Nueve meses, 90 minutos
M e encantaría aparecer por aquí y subrayar que la Real estuvo mal en Leganés. Me encantaría atribuir únicamente al famoso no penalti sobre Januzaj el desenlace del partido de Butarque. En ambos casos, hablaríamos de problemas de corto alcance. Porque un mal día lo tiene cualquiera. Y porque los errores de los árbitros se suceden, favorables y contrarios, durante una temporada. Repasado el encuentro del domingo, veo a un equipo txuri-urdin competitivo, trabajador a la hora de neutralizar los puntos fuertes del adversario, e inquieto cuando de lo que se trataba era de hacer daño en la vertiente ofensiva. Atacó la espalda de los centrales locales. Buscó la profundidad. Atrajo presiones con salida de tres y retrasando el balón a Remiro. Dentro de un contexto complejo por las características del rival, cambió y buscó alternativas. Del mismo modo en que, en fase de contención, utilizó a Guevara como tapón, achicando agua el vitoriano en los dos perfiles de la medular. Lástima esa falta en el descuento que afeó su buen papel.
Llegado a este punto del artículo, puede pensar el lector que el arriba firmante está siendo condescendiente con los realistas. “Hay que darles caña”, le lanzan a uno por todas partes al llegar las derrotas. Sí, puedo entenderlo. “La caña” resulta hasta recomendable. Siempre y cuando se reparta lejos del despotrique e intentando atinar en el diagnóstico. El caso es que, en mi opinión, la Real no jugó mal en Leganés. Jugó, eso sí, un partido condicionado por la propuesta del rival. Y esto, que no es tontería ni poca cosa, responde a una tendencia solo reciente, tan comprensible como preocupante. De agosto a diciembre, casi sin excepciones, el equipo de Imanol sometió con su estilo a los adversarios que se le cruzaron. Tuvo encuentros mejores y peores. Ganó, perdió y empató. Pero se acostumbró a aportar la partitura de las contiendas. Gracias a ello practicó el fútbol que practicó. Gracias a ello sumó los puntos que sumó. La segunda parte de El Sadar en la antesala navideña, mientras, significó un aviso a navegantes, una alerta de lo que esperaba en 2020, donde el cuadro txuri-urdin se ha encontrado con un panorama táctico más complejo en el que se muestra mucho menos mandón.
El problema en Butarque no estuvo en lo que hizo la Real. Residió en lo que no logró hacer. No consiguió llevar el partido a su terreno. Como en la mencionada fase de Iruñea. Como en el Villamarín. Esto es Primera División. Máximo nivel. Los rivales entrenan. Se preparan. Analizan. Y van dando con las fórmulas para desactivar a los blanquiazules. No es que estos se reinventaran en Leganés. Es que en muchas fases del partido se vieron obligados a bajar al barro. Y lo hicieron bien. Pero alejados de esa eficiencia que les da la autenticidad de su propuesta. Sin Odegaard, sin Merino y sin Oyarzabal todo es más complicado, justo es reconocerlo y destacarlo. Con noruego, navarro y eibartarra, en cualquier caso, se naufragó en el campo del Betis. Quedan 16 exámenes ligueros por delante. El éxito en mayo pasará por que sea la Real quien plantee en ellos las preguntas. Y no quien las responda. Pasará por reinventarse para poder llevar la voz cantante. Y no por adaptarse a roles de perfil más bajo.
“¿Tú cómo lo ves?”. Es la interrogante que suele seguir al “hay que darles caña”. Para eso nos tiene la gente a los periodistas. Para atizar y para sacar luego la bola de cristal. “No he acertado una quiniela en mi vida”, contesto siempre, aludiendo a una verdad como un templo. Así respondo, aporto un tono jocoso a la conversación y me quito el marrón de encima. Porque resulta complejo ponerse a teorizar en pleno supermercado. Si un día de estos me pillaran sin prisas y con ganas de analizar a la Real, replicaría en dos partes. Primero, la optimista. Lo soy porque el primer paso para solucionar un problema consiste en reconocerlo. Porque percibo que Imanol y su staff son plenamente conscientes de la situación. Y porque durante el frío enero, igual que sufrieron en la pizarra, también ensayaron con éxito fórmulas inéditas. Por ejemplo, esa posición de Aihen como tercer central ante el Espanyol. Mientras, la segunda parte, la pesimista, apuntaría a que propuestas como la que ha hecho fuerte a nuestro equipo se han demostrado difícilmente sostenibles en el tiempo.
Otra vez la Copa, una semana después. Otra vez Chamartín, dos meses después. A finales de noviembre, la Real visitó en la Liga el Paseo de La Castellana. Y aquel partido supuso una metáfora del temor que he reflejado en el párrafo anterior. Un estilo brillante de inicio. Una ventaja en el marcador. Un estilo que costó mantener hasta el pitido final. Una derrota. Condición física, precisión técnica, concentración? Todas las flechitas de todos los futbolistas deben apuntar hacia arriba si, preparación de los rivales al margen, queremos que los txuri-urdin luzcan como el avión que fueron durante la primera vuelta. Y eso, entrados ya en febrero, cada vez resulta más difícil. Igual que se complican las cosas en el campo del Real Madrid cuando has salido a morder la yugular del contrario y el tiempo avanza en el marcador electrónico. Creo que el jueves veremos una muy buena versión de nuestro equipo. Pronostico que, esta vez sí, podrá imponer el guion del encuentro. Y apuesto de este modo a que plantará cara a su todopoderoso adversario. Conseguir reflejarlo en el resultado final se hará ya más exigente. Porque cuesta jugar así durante nueve meses seguidos. También durante 90 minutos en el Bernabéu. Ya lo dijo el difunto Juanito...