donostia - 46 años en la Real. Toda una vida.
-Sí, eran otros tiempos. Entré de una manera un poco rocambolesca, los hados se unieron para que tuviera la oportunidad, con 16 años, de entrenar al segundo equipo alevín de la Real en la playa. Yo era muy futbolero. Al final, entrenábamos dos días a la semana en el Eguzki, con chavales de 12 años, entre los que estaban Biurrun y Gajate. Entonces se hacía una convocatoria en el periódico para fichar jugadores, venían todos los niños que querían jugar y te aparecían unos 200. En la playa estuve dos años en alevines, en el segundo fuimos campeones, y dos más en infantil. Me propone Artajo, que fue con quien tuve que contactar para entrar en la Real. Ahora mismo hubiera sido impensable que me incorporara al club, porque eran otros tiempos. Entonces no tenía titulación, solo las ganas. Él me propone ayudarle y hacer labor de delegado, en Mundaiz, donde entrenábamos. Estuve tres años y surgió la oportunidad de hacer la labor de delegado con Carmelo Amas en el juvenil. Era un salto, porque ya estaba en la Liga Nacional con los mejores clubes. Fue una gran experiencia que duró 22 años, hasta que dejó el cargo Carmelo Amas después de ganar dos ligas. Después estuve con Olabe tres años y un año con Zubillaga. Olabe me propuso ir al Sanse, algo que me daba pereza al principio. Estaba en Tercera y subió a Segunda B, que para mí es la categoría en la que debe estar siempre el Sanse. Ahí estuve nueve años muy a gusto con distintos entrenadores como Imanol Idiakez o Meho Kodro. Muy bien con todos, cogiendo experiencia. Después surgió la oportunidad de subir al primer equipo: me dio un poco de respeto, porque estar en el primer equipo es una experiencia bonita pero, a la vez, te exige un grado de infalibilidad, debe salir todo a la perfección, porque tienes la prensa siempre atenta, el club, aficionados, pero me lo tomé como el último paso que me faltaba en el club. Te exiges mucho porque no puede haber un fallo, ni en la competición ni en la logística. Eres el responsable de que todo salga bien.
¿Ha sido difícil compaginarlo con su profesión?
-Toda mi vida he trabajado de publicista. He podido compaginarlo porque es una empresa consolidada, con una buena estructura de gente, y porque tengo un socio que me ha apoyado desde el primer momento, Jon Pol Aizarna. No he tenido mayor problema.
En el primer equipo, el listón de la exigencia no es el mismo, no es comparable.
-El desgaste es que vas cumpliendo años, al final más que los viajes lo que te puede cansar es la responsabilidad que llevas, que salga el avión, que no haya retrasos, que espere el autobús, que la comida esté a la hora, que se encuentre todo listo... Que lo que te pidan los jugadores esté, que se encuentren bien atendidos. La Real, ahora, lo tiene muy bien organizado. Es más la responsabilidad lo que hace que estés siempre pensando que vaya todo bien.
¿Los viajes no le dan pereza ya?
-Si los 38 partidos fueran en casa, mejor. Pero no. Es bonito ir a campos que apetece ir. Aunque a nivel deportivo sales como sales, es bonito. Yo en ese aspecto, como me ha gustado tanto el fútbol, llevé bien tener esa oportunidad. No he tenido problema con eso.
¿Cuál es la labor de un delegado?
-Un delegado full time, como va a ser Juantxo, tiene que coordinar el tema de viajes, hoteles, horarios, menús, picnics... Aparte, comunicaciones de hojas de ruta con la Ertzaintza, con todo el mundo que tiene que ver con la organización del partido. Además, el delegado, como Juantxo en concreto, acaba siendo el padre y la madre de todos los jugadores a efectos de solución de problemas de todo tipo: nacionalizaciones, visados, viajes con selecciones, compra de los muebles de las casas, llevarles a ver pisos... Al final acabas siendo el padre y la madre de muchos jugadores. Es así. Griezmann, por ejemplo, me pedía un televisor con el HDMI para jugar con la consola... Y como eso, mil cosas. Favores, entradas... Templando gaitas con unos y con otros. Todo lo que se te pueda ocurrir alrededor del partido.
Usted parecía que lo dejaba del todo ya...
-Yo el año pasado ya les comuniqué que este iba a ser el último año. Cumplía 50 años como socio y me gustaba hacerlo coincidir. Luego llegó el momento y bueno... Pero lo dicho hay que mantenerlo. Al final sí que me daba pena. Pero terminó y ya. En el transcurso desde diez días que me lo dijeron hasta ahora, que tuve una reunión con el presidente, que me ha insistido en que la figura esta nueva por experiencia, por conocimiento incluso de los árbitros, y por más razones, tenía que ser yo. Les dije: Pero es que hasta lo he dicho públicamente. Y en casa, que mi mujer ha estado toda la vida esperando este momento, ¿cómo lo vendo? Pero no sé decir que no. Y yo, si me meto, me meto. Haré el año y ya veremos qué pasa.
