Síguenos en redes sociales:

Si sirve para aprender?

Si sirve para aprender?

Cuentan que Trondheim, y sobre todo los parajes de sus alrededores, son una maravilla. Que en Skopje se montó una buena. Y que San Petersburgo es San Petersburgo, una ciudad imperial que siempre va a merecer la pena. También nos hemos acercado a Anoeta, bocata en mano y con la ilusión por bandera, para vivir en directo tres noches europeas de nuestro equipo. Pero todo ha pasado, incluida la pugna de ayer por el liderato, envuelto en el aura de intrascendencia que implica la seguridad de jugar los dieciseisavos de final a partir del 15 de febrero.

La Europa League de la Real empezará entonces y solo entonces. Si acaso, en el sorteo del lunes. Y lo hará, en cualquier caso, para definir el signo de una temporada marcada de momento por el desastre copero ante el Lleida. Aquella derrota duele, aún escuece. Pero también obliga, ojo. Porque una cosa no quita la otra. La prematura eliminación supone una mancha en toda regla. Pero si afrontar un enero de miércoles descargados no ayudará a entrar en mejor condición en la fase de eliminatorias continentales, que baje Dios y lo vea. La Real tiene opciones en Europa. También ilusiones. Pero desde la pifia de hace nueve días cuenta igualmente con ciertas obligaciones. Con el equipo sufriendo últimamente en Liga y fuera de la Copa, la llama de la UEFA debe durar hasta bien entrada la primavera.

Para lograrlo era importante empezar ganando anoche, no tanto por entrar en uno u otro bombo, sino por una cuestión de inercias. Se trataba de ser campeones de grupo, de sumar quince de 18, de sentirnos fuertes en la competición, de acumular, en definitiva, buenas sensaciones con las que retomar en febrero la Europa League. Pero no se puede ir por el continente regalando goles. Si sirve para aprender, todavía. Pero no tiene esa pinta.