Síguenos en redes sociales:

Tierra de entrenadores

Tierra de entrenadoresefe

Gipuzkoa, tierra de entrenadores. En el banquillo del Leganés trabaja uno muy bueno, de Bergara, que se llama Asier Garitano y que supo ahogar ayer en Butarque, de entrada, a una Real frenada en los dos principales focos de su juego. Apostó por apretar con su delantero y sus dos interiores, Eraso y Gabriel, a la salida de balón que propone Eusebio con los centrales e Illarra. E innovó también escorando descaradamente a un pivote como Gumbau, para ayudar a Diego Rico a la hora de contener el lado fuerte del ataque txuri-urdin, el ala derecha.

La llave realista la tuvo Zurutuza, que repitió al comienzo en el interior diestro para, conforme pasaban los minutos, acercarse cada vez en mayor medida a la base de las jugadas. Generó así superioridades numéricas en la zona, una circunstancia que aprovechó él mismo para empezar a construir y de la que también terminó beneficiándose el propio Illarra, ya como falso lateral y casi nunca incrustado entre Llorente y Navas. Transcurrida media hora, el equipo txuri-urdin por fin encontraba fluidez y vías de acceso al área de un Leganés inferior.

La pelota pasó así al tejado de Garitano, obligado a reaccionar. Y vaya sí lo hizo. Sentó al falso extremo zurdo Gumbau. Dio entrada a un jugador de perfil más específico para el puesto, Omar. Y cambió a un claro 4-4-2, con Eraso y Beauvue arriba, que cortó el grifo a la Real, impotente tras la reanudación. Los txuri-urdin tocaban más tranquilos atrás, pero encontraban muchas más dificultades para avanzar. Y veían además cómo desde el banquillo local se preocupaban de añadir amenazas en ataque, metiendo en el campo al propio Omar o a Guerrero. Este provocó la falta del gol, y ahí se acabó un partido con dos lecturas no necesariamente excluyentes. La Real no está para tirar cohetes. Pero enfrente había rival.