Todo el año de rebajas
La Real le vuelve a regalar los tres puntos al Zenit con unos fallos defensivos groseros y, pese a firmar bastantes minutos brillantes, acaba segunda de grupo
Más de lo mismo. La Real aparentemente completó una buena actuación contra el Zenit, pero tendrá que volver a preguntarse los motivos por los que perdió 1-3 y por los que el partido acabó con la grada medio desierta por la deserción de una afición que por momentos disfrutó de nuevo de los suyos. La fórmula es inequívoca y no engaña a nadie. Recibiendo tres tantos no se puede aspirar a nada. Ni a la Copa, ni a la Liga, ni a la Europa League. Los blanquiazules continúan encajando goles con una facilidad insultante. En esta ocasión, y es reincidente, el principal responsable volvió a ser Rulli. Una pena, porque nos ha durado poco la ilusión de que recuperara su mejor versión tras su impresionante exhibición ante el Atlético.
Un portero cuyo rendimiento no alcanza una mínima regularidad y no es constante se convierte en una fuente de perder partidos. Cuando los errores son técnicos, de los que se entrenan, y después de comprobar que hace tiempo que está estancado, sin que se note una evolución, la crítica también hay que compartirla con Zubieta y con sus técnicos. Una de las reglas básicas para los arqueros es que nunca se debe despejar una pelota hacia el centro. Una máxima similar a la de nunca fallar un pase horizontal. En el 0-1, es verdad que forzado, dejó el balón en el punto de penalti para que Erokhin anotara a placer. En el 1-2, en un momento clave, prefirió sacar los puños en un córner cuando podía atajarla sin excesivos dificultades, pero el problema es que lo sirvió de frente casi en la media luna del área.
La Real no logró rehacerse de este mazazo. En Zubieta se empeñan en decir que no hay ningún problema en la portería, y está claro que si no se reconoce no se van a poner los medios para solucionarlo. Que estamos hablando del meta más caro en la historia del club, que ya no es un cedido.
Es inadmisible que el equipo esté completando una gran actuación, con fases brillantes de juego, con un sinfín de ocasiones generadas y perdonadas y en las dos oportunidades que se acerca a tu área el rival marca dos goles. La cuestión es que varios días es Rulli, otro el entramado defensivo, otro los centrocampistas que no cierran... Siempre pasa algo y aquí estamos, casi al final de año y sin que se atisbe ni una solución a unos males que pueden echar por la borda los esperanzadores y ambiciosos objetivos que se había marcado el club. Sinceramente, sin fichajes, como afirmó el director deportivo, la sensación es que vamos a tener que convivir con las lagunas defensivas hasta el final de esta temporada. Algunos días influirán o se notarán menos, pero esta enfermedad ya va a ser muy complicada de curar.
La Real quería ganar. Para ser primera, pero también para resarcirse de la frustrante y dolosa eliminación copera. La llevaba clavada muy adentro, como el postrero tanto de Griezmann que echó por tierra el buen trabajo que había protagonizado en el Wanda. Una cosa es querer vencer cuando ya estás clasificado, algo que en el fondo no deja de ser una obviedad, y otra, muy distinta, demostrarlo desde el primer minuto. Los realistas firmaron una primera parte magnífica, de las que se no puede creer que se retire a los vestuarios por debajo en el marcador después de haber generado más de diez oportunidades para marcar. Un vendaval que se originaba casi siempre en la banda derecha, donde el triángulo formado por Odriozola, Xabi Prieto y Januzaj no paraba de crear peligro. Además lo hacían con mucha facilidad, sobre todo el belga, que es una mina de oro. El futbolista frío, aparentemente indolente de los albores del curso, se está erigiendo por méritos propios en el principal elemento diferenciador de la Real. Tiene un talento descomunal, con ese estilo casi provocador, con el que siempre ofrece la sensación de que en una de esas le van a pegar una patada que va a salir volando. No para de tirar caños, con esa chistera llena de conejos de la que nunca sabes lo que va a salir. El día que ajuste el punto de mira y comience a marcar goles, se va a convertir en un futbolista de talla mundial. Si la banda derecha era el laboratorio en el que inventaban las jugadas, en la izquierda aparecía el martillo para finalizar. Kevin dispuso de hasta tres ocasiones claras para marcar, o el mismo Illarra en los despejes, pero no hubo manera. Brillante actuación del mutrikuarra, que ha demostrado esta semana que su puesto en este sistema es el de 4.
