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Mikel Oyarzabal, MVP

Buen epílogo un tanto del mejor realista de la temporada en el minuto 94 da tres puntos a una real que será octava si el málaga no gana mañana

Mikel Oyarzabal, MVP

Mikel Oyarzabal nos enseña el camino. Mejor dicho. Mikel Oyarzabal es el futuro de la Real. La gran esperanza. Con un presente espectacular y una expectativas de progresión incalculables. Su aparición es comparable con la de Griezmann en 2009. Las únicas relaciones que tienen es que ambos son zurdos y que sus cualidades son magníficas. Pero son dos jugadores muy distintos.

Oyarzabal es un futbolista distinto, de los que salen uno cada mucho tiempo. Es menos vertical y desequilibrante que Antoine, pero lo hace todo bien. Tiene todos los registros del fútbol integrados y asimilados en su cabeza. Y, además de atesorar un cañón en su número 47 del pie zocato, cuenta con una cualidad difícil de encontrar en un joven salido de la cantera, en los que suele primar hoy en día la exhibición individual a la aportación colectiva. Es la pausa. Resulta increíble que con 19 años recién cumplidos siempre piense en el equipo antes que en el lucimiento personal. No le importa sacrificarse en defensa como un peón o frenar para empezar una acción en lugar de emprender una aventura en solitario. Eso no tiene precio. Bueno, y por si todo esto fuera poco, tiene gol. Mucho gol.

Ayer el destino le tenía guardado un último premio en su inolvidable primera temporada con la Real, el equipo de sus amores, al cruzarse por su camino dentro del área un esférico que no dudó en enviar a la red con un golpeo contundente. Por si acaso. Para asegurarse bien. No fue suerte. Eso no existe en futbolistas así. Él había sido clave en la jugada antes de entrar en el área con el colmillo retorcido sediento de sangre. En términos baloncentísticos, el canterano es de largo el MVP txuri-urdin de la campaña. El realismo está de enhorabuena. Su aparición nos permite soñar con un mañana mejor.

La Real ganó en Mestalla. Su tanto llegó en el minuto 94, en la última jugada no ya de su partido, sino de su Liga. Fue un alegre epílogo para una campaña triste, en la que ha habido más sombras que luces. Una campaña que ha sido un fracaso porque las expectativas eran altas y claras, tal y como señalaron su presidente y su director deportivo en verano. El proyecto más ambicioso y caro en la historia del club exigía un resultado y un rendimiento muchos más altos. Pero no ha sido así. La Real se ha quedado en tierra de nadie cuando contaba con potencial suficiente como para estar luchando por plazas europeas. La entidad entra ahora en un periodo de reflexión en el que deberá tomar decisiones importantes sin que le tiemble el pulso. Está claro que se necesitan cambios, pero un proyecto nuevo organizado por el mismo presidente, el mismo Consejo, el mismo director deportivo y el mismo entrenador no parece la mejor solución para un conjunto que lleva tres años en línea descendente y que ha recuperado en su vocabulario una palabra que creíamos desterrada por muchos años, descenso.

La Real venció en un campo que en los últimos años, con la excepción del curso pasado, se ha convertido en un balneario para sus futbolistas al lograr varias victorias heroicas. La de ayer no se puede incluir en este apartado, porque el encuentro pareció durante muchas fases un bolo de pretemporada, pero también hay que tener en cuenta que no siempre se puede vencer en uno de los templos más difíciles y exigentes del campeonato.

Y si los blanquiazules sellaron su final de campaña con los tres puntos fue simplemente porque lo merecieron. Siempre buscaron más la victoria, llevaron más el peso del encuentro, dominaron más y generaron más ocasiones para marcar. Incluso en mitad del sopor de la segunda parte, cuando el choque se convirtió en una pachanga infumable perjudicada además por una incomprensible dureza del cuadro local que estuvo cerca de lesionar de gravedad a Elustondo y Oyarzabal, la salida de Bruma le permitió reactivarse para encontrar el triunfo al final.

Eusebio apostó por la alineación prevista, con la novedad de la entrada de Pardo en lugar de Markel. Esta vez dio la sensación de que abogó por un 4-2-3-1, con la referencia arriba de Bautista. El riojano no tuvo una buena noche, pese a poner dos centros seguidos marca de la casa. Y el de Errenteria se batió el cobre en punta con un mérito indudable y, aunque no le llegaron demasiados balones, buscó portería en un par de oportunidades.

Alcácer fue el primer valencianista en generar peligro en un disparo a botepronto que se marchó desviado. Hay que tener en cuenta que los locales no chutaron entre los tres palos en todo el encuentro. La Real contestó con dos buenos envíos al área del guante de Pardo. El primero no encontró rematador y el segundo, lo empaló Prieto pero lejos de la diana. Un centro con veneno de Piatti, que se lesionó poco después, se encontró con la pierna de Reyes, que casi anota en su portería. Sensacional actuación del mexicano, cuya continuidad en el equipo, aunque muy difícil, debería tomarse como prioritaria. Bautista desde lejos probó a Domenech y en el descuento, Vezo, en un cabezazo a saque de esquina, casi puso por delante a los suyos.

En la reanudación, tras un centro peligroso de Siqueira que atrapó Rulli, la Real se movió al ritmo que marcó Zurutuza. El pelirrojo puso un gran servicio a Bautista que no pudo rematar. La salida de Bruma revolucionó el choque. Como el ritmo del juego era lento, la explosividad del guineano marcó diferencias y dispuso de hasta cuatro opciones para anotar. Santi Mina desperdició una ocasión nítida y un cabezazo de Zurutuza abrió la locura final, con dos oportunidades clarísimas de Negredo y el gol final de Oyarzabal, en una acción que inició rompiendo líneas Illarra.

Y punto final, que aquí estaba todo el pescado vendido desde hace tiempo. La Real será octava si el Málaga no vence mañana a Las Palmas. Un aceptable puesto sin premio después de un año decepcionante, lo que todavía molesta más a su parroquia. Porque si no hay nivel, como en aquel equipo que perdió la categoría en 2007 en este mismo escenario, no queda más remedio que aceptar el fracaso. Pero esta plantilla contaba con suficiente calidad como para aspirar a más. Y eso es tan doloroso como frustrante. Todos queremos más. l