Esta semana ha vuelto un hit que se repite más que la canción de cada verano. Cuando Barcelona y Real Madrid se juegan la Liga en la última jornada, a lo largo de la semana los medios de comunicación de sus respectivas ciudades no paran de hablar de maletines. Incluso muchos de ellos lo afrontan en tono jocoso, como si no estuviese prohibido, y ninguno de ellos va al verdadero meollo de la cuestión. Las primas por ganar, de las otras ni hablo porque procedo de una familia de abogados en los que hay un desarrollado y honrado sentido de la justicia, no están permitidas porque aparte de ser una indecencia que necesiten más estímulos extra estos millonarios prematuros, los clubes más pobres no pueden ofrecer lo mismo que los grandes. Por lo tanto, competirían en inferioridad. ¿Han escuchado a alguien esta semana en sus televisores recordar este argumento tan banal como lógico? ¿Por qué no hacen esta clase de reportajes cuando no están involucrados los dos gigantes o por la lucha por evitar el descenso, que es ahí dónde de verdad se suele mover el cotarro? Es una pena el poco respeto que mostramos con nuestro propio fútbol... Aunque bueno, qué podemos esperar cuando aquí han tenido hasta una grabación de un futbolista del Levante que reconocía que habían cobrado por perder y se enterró, como quien no quiere la cosa, mientras otras aficiones, en este caso concreto la nuestra, lloraba desconsolada un descenso.

Dicen que la memoria del ser humano es selectiva, que con el paso del tiempo tiende a quedarse solo con los buenos recuerdos de las distintas experiencias. Yo creo sinceramente que en el fútbol no se cumple tanto esto, ya que uno se acuerda mucho mejor de la forma con la que sufrió una mala noticia que una buena. Por ponerles un ejemplo, de cuando la Real se clasificó para la Champions en A Coruña o ascendió a Primera tras imponerse al Celta en Anoeta, solo guardo en mi cabeza la ilusión y emoción del pitido final. Pero el resto de lo que hice esos días no lo tengo tan presente.

Sin embargo, de la fatídica jornada del descenso en Valencia de 2007 recuerdo todo, absolutamente todo al detalle. Y eso que era un viaje al matadero, ya que no había apenas opciones de lograr una milagrosa salvación. No por ello fue menos triste, ya que yo nací en 1975, y el hecho de que no hubiese conocido a la Real en Segunda lo colocaba al mismo nivel que el récord de imbatibilidad. Luego ya dentro de Mestalla, con las gradas semivacías, todo fue muy triste. La imagen de los jugadores, aficionados y periodistas con lágrimas en los ojos impresionó incluso al público valenciano, que no se esperaba que fuese a vivir escenas tan dramáticas. El titular de mi crónica de aquella tragedia fue "Un día menos para volver" y un señor de esos que anidan en las zonas de prensa, de los que no sabes muy bien si es periodista o no, me puso la mano en el hombro al finalizar el encuentro y me dijo: "Seguro que sí, ya verás cómo va a ser así y pronto estaréis de vuelta". Insisto, mi mente mantiene intactas todas las postales de aquella tarde. Cómo estábamos sentados los periodistas, el espectacular coscorrón que se dio Ángel López de Mundo Deportivo con el techo de la zona de prensa y mi posterior soledad y amargura en mi habitación del hotel viendo el Madrid-Mallorca en el que los blancos se hicieron con el título.

Nueve años después, la Real vuelve a echar el telón en Mestalla. Lo hace en una situación muy distinta, sin agobios clasificatorios, pero también sin objetivos ilusionantes a su alcance. Pero me gusta que regrese al escenario del crimen para escribir el epílogo a un sonado fracaso como el que ha protagonizado este curso con el proyecto más ambicioso y caro de su historia, porque nos permite recordar que el infierno sigue ahí. Que después de tocar el cielo con la Champions, en los dos últimos años, ha vuelto a coquetear con las catacumbas de la tabla. Que la palabra descenso se ha reincorporado a nuestro vocabulario diario. Y que nadie lo olvide. Si haces las cosas rematadamente mal durante varios años seguidos la competición no te perdona y te pone en tu sitio. Ese fue el precio que se pagó en 2007. Solo pedimos que nuestra Real se convierta en fiable y no se repitan errores. Y si eso significa que se tenga que acometer una purga en el vestuario, en el organigrama técnico y en los despachos, que se haga. Queremos una Real que nos llene y nos haga felices. Que nos provoque lágrimas de alegría y no de tristeza, como aquel junio de 2007 en Valencia.