donostia - Hay victorias que nadie recuerda cuando termina una temporada. Triunfos funcionariales sobre el papel que, en la realidad que marca el verde, resultan tan costosos como los más brillantes, como los a priori más complicados. Fue el séptimo consecutivo en casa, a solo uno del récord histórico de Anoeta, logrado en la temporada 2009-10. Esta semana repasé la lista de partidos que durante aquel curso permitieron establecer la marca. Figuran en ella encuentros que huyeron hace tiempo de la memoria del aficionado txuri-urdin más acérrimo. Duelos sin brillo, sufridos, pero bien trabajados y que sirvieron entonces para subir a Primera División. ¡Vaya que sí sirvieron! Vencer anoche al Valladolid costó horrores. Nada que no supiéramos. Pero se consiguió. Y se consiguió desde la insistencia, desde la mantenida apuesta por una tendencia que se apreció desde el primer minuto y que dio sus frutos en el 59. Por la derecha. Había que atacar por la derecha.

el inicio Que ganar al Valladolid iba a resultar complicado se intuía de antemano, vistas las cifras defensivas del rocoso visitante. Que la dificultad se iba a presentar en semejante formato, sin embargo, era difícilmente previsible. Porque los pucelanos venían empleando últimamente un 4-4-2 de libro con el que habían sumado siete puntos de doce. Y porque antes, previamente a la lesión de un Joaquín que anoche reaparecía, se habían empleado con un esquema de tres centrales y carrileros. Supongo que Imanol habría trabajado ambos escenarios, no así el novedosísimo contexto que Sergio González terminó poniendo sobre el tapete. Apostó por una especie de rombo en la medular, esquema en el que quienes marcaban la diferencia eran los dos puntas con su comportamiento en la presión. No apretaban a los centrales. Les dejaban hacer. Y se dedicaban a tapar las líneas de pase a Zaldua y a Monreal, con Sandro encima de Zubeldia. Aritz y Le Normand se aburrían con el balón en los pies, porque nadie les acosaba y porque en el horizonte solo veían camisetas moradas asociadas a elásticas txuri-urdin.

dificultades Costó hacer frente al planteamiento castellano, hasta el punto de que Remiro empezó pasados unos minutos a jugar en largo a la cabeza de Mikel Merino, para ver si el centrocampista navarro ganaba el esférico y desde su demarcación podía encontrarse alguna superioridad. La Real las buscó, principalmente, por su sector derecho, donde enseguida pudo encontrarse el motivo por el que Imanol dio la titularidad a Januzaj. Quería abrir el campo. El sector Salisu-Carnero era el más vulnerable de la zaga del Valladolid, un punto débil agudizado por el tibio trabajo de Enes Ünal en esa tarea de tapar la vía Aritz-Zaldua. Los txuri-urdin, espesos en líneas generales, se las arreglaron al menos para atraer al turco en más de una ocasión y para convertir su sector diestro en la zona de mayor peligro para el rival. Las ofensivas ahí de Januzaj, del propio Zaldua e incluso de Odegaard, en cualquier caso, parecieron quedarse cortas como bagaje principal del equipo antes del descanso.

el gol El efecto de la insistencia diestra de la Real, sin embargo, pudo apreciarse en la segunda parte. Y sirvió para abrir la lata. Para lo más difícil. El equipo fue, fue y siguió yendo, con un punto mayor de intensidad que fatigó al Valladolid, minó su concentración defensiva y le hundió entre cinco y diez metros respecto a lo visto en la primera mitad. Oyarzabal, menos participativo de lo habitual, quiso sumarse a la fiesta y generó el 1-0 cayendo a la parcela con una diagonal, abriendo a Zaldua e internándose en el área a pierna cambiada. El eibartarra es decisivo y marca la diferencia hasta en sus días grises. El gol provocó movimientos en los banquillos. En el de la Real, retrasó el ingreso de Barrenetxea. En el del Pucela, mientras, llevó a Sergio a regresar a su esquema convencional, escorando a Sandro a la izquierda y metiendo en el campo a Óscar Plano.

el final La Real encontró por espacio de unos minutos varias opciones de transición que quedaron en poca cosa. El entrenador del Valladolid trató de cortarlo terminando el partido con tres atrás y carrileros largos. Pero mandaron la necesidad visitante y la inercia que había adquirido el partido. El campo se inclinó hacia Masip, por mucho que también se viviera algún susto en los aledaños de Remiro, y solo faltó algo de acierto en el remate y en el último pase para vivir un final tranquilo. Lo de no sufrir habría estado muy bien. Pero la inevitable incertidumbre sirvió para apreciar de veras la dificultad del triunfo. También su importancia. No es que la Real se acostara tercera. Es que es tercera. Porque los txuri-urdin se metieron en la cama con el mismo número de partidos disputados, 25, que la gran mayoría de equipos del campeonato.