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Oda a una aficionada de 10

Oda a una aficionada de 10

“El día que me muera, yo quiero mi cajón, pintado de azul y blanco, como mi corazón”. Así es la letra de una de las canciones que, aunque algo pasada de moda, solía sonar con fuerza tanto en Anoeta como cuando el equipo viajaba acompañado de sus fieles aficionados. A este selecto grupo de hinchas imperturbables que, como es lógico, solía cantarla en ambos escenarios, pertenecía mi querida amiga Adela. Su caso me sirve para tratar de explicar mi percepción real de lo que es nuestro club. Yo podré estar más o menos enfadado o en desacuerdo con sus dirigentes, pero aunque este Consejo le ha cogido gusto al poder, algo muy habitual en este país, considero que simplemente se encuentran de paso. Para mí, la Real son los seguidores como esta frutera de una importante cadena de supermercados, que vivía feliz con su maravillosa familia y entre sus naranjas y manzanas, a la espera del partido de los suyos del fin de semana (con los horarios actuales ya se sabe que solo es un decir).

Adela es un ejemplo del poder de conquista que tiene nuestro querido equipo. Nacida en Alomartes, una pedanía del municipio de Illora, en Granada, muy pronto, con ocho años, se vino a vivir a Donostia por cuestiones laborales de sus padres y no tardó en explotar un profundo sentimiento txuri-urdin curtido en mil discusiones con su padre, que era del Madrid. Hasta el punto de que tenía tatuado el escudo en la espalda, por debajo de la nuca. De forma discreta, porque lo único que llamaba la atención de ella eran su risa, su buen humor y sus ganas de vivir. Al menos, así le conocí yo y así le quiero recordar para siempre. Uno no es de donde nace, sino de donde pace, así que ella se consideraba una lasarteoriatarra más. Pero su caso sirve para darte cuenta de que, cuando acompañas a la Real en muchos desplazamientos, conoces a muchos hinchas con todo tipo de acentos distintos, que quieren tanto o más que nosotros a nuestro equipo. Adela se llevaba tan bien con todos que podría ser una de las mejores delegadas de este importante sector de nuestra parroquia, al que en demasiadas ocasiones se le desprecia desde los altavoces de nuestros rectores, que parece que solo se dirigen a los guipuzcoanos en sus comparecencias oficiales. No se dan cuenta de que la Real es mucho más que eso y que su influjo traspasa fronteras.

Cuando le operaron por primera vez de la maldita enfermedad que ha acabado derrotándole (debió ser agresiva para tumbar a una heroína así), ya solo le quedó su familia, un sinfín de amigos y la Real. De su puesto de trabajo mantuvo el recuerdo gracias a una fotografía preciosa de mi amigo y compañero Ruben Plaza, que, entre el colorido de las cajas, inmortalizó su rostro más expresivo, natural y alegre para un reportaje que hicimos en NOTICIAS DE GIPUZKOA (que sepas Ruben que se ha convertido en el mejor recuerdo en el luto al presidir su fría sala del tanatorio y su funeral). Las secuelas no le impidieron seguir viajando cuando podía para animar a los realistas. Se acercaba siempre a los hoteles y se fotografiaba con una sonrisa inalterable con todos los jugadores, pese a que en su casa ya tenía decenas de ellas con los mismos protagonistas. Ella era así. En el hospital, en el pasillo ya de paliativos, una camiseta de las nuevas firmada por Xabi Prieto era lo único que daba color a su desangelada habitación. Todo el que entraba comentaba algo acerca de la Real. Y cuando peor estaba, siempre era consciente de a qué hora jugaba el equipo y, pese a no poder seguir ya las retransmisiones, sabía cómo iba el marcador por los cohetes, esos que muchas veces creemos que ya son una tradición caduca y estéril. No lo vuelvan a pensar, porque aparte de los pescadores, ahora también ilusiona a los pacientes de las clínicas.

Uno no quiere meter presión, pero me gusta que se sepa, sobre todo para que los jugadores conozcan bien lo que son capaces de generar en sus hinchas. Casi a la misma hora del comienzo del derbi (no había una cosa que más le gustara que ganar al Athletic), su cuerpo fue incinerado junto con la casaca del capitán. Trabajadores y amigos del club tuvieron el detalle de regalarle a su hijo otra con el número 10 a su espalda y el nombre de Adela por encima. Imagino que 10 porque es la calificación que merecen este tipo de hinchas que lo soportan todo, que siempre están a las duras y a las maduras y que consideran a la Real y a sus jugadores como si formaran parte de su propia familia. Su hijo Ibai, emocionado, decidió guardar esa camiseta y se la puso mientras se jugaba el derbi para honrar la memoria de una de esas personas que deja una huella imborrable.

Insisto, para mí esto es de verdad lo que significa la Real. Su gente y el sentimiento que provoca en ella. Y aunque suene frívolo relacionar dos despedidas tan distintas que, evidentemente, no son comparables, considero que es el propio destino el que provoca que el día que lloramos la muerte de mi amiga y tía Adela, se marche el mejor jugador que ha vestido la txuri-urdin desde que volvimos a Primera. La Real muchas veces no se daba cuenta, pero contaba en sus filas con un crack de talla mundial. Su mejor embajador internacional. No siempre ha estado a la altura fuera del campo (quiero recalcar que a mí siempre me ha caído muy bien), pero en el verde ha sido una maravilla disfrutar de uno de los futbolistas con más talento que ha defendido nuestro escudo. Lástima que su marcha haya estado empañada por su bajón deportivo (ni goles ni asistencias este curso), por el del equipo, cuya crisis provoca que no haya opción de muchas fiestas, y por el de la mala gestión del club al ponerle fecha de caducidad a un futbolista siempre singular y especial, que ha necesitado cariño para ofrecer su mejor versión.

El altar de la iglesia de San Pedro de Lasarte-Oria en el funeral de Adela parecía casi un homenaje a un exjugador. Y yo me emociono por ello. Una corona lucía el nombre en la banda de “Sus amigas de la Real”. Es decir, sus compañeras en los viajes. Esto me pareció extraordinario, porque en realidad es el significado literal con el que hay que reconocer y despedir a estos hinchas anónimos que hacen más grande a nuestro querido club. Ganad, hacedlo por Adela. Y también por Carlitos, claro. Los dos se lo merecen. ¡A por ellos!