una competición que ya ha ganado.

Los restaurantes de Miranda se llenaron de familias y de cuadrillas realistas, todas ellas ataviadas con todo tipo de emblemas blanquiazules. Después de una sobremesa cada vez más animosa, desde primera hora de la tarde el centro de la localidad se llenó de seguidores de ambos contendientes. Los más afortunados de los visitantes, un total de 1.050, se desplazaron con entrada, pero fueron muchos más, se calcula incluso que por encima del doble, los que viajaron sin localidad. Para todos ellos, y para la población mirandesa que no tuviese la oportunidad de acercarse a Anduva, el ayuntamiento colocó una pantalla gigante en la Calle Estación, en la que se respiró un ambiente tremendo. Lo más destacable es que, pese a que se palpaba la tensión y los nervios en ambas parroquias, no se registró ningún incidente. Como sucedió en el duelo de ida celebrado en Donostia hace tres semanas, la convivencia entre burgaleses y guipuzcoanos resultó sencillamente ejemplar.

Cuando se fue acercando la hora del comienzo del partido, los privilegiados fueron acudiendo en kalejira hacia Anduva, donde acogieron al equipo con el habitual bufandeo y gritos de ánimo. No fue como el recibimiento de Anoeta, pero las sensaciones y la emoción fueran las mismas. El equipo había descansado en una localidad secreta cercana a Miranda para poder descansar sin que nadie les molestara y la concentración fuera máxima para aparcar el vehículo. A las 21.00 horas todo estaba preparado para acoger un partido que ninguno de las dos aficiones nunca olvidarán. Los mil txuri-urdin se colocaron en unas gradas supletorias situadas en el Fondo Norte que, al estar situadas en suelo privado, obliga al Mirandés a abonar un alquiler al margen de que Anduva es propiedad municipal. Al margen del resultado, qué bien se lo pasaron... La diversión de las horas previas dio paso a la emoción y a la ilusión en el estadio burgalés, y la alegría volvió a desatarse entre la afición txuri-urdin cuando se confirmó que la Real era ya finalista de la Copa del Rey.