donostia - Balaídos se había convertido en el último escenario maldito para el realismo. Sucedió en 2003, cuando más de 10.000, que habían acometido la mayor invasión pacífica que recuerdan en la ciudad olívica, lloraron una derrota por 3-2 en la penúltima jornada que dejaba sin liderato y a posteriori sin título a los entrenados por Denoueix.
Una herida de tal calibre no se cicatriza con varias victorias rutinarias tanto en Primera como en Segunda.
Aunque sea imposible redimirse del todo, porque eso jamás sucederá, un gol en el último minuto de la prolongación que certifica el pasaporte directo a Europa y que permita superar al Athletic sin duda que es lo que más podría acercarse a ello.
Balaídos siempre tendrá un color especial tras lo que aconteció en la última jornada del pasado curso. En el minuto 89, los seguidores realistas revivieron viejos fantasmas cuando un misil del danés Hjulsager superó a Rulli y colocó el 2-1 que obligaba a los realistas a tener que afrontar dos previas en verano.
Cuando todo parecía perdido, en el 94’, un córner sacado por Canales fue cabeceado por Juanmi convirtiéndose en el ansiado empate definitivo que tenía premio para los blanquiazules. La celebración tanto en el césped como en la grada fue inolvidable, pero muchos de los que estuvieron en Balaídos en las dos citas claves, no puede dejar de pensar lo que hubiera sido aquella noche de 2003 si la Real hubiese mantenido el liderato ante aquel Celta de Lotina que entró en Champions. - M.R.