Tras un pequeño susto de Erokhin y un cabezazo a su propio larguero de Melvja, comenzó el festival ofensivo txuri-urdin. Xabi Prieto, en posición inmejorable y en su clásico disparo en el que no acaba de creérselo, con el agravante de que tenía tres compañeros en el área pequeña, fue el primer local en rozar el tanto. Todo hubiese cambiado si a los diez minutos, el colegiado hubiese pitado un penalti clarísimo a Januzaj por parte de Ivanovic, que no se sabe muy bien cómo lo hace, pero sale airoso de todos los líos y encima siempre saca una falta a favor al sentir el más mínimo contacto. Luego también marca golazos, algo para lo que también ha tenido facilidad en su carrera. Illarra, de volea y tras un despeje a un saque de esquina; Januzaj, de chut alto; Kevin, en otro balón que empaló en el aire y en otra acción en la que se adelanta muy listo a Melvja, parecían anunciar la llegada del tanto local. Pero bastó un mal pase de Iñigo para que una acción de tres toques acabara en el gol de Erokhin al aprovechar el regalo.
Es duro, porque realmente no se lo merecen. No es fácil digerir el hecho de que tú estés haciendo tantas cosas bien sin recompensa y que tu rival solo necesita aprovechar un despiste para ponerse por delante. Si no anota primero, ya se sabe que es difícil que gane la Real. Encima el Zenit reforzó su moral, consciente de que no necesitaba desplegar su mejor fútbol para ganar a un equipo que, como ha acreditado en los dos duelos, le ha dado demasiadas facilidades.
Pese a todo, los donostiarras no bajaron la guardia y Willian, Kevin, Illarra, Januzaj y Oyarzabal, que se encontró con el palo, pudieron empatar.
En la reanudación, como era previsible, la Real consiguió por fin empatar. Lo hizo después de que Januzaj rozara el palo con una maniobra muy de Vela y de que a Rulli se le escapara otro balón en un chut frontal. En el minuto 57, el belga dejó sentado a un rival y sirvió una asistencia perfecta que aprovechó como un 9 puro Willian. Con el público encendido, en plena comunión con su equipo, con los rusos encerrados, en una jugada aislada, Ivanovic firmó un golazo de tijereta tras el mal despeje inicial de Rulli, que a a partir de ese momento escuchó algunos pitos. Fue el punto final, ya que si a la Real le cuesta volver una vez, imagínense dos. Las ocasiones de un equipo cansado ya no eran tan constantes y, por si fuera poco, el bochornoso espectáculo pirotécnico y la increíble reacción de la Ertzaintza, que, en lugar de proteger a los socios realistas, los movió para dejar tranquilos a los angelitos rusos provocó que el partido acabara con una tristeza máxima y un silencio deprimente. En ese escenario, Paredes anotó el 1-3 entrando como Pedro por su casa por el centro de la zaga.
La Real se clasifica y conocerá el lunes a su adversario. En cuanto a la calidad de los mismos, no había mucha diferencia, pero este equipo lleva una racha muy mala en su estadio, y ayer necesitaba darse un alegrón para que comenzaran a cicatrizarse las heridas de las últimas semanas. Lo malo es que el Zenit le ha ganado con mucha facilidad y con una apuesta tan defensiva como básica y efectiva. Por eso mismo, creer y confiar en hacer algo grande en este torneo, visto lo visto ayer mismo, parece un sueño demasiado utópico.