La dulce espera del regalo
Una Real hundida y sin soluciones desde el banquillo agrava su crisis y también pierde ante el colistaMálaga, que lo único que hizo fue aprovechar sus errores
Resumen rápido de lo sucedido ayer en Anoeta para no aburrir, porque la historia ya cansa. La Real entró bien al partido, dominando con suficiencia al Malága con momentos incluso de buen juego. Generó varias ocasiones, sobre todo una clarísima de Mikel Oyarzabal, pero las desaprovechó. El colista aguantó el chaparrón, o mejor dicho el sirimiri, y a la primera que salió de la cueva se encontró con un regalo, en este caso de Iñigo Martínez, que no desperdició. A partir de ahí, los andaluces apretaron arriba conscientes de las dudas y los miedos de los blanquiazules para provocar más errores. El segundo llegó en una acción a balón parado, en la que Willian José decidió jugar a ser portero y despejó una falta sacada desde la banda. Desde el minuto 21, momento del primer tanto, la evolución del juego realista cayó en picado y acabó sin orgullo, ni casta, ni carácter, ni personalidad, doblando la rodilla en su propio estadio. Ante su afición, que se marchó desesperada y estupefacta, sin encontrar explicaciones a la nueva hecatombe de un equipo que hace bien poco hablaba de títulos.
¿Cuantas veces se ha repetido esta historia en la presente temporada? ¿Hay que ponerse a echar cuentas y a volver a recordarlas de nuevo una a una? ¿Realmente es admisible que ya suceda incluso dos veces en la misma semana? ¿Hasta cuándo vamos a seguir así? Nos ceñimos a las declaraciones de Eusebio Sacristán, que las repite hasta la saciedad. “Tenemos que seguir perseverando en esa línea de confianza. Llegará el premio”. Pero ¿de verdad es consciente de lo que dice? ¿Se lo cree? Perseverando en un guion que se repite una y otra vez y que acaba en derrota. Y no estamos hablando de rivales de la altura del Barça, Bayern de Munich o Manchester United; los dos últimos visitantes que han pescado puntos en Anoeta han sido los colistas: Las Palmas y Málaga.
Si es cierto que su mensaje es ese también de puertas hacia dentro, que tenga mucho cuidado, porque en el fútbol el crédito es efímero, se consume muy rápido y ayer ya se escuchaban gritos de dimisión en la grada. ¿Cómo es posible que mantenga su esquema táctico hasta a falta de 20 minutos finales, con 0-2 en el marcador y con sus jugadores sin ser capaces de dar más de tres pases hacia adelante, para después no parar de enviar balones a la olla ya sin su mejor cabeceador? Es que ni cuando la derrota es casi ineludible y parece no tener solución se decide a cambiar su planteamiento para tocar arrebato y jugar a la heroica.
¿Se ha olvidado cómo salvó su cabeza Montanier con Luis Aragonés calentando en la banda, también contra el Málaga en 2011, cuando acabó actuando con un 4-2-4 con Griezmann de lateral izquierdo sirviendo unos balones de lujo al área? Lo de que el estilo y el 4-3-3 son innegociables no es más que una tontería supina que, además, proclamada a los cuatro vientos se convierte en una arma arrojadiza contra ti mismo. ¿Por qué? Porque todo el mundo sabe perfectamente cómo juegas y cómo vas a jugar. Y como en el fútbol profesional está todo inventado, los entrenadores rivales conocen perfectamente cuál es la fórmula sencilla para ganar a la Real. Se le denomina La dulce espera del regalo y consiste en aguantar con más o menos agobios los buenos minutos que siempre tienen los txuri-urdin, mientras aguardas a que uno de sus futbolistas te sirva en bandeja un gol. Más o menos con la misma ilusión que la de un niño en víspera de Reyes. Con el marcador en ventaja, ya pueden respirar tranquilos, porque saben seguro que no pierden, ya que los blanquiazules no son capaces nunca de remontar.
Suena a chiste, pero no tiene ninguna gracia. El temor a otra Realada merodeaba las cabezas de los aficionados realistas, aunque en el fondo todos queríamos creer que ya era suficiente y que incluso podría haber una goleada. ¿Alguien nos puede explicar el derrumbamiento que ha sufrido este equipo, irreconocible durante toda una segunda parte de infame recuerdo ya para todos? Ha dejado de ser el equipo aspirina para convertirse en el equipo Nolotil, porque su efecto es todavía mucho más grande.
El problema venía de lejos y cuando se pudo y se debió hacer, no se tomaron las medidas necesarias para evitar el descalabro que está protagonizando este equipo. No solo hay que señalar a Eusebio, también a la dirección deportiva, cuya planificación está haciendo aguas, una vez más, sobre todo en la poca aportación de la unidad B, obligada a dar oxígeno a un once de gala que emite dramáticas señales de agotamiento.