Nuevo director de partido. ¿Eso qué es?
-Va a ser la primera vez que se haga porque director de partido lo pone la LFP. Cada club necesita tener una persona que atienda a este cargo en casa y fuera, por diferentes cuestiones. Cuestiones que van desde lo que mide la hierba, hasta dónde está la afición del equipo contrario, si hay policía, dónde está colocada, si hay que custodiarla, el equipo electrógeno por si hay apagón, los horarios para que haya puntualidad... Eso en UEFA, en Champions y Europa League se lleva a rajatabla. Hay multas y se lleva al dedillo. Y más cosas que ahora... Conozco de qué va y ya está. He tenido la suerte de llevarme bien con todo el mundo y piensan que puedo ser yo. Luego ya veremos.
Pero solo en los partidos de Anoeta.
-Eso pensaba al principio, pero me comentaron que también fuera. Lo tuve que comentar, ya que la última palabra la tenía mi mujer, pero me animó a ello. Por otra parte, para mí va a ser más relajado. Echaré una mano a quien haga falta, pero estaré a mi cometido.
¿Dejar la Real era para usted como el padre que se jubila de una tienda y no para de volver?
-Ya me estaba mentalizando. Han sido tantos años que, desde septiembre hasta junio, no he podido disfrutar de un fin de semana completo libre. Para mí era disfrutar de una vida nueva, que incluso quería. Desde el momento en que esta función tampoco me va a estresar, aunque tenga esa dinámica, pero bueno... Si verdaderamente me costara, hubiera dicho que no.
¿Qué es para usted la Real?
-Todo. No conozco otra cosa. He conocido todas las escalas en el club; dentro de las competiciones nacionales, he estado en todas excepto en Segunda División. Me ha permitido aprender un montón. De fútbol al final nadie sabe. Aprendes estando dentro de muchas cosas. Y lo que se dice siempre, al final te quedas con la gente. Y yo en ese sentido puedo dar fe de ello: una vez que te despides, la cantidad de gente que se acuerda de ti aunque pensabas que ni se acordaba de ti. Es con lo que te quedas: la amistad de verdad con mucha gente. Me alegro de ser una persona que nunca ha sido conflictiva, ni siquiera con los árbitros, algo que es difícil muchas veces. Y al no serlo, considero que, quien más quien menos, son amigos.
¿Le han amonestado alguna vez?
-Una. Y me dio una rabia... Fue en el Sanse, con Kodro de entrenador. Estaban los gemelos Eizmendi, y uno siempre jugaba con el 11 y otro con el 7, íbamos ganando 0-2 a Osasuna B. Y ese día Eneko, en lugar del 11 llevaba el 7, y yo tenía en la cabeza el otro. Y yo marqué un número equivocado, el árbitro pensó que estaba perdiendo el tiempo y me dijo: Lo siento, pero te tengo que amonestar. Es la única vez. Jamás he sido polémico. Me ha tocado, sobre todo en Primera, levantarme e ir donde el árbitro o el línea a presionar un poco. A veces me mandaban y otras de motu propio. Luego hacen lo que les da la gana, pero cumples. Siempre de buenas formas, porque de malas formas te garantizo que lo único que consigues es lo contrario de lo que pretendes.
¿Se sentía orgulloso de su trabajo?
-Yo soy un privilegiado en todo. Pero estos últimos años, que han sido más mediáticos, te dices: Vas a Anoeta y a los 30.000 que van les preguntas qué les gustaría ser en la Real, aparte de jugador, y 29.900 te dirían: Yo, delegado. El estar ahí, el estar cerca. No he podido ser futbolista, ni entrenador... Pero he sido un privilegiado.
Hábleme de fotografías grabadas en su mente de su trayectoria. Como las alegrías.
-Te las dan sobre todo los campeonatos. Siendo entrenador, he sido campeón en la playa con el alevín de la Real. Luego campeón de España juvenil dos veces. Era un hito y la Real no lo ha vuelto a hacer. Con el Sanse viví el ascenso de Tercera a Segunda B. Y con el primer equipo, que es otra dimensión, el partido de La Coruña, obviamente, o el de Lyon, porque era ponerse en la fase de grupos. Y victorias muy importantes por clasificación, algunas incluso de este año, y otras emotivas como ganar al Barcelona, en San Mamés, que es la aspiración de entrada de todas las temporadas... Eso lo he conseguido dos veces, una en el viejo y otra en el nuevo campo.
¿Y tristes?
