Las redes sociales las puede cargar el diablo. Hoy en día se han convertido en una peligrosa vía de comunicación para los futbolistas, quienes, como suele ser habitual con este tipo de novedades, cometen errores de bulto a la hora de gestionar sus perfiles. Por eso proliferan tanto los departamentos de comunicación que se ocupan de los mensajes que lanzan en Twitter o Facebook. Menos control ejercen sin duda sobre el emergente Instagram, ya que esta aplicación consiste solo en publicar fotografías, por lo que, como es lógico, son los propios protagonistas los que las suben desde sus propios móviles.

No hay más que ver lo que ha sucedido esta semana en el Barcelona. En el club catalán alguien, no hace falta ser muy listo para imaginar quién, comprobando día a día su incompetencia absoluta, se ha debido de sentar en el botón de la autodestrucción, tan conocido y utilizado por aquellos lares en décadas anteriores. Lo que nadie podía imaginar es que, lo que antes era un motín preparado en un hotel, como el del Hesperia que, en plena ebullición, nos arrebató el título de Copa de 1988, esta vez se ha forjado más a cara descubierta, a través de una aparentemente inocente fotografía de familia armada con veneno.

Los futbolistas empiezan a conocer de verdad el alcance de sus palabras y, sobre todo, la repercusión que pueden adquirir en muy pocos minutos. Incluso el que apunta maneras debe tener cuidado con sus mensajes. Ahí están los casos del zumaiarra Peru Nolaskoain, que pasó de ser un activo anti Athletic a convertirse en una de las perlas más preciadas de Lezama. El del madridista Ceballos, con sus censuras a los catalanes o, sin ir más lejos, el de Pablo Fornals, que se presenta en Anoeta con el Villarreal como uno de sus fichajes estrella. De Castellón y del Castellón de toda la vida, este interesante mediapunta que ya ha sido internacional absoluto, calificó en unos cuantos tuits de forma despectiva a Vila-real como “la aldea”. Ni qué decir tiene que varios aficionados amarillos se lo recordaron el día de su presentación. La vida da muchas vueltas y los mensajes en las redes sociales te persiguen para siempre si no los borras a tiempo. Yo también tengo muertos en el armario, soy consciente de ello.

En la época en la que los clubes de fútbol profesionales fomentan la desinformación y la protección desmedida a los futbolistas, las redes sociales se presentan como el cauce más sencillo para que los aficionados intenten acercarse a ellos. Incluso han cambiado la existencia a los periodistas, que sentimos mucho más la presión de los hinchas, debido a que ahora recibimos respuesta por lo que escribimos u opinamos en los medios. Algo que, por otra parte, al menos yo acepto como parte del juego.

Aunque luego, claro está, queda la comunicación directa por mensaje o whatsapp entre el redactor que cubre la información de la Real y el jugador. Como es lógico, cuando son ellos los que quieren decirnos algo, el motivo casi nunca es para agradecer algún elogio, sino para censurarnos algo que no les ha gustado.

El mejor ejemplo de lo que pasa hoy en día lo he vivido yo con Yuri. Nunca había tenido ninguna comunicación directa con él, ni le había entrevistado, ni le conocía personalmente. Un día escribí un tuit que le molestó. Era mi opinión, pero como reconozco que pudo ser un error, en consecuencia, le pedí repetidas veces perdón a través del club. El lateral me vetó para hacerle entrevistas, algo que también entendí y respeté, porque sí aceptaba que la hiciera un compañero, aunque finalmente declinamos realizarla por razones que no vienen al caso para no comprometer a terceros. Lo curioso es que el 24 de junio, NOTICIAS DE GIPUZKOA publicó que Yuri había llegado a un acuerdo con un club extranjero para marcharse y que este apuntaba a ser el PSG. Al día siguiente, al despertarme de la siesta, tenía un kilométrico mensaje de un número desconocido en el que Yuri me acusaba directamente de querer poner a la afición en su contra con mi artículo y de ser la segunda vez que lo hacía (la anterior creo que fue cuando anunciamos que lo quería el Nápoles, extremo que se confirmó semanas después). El 6 de julio, 13 días después, el lateral estaba viajando a París.

Con esto no quiero colgarme una medalla. Porque hasta me da rabia verle sentado en el banquillo o fuera de la lista perdiendo el tiempo cuando su concurso me parecía vital esta campaña para apuntar más alto que nunca con los dos puñales por las bandas. Lo único que quiero constatar es lo mucho que han cambiado las relaciones en el fútbol. Todo a peor, claro. Nunca a mejor, pese a las ventajas que pueden proporcionar las siempre controvertidas redes sociales. Igual es que todavía, ni unos ni otros, tenemos ni idea de cómo sacarles el máximo provecho. Estamos a tiempo.