Pero en el centro de todo, aparte de la responsabilidad de los gestores, se encuentran los futbolistas. ¿Qué les pasa? ¿No son tan buenos como pensábamos? Una cosa es que no se pueda rendir siempre con la misma brillantez, pero otra, muy distinta, es el bajón que han experimentado varios de ellos en las últimas semanas. Y lo que es más grave y peor, ¿dónde está ese orgullo y esa casta para apretar los dientes y gritar bien alto que sus rivales son bastante peores y que es imposible que se lleven los tres puntos de Anoeta? Esta es su casa, su guarida, donde deben marcar territorio, y con su desplome han conseguido que hasta los colistas lleguen esperanzados no ya para puntuar, sino para llevarse la victoria. Si les quedase algo de autoestima, les debería dar mucha vergüenza.
Luego está lo de la Copa; de aquellos barros vienen estos lodos. Ese KO ante el Lleida en el mayor ridículo de la historia del club estaba claro que iba a traer unas consecuencias difíciles de medir. Y así está siendo. De momento van ya otras tres derrotas seguidas. Es lo que tiene escupir y mancillar tu propio escudo, sacar de quicio a tu parroquia y pinchar el globo de la ilusión, que luego cuesta regresar a la normalidad.
el comienzo Como ya hemos comentado, la Real comenzó bien el choque. Su puesta en escena volvió a ser académica, con pinta de buen equipo y de encuentro plácido. Pero no es la realidad. Solo ficción. Engaña. A todos, menos a sus rivales, que saben lo que tienen que hacer. Porque este equipo, que dispone de un arsenal ofensivo a la altura de los mejores de la historia del club, también desperdicia muchas oportunidades, lo que acaba siendo el mejor salvavidas para sus enemigos.
Ayer a los cinco minutos, Mikel Oyarzabal falló un cabezazo solo, en el área, de los que sabes que tarde o temprano te va a llegar una factura de vuelta. Hay que añadirle a esto también la falta de precisión en muchos pases, lo que no suele ser habitual. A los 21 minutos, llegó el aguardado regalo txuri-urdin, en esta ocasión en un error de Iñigo Martínez. El central se equivocó al dejar correr un balón hacia atrás, lo que provocó que se quedara sin alternativas de pase y decidiera aún peor, en un despeje que rebotó en Keko, al que tenía muy encima, lo que se convirtió en una asistencia perfecta a Borja Bastón. El ex del Eibar sorteó a Rulli, que le golpeó, antes de rematar a puerta y que Diego Llorente despejara en la línea de forma milagrosa. Del Cerro pitó el penalti. Con el reglamento en la mano, dicen que acertó, aunque merece una reflexión el hecho de que si espera a la consecuencia de la aplicación de la ley de la ventaja, luego se vuelva atrás para señalar la pena máxima. Porque eso ya sería conceder una doble ventaja. Bastón acertó.
A partir de ahí, comenzó el hundimiento de la Real, provocado por sus errores individuales y su falta de reacción. Incluso poco después el colegiado anuló un gol a Peñaranda por una falta rigurosa a Iñigo, que estuvo listo al correr ya superado por su menor velocidad. En el otro área, solo cabe destacar una internada por sorpresa de Xabi Prieto en un córner, un disparo de Willian José y un mal último pase de Oyarzabal, que ayer no tuvo su día. Antes del descanso, los donostiarras ya emitían señales alarmantes, con despistes increíbles y la sensación de estar desquiciados.
La primera jugada en la reanudación fue un mal entendimiento entre Rulli e Iñigo. Con eso queda dicho todo. Con los realistas enloquecidos y desnortados, a Willian se le ocurrió despejar con la mano un balón en su propia área. Rulli detuvo el penalti y, en el rechace, en el colmo del desastre, Chory Castro (para más inri) anotó el definitivo 0-2, que no quiso celebrar. La última media hora fue un ejercicio de impotencia, tanto de Eusebio como de sus jugadores. Un desastre absoluto.
¿Quo vadis Real? ¿Qué está pasando? Al menos en esta ocasión la Junta de Accionistas servirá para que Jokin Aperribay intente dar unas explicaciones más creíbles y contundentes que las de su entrenador antes de recibir un apoyo del 98% de las acciones. Y si hablábamos de un fichaje para potenciar la medular, marchando otro para ocupar la plaza de Vela. Lo peor de todo es que seguimos boquiabiertos y ojipláticos, sin ser capaces de asimilar lo que está pasando. ¿Pero esto qué es? Basta ya.