-Los descensos. He vivido dos, uno en juveniles cuando jugábamos una Liga Nacional y otro con el Sanse. Pero momentos tristes, tristes, el fallecimiento del hijo de Genaro Celayeta y el más reciente de Tximist. Pero he sufrido muchas derrotas duras, claro.
Un ejemplo.
-El 5-1 de Gijón este año. Tristísimo. Y, además, la gente ve lo que ve en el campo. Y cada uno opina lo que quiere, pero quiero decir que me dolió mucho que muchos pensaran que el equipo salió al campo... Pero había que ver al vestuario al terminar el partido. Creo que mucha gente hubiera cambiado su opinión si los hubiera visto.
¿Cree que se es injusto con los jugadores, por ejemplo la prensa?
-Yo doy fe de que todos los jugadores salen a ganar, no salen ni a empatar. Otra cosa son luego las circunstancias del partido, la forma en la que te puedas encontrar, no entro en individualidades, el contrario, el árbitro, o una decisión equivocada del técnico, o la táctica... Pero desde luego los jugadores saltan al campo todos, en casa o fuera, en el Nou Camp o el Bernabéu, lo garantizo, con las mismas ganas en todos los partidos.
Dicen que antes había un entorno más comprensivo.
-Sin duda. Yo entiendo que la gente, acostumbrada a los éxitos, igual piensa que tiene que ser siempre como el año de la Champions. Partimos como el octavo presupuesto y, después, ya veremos. Yo no voy todos los partidos a Bilbao y sé que puede no gustar lo que voy a decir, pero tengo la impresión de que allí la gente está siempre con el equipo, de entrada y durante el partido. Y si pierde, igual silban... no sé. Pero en el partido tienes que estar con el equipo. Yo he vivido momentos muy desagradables, como el ir a hacer un cambio de Elustondo y que se pite. Eso es para mí inadmisible. Un chico que sale con la camiseta de la Real al campo tiene que salir apoyado por la afición, y las pitadas antes de salir al campo que he tenido que escuchar, y él por supuesto, solo hacen que salga a jugar con mal cuerpo. Digo Elustondo como también me acuerdo de Jonathas, al que no me gustó cómo despidieron en su último partido. Otra cosa es que luego la gente mediante cartas, Twitter, Facebook... Mediante lo que quieran, den rienda suelta a sus pensamientos. Pero en el campo se debe apoyar en todo momento al equipo. Cuando acabe el encuentro, lo que quieras. Si hay que manifestar el descontento, pues se hace. Pero mientras haya esperanza de dar la vuelta a un resultado, que vas justito y tal, creo que hay que apoyar.
Hábleme de su relación con los técnicos.
-Carmelo Amas es la persona con la que más años he estado, con la que aprendí de verdad lo que era el fútbol serio, y con la que mantengo una relación prácticamente diaria. He coincidido con él la mitad de mi trayectoria. De Artajo tengo un gran recuerdo también, porque me introdujo en la Real y con él me une también una amistad fuera del fútbol. El resto tampoco son tantos: en el primer equipo he estado con cuatro técnicos. De todos te quedas siempre con lo mejor, a nivel personal me he llevado bien con todos, aunque no me dieran las mismas confianzas. He estado con Montanier, fenomenal, una persona educadísima, muy atenta y cordial. Con Arrasate, al que le tuve de jugador juvenil. Es una excelente persona, es difícil tener problemas con él, no tuve ninguno. Luego vino Moyes, el tema de la comunicación me costaba, era una persona diferente, pero a pesar de todo también saco mis aspectos positivos con él porque te hace ver las cosas de otra manera y aprendes, pero quizá no pude tener ese puntito de cercanía que he podido sentir con otros. Y luego Eusebio, un chico muy abierto, comunicativo, con el que ha sido muy fácil la relación.
¿Qué le parece la vuelta de Olabe?
-Creo que es un hombre que lleva el fútbol en la cabeza, que controla todo, la dirección deportiva, el banquillo, que es un erudito en metodología, que ha vivido la cantera muy de cerca... Pienso que lo controla todo. Me imagino que estos años que ha estado fuera han sido para ampliar más todo esto y creo que puede aportar muchísimo. Es un hombre muy serio y pienso que todas esas cosas van a redundar sin duda en beneficio de que la organización acabe completándose como debiera.
Jugadores que le hayan marcado.
-Hay que distinguir en el plano personal y como futbolistas. He tenido la suerte de conocer como a unos mil. Es una pena que no me acuerde de todos, porque muchas veces me saludan y no los reconozco, ya que han pasado muchos años y las fisonomías cambian. Pero me acuerdo prácticamente de casi todos. A mí me maravillaron en su momento Txiki Begiristain, Alkiza, De Pedro... Tres zurdos. Eso de mi época de juvenil, hay muchos más. Muchos han llegado al primer equipo. Con Bakero, que era tan bueno que pasó de juvenil al primer equipo, y López Ufarte no llegué a coincidir.
¿Y como persona?
-Yo he intentado llevarme bien con todo el mundo y creo que lo he conseguido. Y al final te encuentras con todos y son muy cariñosos. Es verdad que con algunos has podido intimar más. Pero prefiero quedarme con todos.
Alguno de la época más moderna...
-Griezmann, Xabi Alonso... Le conocí con Olabe en juveniles y llevo con él muchos años. Vive muy cerca de casa. Pero no me gustaría personalizar.
Habrá sufrido con jugadores que parecía que iban a llegar y que no han podido.
-Sí, hay gente que sí... El que más está en la mente de todos es Oskitz Estefanía, que era un chico que venía increíble, que se salía, jugaba dos categorías por encima de la suya. También Santi Martín, que era un central muy bueno y prácticamente no pudo jugar en el Sanse por una lesión de rodilla. El hijo de Genaro Celayeta era otra historia. O el primo de Dadíe, que fue internacional en categorías inferiores y venía muy bien. Luego también ha habido muchos que pensabas que no y que luego en otro puesto han llegado. Como Miguel Fuentes, por decirte un ejemplo. Llegó a jugar en el Eibar de extremo, y luego casi toda su carrera en otra posición. Hay muchos más.
Ha coincidido con nueve presidentes.
-José Luis Orbegozo, y a partir de él... he conocido a todos pero no he tenido excesiva relación con ellos. Quizás con Orbegozo el que menos, porque yo era un chavalín, pero siempre ha sido un hombre muy cercano. Alkiza, Uranga, con el que más pude tener... Ahora con Jokin también tengo una buena relación. Con María de la Peña, Fuentes... Guardo un buen recuerdo de todos.
Tras 46 años, ¿mira el club y lo reconoce?
-Antes no había nada. Yo suelo decir que cuando llegué se jugaba con el balón del escudo. La trayectoria mía personal, de delegado, se puede titular “De la playa a Mestalla”. O “De Hendaia a Mestalla”. Y lo otro, pues sí. Cuando empecé en el fútbol, la Real no tenía instalaciones, entrenaba en el hipódromo para no estropear los campos. Eran los años 70. Zubieta ha tenido su evolución, pero los dos primeros campos fueron ya impresionantes, sobre todo a nivel de entrenamiento.
¿Cómo se ve a la Real fuera?
-Como un club modélico, siempre te lo dicen. La gente que ha estado aquí y sale fuera lo transmite y hay equipos que vienen y piden campo para entrenar. A nivel de instalaciones, y a nivel vestuario, porque se corre la voz, todos se quedan impresionados. La gente que viene a jugar de fuera aquí te dice que no han visto un vestuario como este. Aquí no van los 22 a todas partes juntos, pero se hacen muchas comidas de equipo y notas en todo momento que hay una base de jugadores que llevan muchos años jugando juntos y eso marca la pauta a seguir para la gente que viene de fuera. Todos se integran perfectamente.
Imagino que habrá vivido crisis, como la del viaje a Alicante del pasado verano.
-Ese fue el peor día de mi vida, sin duda. Porque desde las 8.00 de la mañana que estás en el aeropuerto convencido de que todo va sobre ruedas, y vas a volver al día siguiente del partido con toda la comodidad del mundo, a que al final salgas casi a la hora que tenía que haber empezado el partido y vuelvas a las 5.00 horas de la mañana de mala manera, y todo lo que hubo durante el día que fue impresionante: lloros de gente, intentar por todos los medios llegar, nos dijeron que a las 14.00 horas vamos a tener un avión... Luego que resulta que no podía ser. Empezamos a pensar que nos vamos en taxis, buscamos aerotaxis, aviones... Era agosto. Imposible encontrar otro avión. No había forma humana de conseguir un avión. El Atlético nos ofreció su avión y no podía venir porque los pilotos no cumplirían las horas de descanso. Se ofrecieron a volver ellos en autobús a Madrid, imagínate, con Simeone. Al final se le ocurrió a Juantxo llamar a un broker que conocemos que estaba en Mallorca. Se movió, consiguió un avión de 300 plazas, y allí que fuimos 35 personas. Fue un día de muchísimos nervios, para olvidar... Lo cuentas como anécdota, pero fue el peor de todos.
¿Ha llorado alguna vez en el banquillo?
-Soy templado, sinceramente. No soy ni excesivamente efusivo... En todo caso de alegría. Pero no. Tampoco he visto llorar.
El momento más grande de la historia de la Real, el inolvidable gol de Zamora en El Molinón, ¿dónde lo vivió?
-Lo viví en Donostia porque ese día tenía un partido con el juvenil. Con lo cual por la radio. Son de mi quinta todos: Arconada, Perico Alonso, Zamora...